Dra. Raquel Z. de Goldstein
London, February 1999.
...si nos preocupamos por las orientaciones de
nuestra época, que pone el acento, mucho más que la de Freud,
en los valores realistas y tiende a dar a los niños una formación
que los prepare para las "realidades de la vida". Un realismo ingenuo
llevaría a darle como meta al deseo mismo la satisfacción de las
necesidades...Así se comportan las madres de psicóticos. No nos
alegramos ante la idea de que ello pueda favorecer una adaptación, es
decir que el hombre de mañana sería logrado a título de
false self, analizado quizás por otro false self (un "especialista"
del análisis) y bien adaptado a una sociedad de false selves. No contamos
con ninguna garantía de que sabremos evitar un porvenir semejante.
Octave Mannoni, "La parte del juego"
en "Donald W. Winnicott", edit Trieb
Indeed analysis does not set out to prevent pathological reactions, but should
give the patient's ego freedom to decide one way or another
S. Freud, 1923
Es llamativo y curioso que sean pocos los trabajos psicoanalíticos dedicados
específicamente al tema de la dependencia como la entiende Winnicott
y es curioso porque Freud mismo, desde los comienzos otorgó una importancia
fundamental a la dependencia infantil, a partir de la hilflosigkeit: estado
de desamparo, que señaló como propio del estado de dependencia
absoluta en el que se estructura el sujeto. Este concepto es el eje para los
autores que siguen investigando el psiquismo primitivo, y fue particularmente
para Winnicott tanto como para Lacan, una base fundamental en sus teorías
sobre la constitución psíquica, como veremos.
Sabemos que la estructuración psíquica se inicia “a merced”
y bordeando este “estado de desamparo”, y es ahí que transitamos
como sujetos por siempre, "entre" esta vivencia de fragmentación
y hundimiento que acompaña la hilflosigkeit, y el "júbilo
identificatorio" (R. Z. de Goldstein, FEPAL, 1992) que acompaña
los primeros reconocimientos de la imagen en la mirada, el rostro de la madre
y en el espejo. Es decir, dependiendo al comienzo absolutamente -para sostener
la creciente estructuración psíquica-, de las características
psíquicas y las habilidades de la “madre suficientemente buena”
en la que piensa Winnicott. Esta madre, en posición de asistente y solo
si está previamente habilitada por su propio vivenciar temprano que le
permita reeditar un breve lapso de locura "normal", (A. Green) protegerá,
con la oferta de su rêverie, ese breve lapso de dependencia absoluta que
afianza el fenómeno, tan decisivo, que Winnicott llama ilusión.
Es el estado que -a mi entender- posibilita y sostiene el pasaje, desde la gratificación
alucinatoria y la correspondiente actividad de la omnipotencia del pensar, al
despliegue de los fenómenos transicionales y el pensar paradojal, (R.
Z. de Goldstein, Río de Janeiro, 1997), propio del pasaje del yo primitivo
real, al yo de placer y al yo real definitivo, y acceder así al uso y
manipuleo de los objetos y el principio de realidad, en la salida del autoerotismo.
Ejemplos sobre el carácter especular del yo (moi) y su relación
con la respuesta del otro:
La experiencia del espejo, tomada de Wallon por Lacan, se refiere
a un momento entre los 6 a los 18 meses donde se evidencia la especularidad
de un modo observable de esa manera. De la misma manera que Freud describe el
fort- da en cierto momento del juego infantil también como un observable
(R. Z. de Goldstein, Lisboa, 1998). Pero las leyes que rigen estos fenómenos
rigen toda la vida del sujeto, es decir que son cualidades intrínsecas
del yo y de lo que estructura y sostiene al sujeto. Por lo tanto se pueden demostrar
diversos fenómenos en toda situación humana, que vuelven a mostrar
el modo de funcionamiento del yo y del sujeto; así se puede tomar cualquier
actividad humana y estudiar como se resuelve el carácter especular del
yo. En esa línea tomamos un simple viaje en ascensor, como podría
tomarse una sala de espera odontológica o un contacto cualquiera donde
lo que se evidencie sea el modo de funcionamiento imaginario antes de que tome
el relevo lo simbólico al instalarse el diálogo. Otro ejemplo
muy interesante eran las “antiguas” entrevistas kleinianas con un
extremado silencio y abstinencia del analista, que algunos, para “empeorar”
la situación, completaban tomando notas o grabando al pobre individuo
allí sentado.
