“ARTESANÍAS PSICOANALÍTICAS”:
testimonio de una convicción.
(Entre trauma y desidentificación)
Homenaje al Profesor Willy Baranger
Raquel Zak de Goldstein
APU, Montevideo, 1995.
La convicción clínica y la perspectiva
global del pensamiento de Willy Baranger, se puede ir descifrando a partir de
lo que se infiere de uno de sus más famosos dichos: “el trauma
no miente”, citado en varios de sus textos, y de la contundente afirmación
que inicia el artículo titulado “Acerca de la desidentificación”:
“si la cura psicoanalítica tiene un fin, no puede ser otro que
la desalienación, en la medida en que esta es posible, pero no la desestructuración”,
en función de los contenidos de su texto titulado: “La situación
analítica como producto artesanal”.
Pasemos a recordar como testimonio, algunos tramos plenamente esclarecedores
de esa convicción a la que aludimos, del Prólogo de este, su libro
póstumo, titulado “Artesanías Psicoanalíticas”.
“Nuestro ideal científico no es el de Otto Fenichel, es decir la
posibilidad de establecer una teología psicoanalítica semejante
a la Summa Teológica de Santo Tomás de Aquino; pensamos que la
evolución del psicoanálisis es necesariamente divergente y que
esta evolución absolutamente particular, dentro de todas las ciencias,
es esencial al movimiento psicoanalítico”.
“No se trata de que, como en la Física, el observador intervenga
en el fenómeno, se trata de un campo absolutamente distinto. Puede exisistir
la relación de Heisenberg, enunciada en 1927, sobre todo el principio
de la indeterminación de la participación del observador en la
experiencia, pero no tiene nada que ver con lo que pasa en el psicoanálisis,
puede exisistir la relación de Heisenberg con el físico, en efecto,
pero no tiene nada que ver con el problema con el cual estamos enfrentados en
el psicoanálisis”.
“Donde está la diferencia?: es, que el “objeto” del
psicoanálisis no puede ser sino un sujeto, es decir, alguien que puede
o no hacer suyas nuestras formulaciones, nuestras interpretaciones*; y según
que sea una cosa o la otra, le sirven o no le sirven, lo convencen o le parecen
estupideces; y eso, a un átomo no le sucede, interviene el físico
y el átomo reacciona como puede, pero no hay nada parecido al convencimiento,
en lo que le sucede al átomo”.
“Ahora bien, que hacemos en esta “ciencia” muy particular?.
No tratamos de fabricar a nadie. En realidad estamos utilizando un tipo de artesanía
muy especial, una artesanía con arcilla pensante, artesanía de
la relación intersubjetiva, artesanía del convencimiento”.
“Una artesanía donde, como dice Lacan, “él no sabía”,
y donde “él” puede llegar a saber. Lo que define muy exactamente
la interpretación psicoanalítica: si una interpretación
dice lo que el sujeto ya sabía conscientemente, no le sirve”.
“Si el inconsciente existe, es por que precisamente, el sujeto no lo sabe.
No hay reglas establecidas universales de este “hacer conciente”.
Eso es un arte, al menos en forma bastante humilde, pero un arte que tiene sus
encantos y sus frutos”.
Veamos algo más sobre esta noción barangeriana de “ciencia”
muy particular -como la enuncia en este Prólogo-, ciencia situada en
la misma dimensión de un arte “bastante humilde”, que nuestro
autor califica de artesanal; en el artículo titulado “Investigación
y proceso analítico”, del cual somos con Willy coautores con Nestor
Goldstein, se reconoce precisamente, que el lugar de la investigación
en el psicoanálisis como ciencia, está rodeado de una cierta ambigüedad.
Ahí decimos que el estudio del campo dinámico, que constituye
la situación analíltica -concepto central creado y desarrollado
en el libro “Problemas del campo analítico” por Madeleine
y Willy Baranger- estudio que consideramos “-como investigación
de la investigación- (que) puede llevar a la elaboración de teorías
más generales”. Una serie de preguntas que aquí surgen,
en función del psicoanálisis como ciencia, son “de un orden
principalmente epistemológico: Que tipo de conocimientos puede aportarnos
el estudio del proceso analítico? Que grado de validación pueden
tener?”.
Y seguimos diciendo al respecto:
“El malestar epistemológico que ocasionó el psicoanálisis
desde su creación proviene del choque entre dos exigencias: la exigencia
clínica de los tratamientos, por una parte y la exigencia teórica
de que los conocimientos analíticos se conformen a los modelos válidos
en las ciencias experimentales, por otra parte”.