Recordamos que la tesis del “Estadio del espejo” (R.Z.de Goldstein,
New York, 1994) es la siguiente: el yo se organiza como una imago coagulada
en una ficción; se cree realizar una conquista de si mismo, al creer
verse completo en un reflejo, en el lugar del otro. Allí se localiza
el “ese soy yo”, cuando en realidad es otro el que esta allí.
A partir de esa conquista imaginaria comienza una preocupación por mantener
lo conquistado, y cualquier iniciativa del otro es vivida como descompletamiento
y fragmentación. Como es inevitable que el otro varíe, la posición
expectante, paranoica, dependiente, es inevitable. Cuando surge una estabilización
transitoria hay alivio y “amor”, y cuando el otro me descompleta
hay inquietud y “agresividad” y si esto progresa a formas más
radicales de abandono, recién surge el odio. Pero, es importante diferenciar
la agresividad imaginaria del odio que es expresión de la pulsión.
Experiencia del ascensor
Al subir en un ascensor con un desconocido lo que se produce es que, durante
un tiempo hay que permanecer en un recinto pequeño, sin nada en particular
que hacer, más que estar, y la presencia del otro se impone, por cercanía
y por que los une un transitorio objetivo común, viajar en ese recinto
hasta cierto momento de ruptura de la relación cuando se llega al piso
que los separe. Todo esto hace que haya una gran similitud, ambos están
para lo mismo en el mismo lugar y muy cerca el uno del otro, pero,... son absolutos
desconocidos y no están establecidas las convenciones previas de relación;
se puede no decir nada, o decir algo y el otro no está obligado por reglas
previas a responder o a mirarnos, etc... Es así que pueden darse situaciones
de mucha tensión imaginaria: si el otro nos mira bien o mal, o con que
propósito. En general, el recurso es buscar pautas convencionales como
saludar, y más tarde, cuando el viaje es largo, surgen los consabidos
comentarios: ¡Qué calor !, que lento anda este ascensor, o alguna
otra observación que deshaga el silencio que es lo que esta forzando
al yo. Si se puede introducir la palabra, el diálogo, se produce un relevamiento
del otro por el Otro, y allí ya surge la subjetividad, con lo que lo
especular en sí, solo, se vela, y queda más como correlato imaginario,
pero, ya el sujeto surgido estabiliza al yo. En el ejemplo de la entrevista
psicoanalítica con mucha abstinencia, la no respuesta intencional del
entrevistador fuerza de tal manera al yo, que siempre, en los informes de ese
tipo de entrevista, veíamos lo que se llamaban ansiedades persecutorias,
es decir: "descubrían lo que estaban produciendo". Muchas veces,
al avanzar la entrevista, estas viraban a ansiedades depresivas, por fenómenos
de recomposición yoica.
Es por todo esto, que me sentí particularmente atraída a profundizar metapsicológicamente el tema de la dependencia.
En este trabajo mi propósito es destacar que:
-La estructura del sujeto es una constitución por siempre inestable,
dependiente del reconocimiento del otro.
-Puede llegar a ser más o menos estabilizada, pero nunca completamente
autónoma e independiente del reconocimiento que proviene del papel de
espejo, de la mirada, en fin, de la dinámica del estadio del espejo.
-La dependencia inicial solo es tal para el observador. Precisamente, en ese
período de Yo primitivo real, casi no hay un alguien que diga Yo. En
esa situación Yo es todo lo percibido.
- Para que exista dependencia percibida como tal por el infans-niño,
debe establecerse la cualidad de alteridad. Sin reconocimiento del otro, y por
el otro, no hay vivencia de dependencia.
- Se evidencian en las teorizaciones actuales, relaciones entre las patologías
de la dependencia inicial y las patologías graves y la psicosomática;
asimismo, estas evidencias promueven "otra mirada" sobre el campo
dinámico de la cura en psicoanálisis, que nutre los progresos
actuales.
- Se puede acceder al grado de independencia humana posible por el camino de
la desidentificación de los objetos patógenos sometedores. Solo
a partir de esta relativización de la dependencia se logra aquella estabilización
y plasticidad creciente que permite, eligiendo, construir la subjetividad en
un proyecto identificatorio personal.
Reconocemos en el psicoanálisis de hoy los efectos sostenidos y multiplicados
de:
Dos caminos importantes
Dentro de los caminos que se abrieron en el psicoanálisis
un poco antes de la muerte de Freud y después, dos parecen presentar
una particular importancia: las corrientes de pensamiento originadas en Melanie
Klein, y precisamente retomando sus impasses teórico-clínicos
-como sucede con Winnicott-, por una parte, y en Jacques Lacan, por la otra.
Su rasgo común es el de haber suscitado polémicas muy acaloradas
y acusaciones de “desviacionismo” -como aún hoy sucede con
Winnicott-, inclusive de haber visto cuestionada su permanencia en la institución
heredera de Freud (la A.P.I.) -como sucedió con Lacan-, y, al mismo tiempo,
de haber despertado apoyos entusiastas y un sentimiento de renovación.
Se desarrollaron según líneas divergentes, entrando entre sí
durante largo tiempo en una contradicción acentuada, pero cada una de
estas líneas no dejó de llevar a descubrimientos, tanto en el
nivel teórico como en el clínico. Naturalmente resulta fácil
mostrar, en ambos casos, cuáles de los descubrimientos de Freud han sido
abandonados y olvidados en esta evolución; como si cada progreso en el
psicoanálisis tuviera que pagarse al precio de un retroceso o de un cercenamiento.
¿Citaremos, entre otros muchos ejemplos, la caída en desuso del
concepto de narcisismo, la tendencia a pasar por alto la historia individual,
el olvido de la castración, el borramiento de la figura del padre, en
las descripciones de Melanie Klein? ¿Citaremos el abandono de la segunda
tópica, el rechazo a tener en cuenta la regresión y los afectos,
la abolición del mundo interno, la distorsión de ciertos parámetros
básicos de la técnica en Lacan?
Sin embargo, a diferencia de otros movimientos que se han resecado y permanecen
en la historia únicamente en función de su fallido intento de
superar a Freud (Jung, Adler, Reich, etc.), el de Melanie Klein y seguidores
como D. W. Winnicott y el de Lacan parecen prolongar, cada uno a su manera y
en sus continuadores, aspectos particularmente vivaces y verdaderos del pensamiento
de Freud. ¿Necesitaríamos recordar aquí la conquista por
la escuela inglesa y por el pensamiento de Winnicott, de nuevos campos para
el psicoanálisis, por ejemplo el análisis de niños pequeños,
la psicoterapia analítica de psicóticos, de los casos “borderline”,
el campo de la psicosomática...y en particular los amplios efectos clínicos
y las consecuencias teóricas que producen particularmente el descubrimiento
de la dependencia inicial y de la función de los fenómenos y objetos
transicionales? ¿Podemos eludir el golpe de timón dado por Lacan
en 1953 al reubicar el descubrimiento de Freud en su verdadero alcance de revolución
en la concepción del sujeto, al revitalizar la función del lenguaje
como herramienta básica del psicoanálisis, al restituir la sexualidad
humana en la auténtica dimensión descubierta por Freud, y ubicar
el estadio del espejo como eje estable de la constitución del sujeto?