“Toda reflexión epistemológica acerca del método
psicoanalítico no puede soslayar este hecho fundamental: no puede exisistir
en psicoanálisis la relación que existe en otros campos de conncimiento
entre la ciencia “pura” y la ciencia aplicada o técnica (sea,
por ejemplo, la relación entre la fisiología y la patología
por un lado y la medicina clínica, por el otro), ya que la parte más
importante de los conocimientos analíticos se elaboran a partir de la
situación terapéutica. La terapéutica es investigadora,
la investigación es en sí terapéutica. Este hecho basta
para ubicar el psicoanálisis en una situación absolutamente particular
entre las ciencias, y su desconocimiento ha originado innumerables intentos
de formular los conceptos analíticos en formas válidas en otras
ciencias, intentos que no podían sino fracasar porque se fundamentaban
en una premisa errónea: que los métodos de validación son
los mismos en cualquier campo de investigación. Se llegaba así
a la conclusión de que el “psicoanálisis no es una ciencia”
o que en todo caso, es una “mala ciencia”-”bad science”-,
pero entonces no se podía entender cómo los conocimientos que
adquirió son verdaderos y terapéuticamente útiles”.
“El pensamiento se encontraba entonces (pensamos) cerrado en un impase
teórico. Pero como lo expresa Lacan, quién nos asegura que el
árbol de la ciencia tenga un solo tronco?. Es más probable que
tenga dos. Quizás ciertas ciencias, y no solamente el psicanálisis,
no se conforman a la actitud objetivante de las ciencias en general, incluso
la psicología, por ser ante todo ciencias del sujeto, o de los sujetos.
No discutiremos aquí el concepto lacaniano de “ciencia conjetural”,
ni el status epistemológico de ciencia como la historia, la sociología,
la lingüística y otras, en las cuales la actitud objetivante debe
ceder el paso a la consideración fundamental del sujeto”.
Y concluíamos: “Seguramente, el psicoanálisis es la más
ejemplar de estas ciencias del sujeto”.
Ni que hablar diría, en este contexto, del “Ideal de validación”.
Recordarán ustedes, cuando Freud respondiendo a una pregunta sobre lo
que pasa en un tratamiento analítico, decía: “que hacen?
dialogan”. Pero, en ese texto hemos enfatizado la irreductible convicción
de que, “es un diálogo que supone el inconsciente. Diálogo
significa intersubjetividad, (e insistimos, aclarando...), por divididos que
sean los sujetos que se hablan”.
Es importante, -señalábamos- “darnos cuenta de la discontinuidad
radical que impera entre la ciencia psicológica y el psicoanálisis,
entre la actitud objetivante, y la empresa de”...“este develamiento
de lo más individual del sujeto, (ya que) el proceso mismo que se da
entre este analista y este sujeto que no puede sino instituirse como absolutamente
original”, de ahí esa artesanía, eso que es arte,...(por
lo) “absolutamente original irrepetible casi incomparable”.
Veamos otro esclarecimiento clave y toma de posición, planteado por Baranger
en “La situación analítica como producto artesanal”:
“No consideramos el trabajo analítico como una hermenéutica:
por más que ponga en juego las significaciones, nunca se podría
reducir a la sustitución de una significación por otra. El inconsciente,
llamado a manifestarse en la situación analítica, no se reduce
nunca a un segundo sentido. En esto la crítica de Georges Politzer nos
parece radicalmente equivocada en el punto mismo que fundamenta nuestro trabajo,
en la medida en que esta crítica nos parece desvirtuar el concepto mismo
del inconsciente. No se devela el inconsciente de cualquier manera, no se le
permite surgir o presentarse al azar, no se construye su representación
con cualquier material. Somos conscientes que nuestra manera de concebir el
trabajo analítico lleva a una reconsideración del estatuto metapsicológico
y ontológico del inconsciente, y no pensamos eludir este problema”.
“La construcción del inconsciente, (y aquí vemos claramente
la incidencia de la noción de campo, original y decisiva en el contexto
de la obra de los Baranger), depende de nuestra escucha como analistas, y del
método que nos abre el acceso hacia él, pero, (agrega nuestro
autor, para evitar la sospecha de arbitrariedad), no tan solo de esto.
“Disponemos de ciertos puntos de anclaje”, nos indica. Y aparece
uno de estos puntos de anclaje, cuando indica: “El trauma no miente, (esta
es una de sus lecciones clínico-técnicas), como tampoco miente
el recuerdo encubridor, ya que revela en parte, detrás del encubrimiento,
el verdadero recuerdo traumático”. Y continúa diciendo:
...“no podríamos, en ningún caso, hacer aceptar por convicción
nuestra, a un sujeto, una historia que no sienta realmente como la suya. El
trauma protesta, exige la repetición, manda hasta que se lo explicite.
Las modificaciones que experimenta el sujeto en este proceso de historización,
su posibilidad de librarse en parte de las ataduras inconscientes a su pasado
traumático, de desidentificarse de las identificaciones originadas en
las situaciones traumáticas, nos dan la pauta de la "verdad"
alcanzada por nuestro trabajo”.
Así se define una clave de su obra; podemos concluir recordando la frase
de cierre del que fué su artículo póstumo: “Cuando
hablamos de artesanía, se trata de artesanía fina, en colaboración
con un aprendiz de artesano, alguien que tenga la disposición y las cualidades
requeridas para analizarse, sin importar su patología. Esto es lo que
podemos hacer”.
Y es lo que hacía y pensaba con respecto a lo que es el psicoanálisis...,
es su inamovible convicción.