¿Podemos olvidar que ambos, con sus descubrimientos han contribuido poderosamente
a rescatar el pensamiento analítico del achatamiento en el cual tendía
a decaer al transformarse en una parte de la psicología, al confundir
la necesidad y el deseo, al borrar la existencia estable de la dependencia,
junto a la prematuración e inermitud inicial -que en los misfits y trumas
hacen lugar a las "alteraciones del yo" y al “trabajo de lo
negativo” como manifestación de la repetición y de lo que
para Freud es la pulsión de muerte-, y al reducir sus ambiciones terapéuticas
a fines adaptativos para el consumo de una sociedad más preocupada de
eficiencia que de verdad?
Nuestro epígrafe nos ayuda a recordar todo esto, con D.W.Winnicott, y
a retrabajar nuestro corpus teórico, reenmarcándolo continuamente.
Identidad, alienación y dependencia
La identificación es a la vez estructurante y alienante
. Es esta característica de la identificación la que sella la
dependencia humana. Recordamos que Freud define a la identificación como
la forma que adopta el primer lazo afectivo.
De aquí se desprende la enorme significación de las características
del otro asistente del primer lazo afectivo (madre suficientemente buena), y
de las condiciones individuales en que se desarrolla el estadio del espejo (según
J. Lacan).
El niño se vive al principio como despedazado, y no hace ninguna diferencia
entre lo que es él y lo que es el cuerpo de su madre, entre él
y el mundo exterior. "Sostenido" por su madre, va a reconocer su imagen
en el espejo, anticipando imaginariamente la forma total de su cuerpo. Pero,
el niño se vive y se posiciona en primer lugar como otro, el otro del
espejo, en forma invertida; por ejemplo: suele referirse a si mismo diciendo
al comienzo, "Juanito quiere dormir", en tercera persona; así
se instaura el desconocimiento de todo ser humano en cuanto a "la verdad"
de su ser, y su profunda alienación en la imagen que se va a dar de sí
mismo.
Se destaca este tiempo de reconocimiento de la imagen de su cuerpo, en la expresión
de júbilo identificatorio del niño, que se vuelve hacia su madre,
la mira para demandarle que con su mirada autentifique su descubrimiento; es
por esta madre cuya mirada lo mira, y lo reconoce otro, y lo nombra, que el
niño encuentra un rango en la familia y en la sociedad, habitando en
el registro simbólico, que le garantiza cierta estabilidad.
Si la cura psicoanalítica tiene un fin, no puede ser otro que la desalienación,
por desidentificación de ciertas identificaciones arcaicas, en la medida
en que ésta sea posible, pero no la desestructuración.
Esto nos lleva a diferenciar tres tipos de identificaciones: identificaciones
estructurantes, identificaciones mal estructurantes, e identificaciones resueltamente
alienantes, es decir patógenas, que provienen de "vínculos
enloquecedores" (J. G. Badaracco ha descripto estos núcleos con
el nombre de "objetos enloquecedores"). La evidencia que tenemos de
este tipo de identificaciones patógenas está en sus resultados:
sabemos que muchas de las “alteraciones del yo” que Freud ubicaba
como una de las tres dimensiones etiológicas que fundamentan las neurosis
y hacen obstáculo, a veces insalvable en la cura, provienen de identificaciones
nocivas, producto traumático de los tiempos de dependencia absoluta e
inermitud, propicios para la aparición de estados esquizoides, uno de
los temas centrales en los desarrollos de Winnicott. El desidentificarse de
estas identificaciones arcaicas y virtualmente patógenas, constituye
uno de los momentos esenciales del tratamiento analítico. Pero ¿cómo
entender esta desidentificación?
Nuestro trabajo con estas identificaciones que podríamos llamar “duras”,
representa uno de los mayores desafíos clínicos, ya que, como
lo sabemos, es característico que las personas más sometidas y
dependientes, y aún las patologías borderline, huyen horrorizadas
ante la situación transferencial que invita a entregarse a una regresión
a la dependencia, aún transitoria, como se lo propone la situación
analítica. (D. W. Winnicott, "Aspectos metapsicológicos y
clínicos de la regresión a la dependencia en el marco de la situación
analítica..fecha???.).
Solo podemos dejar señaladas algunas formas de desidentificación
esenciales, como ser las desidentificaciones que se presentan en forma espontánea
a lo largo de la vida, la desidentificación que llamaremos "por
desduelo" y la desidentificación "por autotomía narcisista",
si bien nos interesa en particular una de ellas: la desidentificación
del “objeto enloquecedor”, uno de cuyos ejemplos paradigmáticos
es la madre imprevisible como objeto enloquecedor, situación clave -a
mi entender- en los tipos de dependencia patológica que más frecuentemente
encontramos en los orígenes de las patologías graves y las modalidades
de falso self, según D. W. Winnicott .
Historización y desidentificación
Al principio, las identificaciones no tienen historia. Observamos
sus resultados, en nosotros mismos, como rasgos de carácter, como conductas
o situaciones repetidas que van moldeando nuestro destino. En forma espontánea,
solemos atribuir muchas de ellas a antecedentes familiares genéticos
como el color de nuestros ojos, la forma de nuestra nariz. Ambos tipos de rasgos
nos parecen naturales e integrados a nuestra sustancia. Han caído en
el olvido tanto los momentos, períodos o situaciones de identificación
como los motivos que nos llevaron a ellos.
Esta mudez de las fuentes de la identificación se asemeja a las situaciones
traumáticas, y efectivamente muchas identificaciones se producen como
intento de desenlace de tales situaciones: se trata de las identificaciones
más arcaicas y más “duras”, mientras otras se han
sedimentado de a poco por la convivencia con la persona real que les sirvió
de modelo, por la inmersión del sujeto en determinados grupos humanos,
por su participación en múltiples discursos ideológicos.
El trabajo de la desidentificación será muy distinto en ambos
casos pero las primeras albergan muchas más virtualidades patológicas
que las segundas. Nos limitaremos, en lo que sigue, a la descripción
del trabajo sobre las identificaciones fundamentadas en situaciones traumáticas,
Otorgando a este término el sentido amplio que Freud le da en Inhibición,
síntoma y angustia y en obras ulteriores.
El acceso a tales situaciones no puede conseguirse sin un trabajo de historización
del trauma que dio lugar a tales identificaciones. Para ello disponemos de elementos
de distinta índole que permiten esta reconstrucción a posteriori.
Utilizamos los recuerdos disponibles en la anamnesis del analizando, alcanzables
a través del levantamiento de represiones, el análisis de sueños,
recuerdos encubridores, etc. Pero estos recuerdos tienen siempre un límite,
variable según las personas, y difícilmente nos llevan hasta las
situaciones traumáticas patógenas. Podemos complementarlos con
el análisis de las historias contadas al paciente por sus parientes próximos,
de los mitos y las novelas familiares. Las identificaciones traumáticas
más arcaicas se hallan rodeadas de un vacío histórico,
de una ausencia de representación que condenarla nuestro esfuerzo historizador
a la incertidumbre de la fantasía si no tuviéramos a disposición
la repetición transferencial y la percepción contratransferencial
de las situaciones de identificación traumática.
Se trata de situaciones de inundación y desamparo con la vivencia de
una desintegración amenazante en las cuales el sujeto tiene que recurrir
a cualquier medio para evitar la catástrofe. La identificación
con el objeto involucrado, y con el vínculo confuso entre sujeto y objeto,
parece ser el recurso quizá más primitivo para evitar el desmoronamiento.
Esto tiende a resurgir en la situación analítica, dando lugar
a un campo que hemos descrito en otra parte (1) como caracterizado por la parasitación:
el analista se encuentra momentáneamente inundado, habitado, “enloquecido”
por un cuerpo extraño, hasta que puede verbalizar la situación
del analizando, restituirla en su contexto histórico y desmenuzar los
mecanismos en juego. Estas situaciones arcaicas pueden entonces ser vinculadas
con otras situaciones más recientes y menos extremas en las cuales el
trauma inicial y su resultado identificatorio aparecieron otra vez en contextos
distintos accesibles a la memoria del sujeto. Este, si esta vinculación
es bastante precisa, puede entonces adquirir la necesaria convicción
acerca de las situaciones originales de la historia que permanecen inaccesibles
al recuerdo en forma de representación.
Cabe puntualizar que dentro de estas situaciones traumáticas generadoras
de identificación tienen particular importancia las situaciones vividas
ulteriormente con las mismas personas y la adquisición identificatoria
de sus maneras de lidiar con la angustia.
La repetición transferencial del vinculo inicial dentro del vinculo analítico,
la historización progresiva, el reconocimiento de los mecanismos en juego,
la discriminación de sus consecuencias patógenas, permiten a la
vez el paulatino “desgaste” de la situación traumática
y el abandono de la identificación patógena. En el mejor de los
casos.
¿Quién necesita a quién?
En esos "tiempos arcaicos", en los cuales la así
llamada por Freud materia percipiente, es "pensada y hablada" por
"ese otro", amo absoluto que va a aportar el indispensable auxilio
ajeno -el otro al cual P. Aulagnier llamó la sombra hablada y al que
Ch. Bollas investiga en "Lo sabido no pensado"- se genera un campo
o contexto fundante, “estado de encuentro” lo llama P. Aulagnier,
en el cual ambos se necesitan y dependen, si bien diferentemente, para crear
las condiciones de posibilidad que darán origen a un nuevo sujeto.
Es precisamente en estas épocas actuales, en las que se habla de nuevas
patologías y de nuevos abordajes técnicos para estas patologías,
que emerge con fuerza la importancia de avances clínico-teóricos
que provienen de la evolución que trajeron estos dos movimientos.
Sin entrar en la discusión sobre la validez de estas nuevas patologías
y abordajes, trato de remarcar en esta presentación la significación
de un tipo de comprensión que surge de la no ingenua ”observación
directa” de ese encuentro, hecha por el psicoanalista Winnicott, y su
interpretación metapsicológica, que sigue promoviendo profundas
revisiones, que contribuyen , para muchos analistas, a la comprensión
de "la clínica de la desidentificación" y del "trabajo
de lo negativo" y las "alteraciones del yo".
Los psicoanalistas y lo arcaico
Los psicoanalistas siempre estuvieron fascinados por lo arcaico,
e intentan “observar” psicoanalíticamente el período
preverbal, con el deseo de “poner en evidencia” los contenidos involucrados
"en los supuestos intercambios” que inician la intersubjetividad
y la constitución del sujeto.
Se hace imprescindible considerar, junto a lo que entendemos como elaboración
imaginativa, el poder estructurante o patógeno que tiene el accionar
materno en su dimensión auxilio ajeno, como presencia en la realidad,
y según la cualidad de su deseo consciente e inconsciente.
Por ejemplo: la reaparición oportuna de la mamá del nietito de
Freud, permite que el juego con el carretel sostenga la angustia ante la ausencia,
evitando la producción de escisiones y replegamientos patológicos,
que serían imprescindibles para cortar con una vivencia de dependencia
aniquiladora en el caso de prolongarse traumáticamente su ausencia (H
Searles, "Dependency processes in the psychotherapy of schizophrenia").
Observación, resignificación e interpretación.
Winnicott hace pasar su "observación" de lo intersubjetivo por la resignificación e interpretación psicoanalítica que proviene de su esquema referencial propio y personalísimo, que no tolera recortes ni “objetivaciones”, que le parecen pseudocientificistas. Expone las conclusiones a partir de una "mirada" renovadora, porque "ve" el campo intrapsíquico entramándose dinámicamente con las singularidades de lo intersubjetivo naciente, y lo transgeneracional en el papel de la familia, dinamizando el contexto fundante del psiquismo.
Variedades de la dependencia
Pensamos que para hablar hoy de la cura, las identificaciones
y la desidentificacación debemos precisar el rol de la dependencia en
la estructuración psíquica, la salud y la patología, y
establecer algunas diferencias:
1)-El plano de la dependencia de supervivencia. Partiendo de la necesidad, el
infans-niño practica con la angustia, sosteniéndo-se en el objeto
transicional, en presencia del otro adecuado, el ayudante que aporta el auxilio
ajeno. Esta presencia calificada sostiene la estabilización gradual de
la dimensión del otro, heredero de la instancia que Freud llamó
“otro prehistórico inolvidable”, el del primer amor, la madre.
2)-El campo de la dependencia en lo escópico, que articula la mirada
con la mirada de la madre, y constituye la dinámica básica del
estadio del espejo.
Los desarrollos introducidos por J. Lacan con su estudio psicoanalítico
en base a la observación etológica sobre el estadio del espejo,
de 1949, imponen una ineludible y feliz articulación, -que ya reconoció
el mismo Winnicott-, con los contenidos que éste elabora en su artículo
de 1967, titulado “Papel de espejo de la madre y la familia en el desarrollo
del niño”.Allí se da lo que Freud llamó “nuevo
acto psíquico”, acto que funda el narcisismo. Este conjunto conceptual
nos permite retomar lo que señalábamos respecto de la identidad
y la alienación, donde identificación y dependencia inicial se
anudan al otro. Es lo que Lacan define como un “nudo de servidumbre imaginaria”,
que si bien nos permite jugar a solas, también nos impone las eternas
tratativas sociales con los otros de la fratria, la convivencia y las instituciones.
3)-La dependencia en la dimensión de lo intersubjetivo, que incluye la
metapsicología de la desafiante dialéctica constitutiva de lo
intrapsíquico, situada a mitad de camino entre la creación de
la fantasía (Freud, manuscrito M), y los efectos de la persona singular
real presente en los tiempos originarios en el campo del contexto fundante,
teniendo en cuenta el complejo status psicoanalítico de la noción
de real y realidad. Este enfoque instala el difícil debate actual “pulsión-objeto”,
que suele derivar en una falsa polarización entre “instintivistas
ó ambientalistas", que a menudo involucra críticas a Winnicott.
Para salir de este atolladero, es útil retomar la noción de trauma,
y la descripción que hace Freud del amo en “Enamoramiento e hipnosis”,
así como la teoría de la seducción inaugural, con lo cual
se vuelve a evidenciar la amplitud y vulnerabilidad del estado inicial de dependencia
psíquica.
Freud, en “Pulsiones y destinos de pulsión” destaca en una
llamada al pie, que el desarrollo del yo de placer depende de la asistencia
parental. Por otra parte ya es imposible minimizar en el psicoanálisis
el valor patógeno de los déficits y misfits del otro, como madre
no suficientemente buena; la posición de ayudante le otorga ese "poder"
determinante en la estructura y el destino del infans-niño en constitución.
Al hablar de la dialéctica de lo “intrapsíquico-intersubjetivo”,
nos colocamos en una complicada y escurridiza dimensión metapsicológica;
se presenta como un campo dinámico de inefable tópica, donde transcurre
ese "estado de encuentro" que implica a la madre y su inconsciente,
el medio ambiente que deberá ser "facilitador", y el árbol
genealógico singular, como decíamos, en cuya psicopatología
"leemos" -en las patologías graves- la presencia de aquellas
fallas estructurales que nos permiten acompañar en el tratamiento analítico
los desafíos que nos presenta la depencencia temida, tal como la enfoca
Winnicott.
La técnica se refina y se amplía la comprensión de cierto
tipo de dolor mudo y de masoquismo.
En la clínica, la dificultad en hacer tolerable la regresión a
la dependencia nos evidencia, contratransferencia mediante, aquellos terrores
no superados, por fallas graves en el holding físico y psíquico
(Valenti Leonor, P. Alegre, 1997).
Podemos considerar que la constitución psíquica, que es efecto
de un encuentro y de una particular forma de intersubjetividad por donde “transita”
la identificación como primer modo de ligamen afectivo recibe los efectos
transgeneracionales de aquellas singularidades del deseo parental ante la cría
humana como un poder que impone su marca, llevado por la madre, que en un breve
estado de “locura normal”, transmite.
Este campo es intra, inter y trans.
La contratransferencia del analista será, el “instrumento”
privilegiado para resonar en el proceso del registro y del desciframiento-interpretación,
-dinámica que investigó ampliamente Bion-, volviendo pensables,
es decir, interpretándolas, y así transformándolas en mensajes
dialogables para la cultura, por medio de la historización a las angustias
primitivas impensables y del orden del derrumbe somatopsíquico que se
presentan al vivenciar en la situación analítica como campo dinámico
(M. y W. Baranger).
La técnica se refina y se amplia la comprensión de cierto tipo
de dolor mudo y de masoquismo. Aquí se inscribe la búsqueda emprendida
por D.W.Winnicott y otros que exploran “esa región más allá
del placer”, como la definimos con Freud.
Dimensión o región que Green entiende, con razón, como
“lo arcaico, pero, a posteriori”, teorizando sobre los efectos psíquicos
del estado de “madre muerta” del objeto primitivo en paralelo -según
mi punto de vista- con el objeto interno muerto/vivo según W. Baranger,
este es un tipo de objeto inasimilable e imposible de abandonar.
La dependencia de supervivencia aparece -a mi entender- en los escritos de J.
McDougall en “Teatros del cuerpo” como estados tempranos de una
matriz psiquesoma (R.Z.de Goldstein, Milano, 1997); su trabajo metapsicológico
ubica las patologías de estos tiempos arcaicos, como fallas en el delicadísimo
juego de diapasones que acompaña el estado de un "cuerpo para dos",
que predisponen a las somatosis.
Frances Tustin, -buceando en el escurridizo autismo neurótico-, logra
clínicamente significativos avances teóricos y técnicos.
Es este el objeto que imposibilita la transformación de la dependencia,
y la desidentificación de la que hablábamos al comienzo. Esta
desidentificación de los aspectos madre muerta-viva e insuficiente se
traba por ser ella misma extremadamente dependiente para existir, de la mirada
del infans. ¿Se juega una muerte?.
En el campo de la situación analítica, transferencia-contratransferencia
mediante, se repite la realidad traumática vivida y las reacciones originadas
en las identificaciones patológicas y patógenas. El analista "encarna"
las fallas y los misfits de los que habla M. Khan y es esencial como factor
antitrauma. El carácter que asume esta repetición, nos evidencia
además que la dependencia alienante y las identificaciones patológicas
están moldeadas sobre ciertas cualidades objetivas y fallas estructurales
historizables de los participantes del “campo del contexto fundante”.
Las secuencias que preceden y acompañan estos acontecimientos traumáticos
estructurantes, son en buena parte fechables, como lo mostró Freud en
"El hombre de los lobos", casi como un observable, y Winnicott lo
amplía hasta instalar conmociones teóricas y técnicas,
en la vía de "otra mirada” para el psicoanálisis y
los psicoanalistas.
En tanto el desajuste pulsional inicial, propio del vivir, se sostenga en una
dimensión motriz y tolerable, lejos del trauma y de la sumisión
gracias a la eficacia de los partícipes del campo fundante, se afianzará
el investir y el alucinar del desear que, surgiendo en "el jugar universal",
dará lugar no solo al sobrevivir, sino a la posibilidad de vivir, basada
en la correlativa y esencial capacidad de soñar, ... dormido y despierto.