Encuadre y analizabilidad
Encuadre, cura y desidentificación

Raquel Z. de Goldstein
Febrero, 2002.

Freud dice, en el Esquema del Psicoanálisis, 1938, Tomo XXIII, pag. 174:
“Celebramos un pacto (Vertrag; “contrato”) (destacado de Freud).
“Pero no se puede esperar eso del Yo del psicótico, incapaz de cumplir un pacto asi,”...” se nos impone la renuncia a ensayar nuestro plan curativo en el caso del psicótico. Y esa renuncia puede ser definitiva o solo temporaria, (hasta que hallemos otro plan más idóneo para él”) .
“Existe, sin embargo, otra clase de enfermos psíquicos, evidentemente muy próximos a los psicóticos: el enorme numero de los neuróticos de padecimientos graves. Las condiciones de la enfermedad, así como los mecanismos patógenos, por fuerza serán en ellos los mismos o, al menos, muy semejantes. Pero su Yo ha mostrado ser capaz de mayor resistencia, se ha desorganizado menos .Muchos de ellos pudieron afianzarse en la vida real a despecho de todos sus achaques y de la insuficiencia por estos causadas. Acaso estos neuróticos se muestren prestos a aceptar nuestro auxilio. A ellos limitaremos nuestro interés, y probaremos hasta donde, y por cuales caminos, podemos “curarlos” ”( destacado nuestro).

 

De estas frases del epígrafe freudiano, se desprende una fuerte alusión a los llamados estados borderline y patologías graves, y un desafío: buscar con Freud y los postfreudianos, “hasta donde, y por cuales caminos, podemos “curarlos””. Es un buen centro para el trabajo que nos proponemos hoy: la búsqueda de “otro plan más idóneo”..., lo que nos remite, a mi entender, a jerarquizar dentro de la psicopatología, un encuadre intermedio, entre el encuadre clásico, propio de las neurosis de transferencia, y el trabajo psicoanalítico con las neurosis narcisísticas. Tres zonas o áreas que se superponen en nuestra clínica de hoy.
La situación analítica está delimitada por lo que llamamos setting o encuadre.
Este marco, fijo y estable, crea un contexto para el desarrollo de los fenómenos del campo del encuentro. El contexto así contratado por ambos, -de común acuerdo, si bien con reservas y fantasías diversas del lado del analizando-, va a permitir, poner en escena a través de la regresión el otro contexto, el de los tiempos constitutivos. El eje de aquél contexto fundante, como lo llamaría, es “el otro prehistórico inolvidable” (Freud, “Carta 52”).
Ese otro, sería encarnado por el analista, que se presta, al ofrecerse como trasfondo y soporte del encuadre, equipado con su escucha específica y su reverie bioniana.
Este artificio(4) único, el encuadre así concebido, recorte virtual espacio-temporal, en rigor utópico y atemporal, prepara la escena”, a la espera de ser habitada por una muy especial pareja de soñantes, analista y analizando en transferencia .
Es lo que Freud inventó, y sigue siendo la clave.
Todo lo que hacemos como analistas desde el instante de la primera intención del que demanda tratamiento, es proveer, artesanalmente –diría W.Baranger- al sostenimiento, asimétrico, de esta especie de escenario que espera el comienzo de la obra. Mientras tanto, es con nuestro encuadre y nuestra teorización flotante(2), que vamos llevando la situación analítica, “a la escucha de”.....

Lo primitivo en las patologías graves

“Volver a soñar”, metafórica y literalmente, con y para alguien, lo cual implicará arriesgarse a retomar las vivencias de derrumbe, y las hebras embrolladas del entramado psíquico abortado, ensayando juntos habitar de nuevo la zona transicional, actividad que se perdió durante los multitraumas de los misfits iniciales, los que generaron trauma.
Sabemos que antes del colapso que precede al derrumbe, los riesgos de la irreversibilidad que acompaña las vivencias de dolor psíquico en el estado de desamparo, promueven defensas y parapetos. Son los encierros autistas y fantasmas sexuales(23), que hoy consideramos esenciales en el autosostén y la supervivencia psíquica(23).

El encuadre imposible

Se trata de un complejo de defensas esquizoautistas; son algunas de las bases de las neurosis de padecimientos graves, de las que nos habla Freud. Tal vez el amplio grupo de las estructuras no neuróticas, inclasificables, ¿inanalizables?..., de cuyo imposible encuadre queremos ocuparnos aquí .
Es consabido que el encuadre es considerado una parte, tal vez la más fija, de la situación analítica. La parte que así queda fijada, estabiliza un marco que debe permitir al analista investigar las variables. Consiste, clásicamente en respetar aquellas normas, que como presupuestos explícitos deben cumplir analizando y analista para iniciar los encuentros y el proyecto pactado. No hay casi nada de eso en estas patologías, todo se mueve, excepto la intención de comprender y sostener la situación desde un lado, y el pedido de auxilio desde el otro.

Pero, además, hay varios encuadres en juego.

Y no todos fijos, ni estables, ni conscientes. Esto es parte de la compleja cuestión que deseamos debatir hoy, puesto el interés en las fronteras de la analizabilidad.
Podemos reconocer varios encuadres en juego en el campo psicoanalítico que se genera al establecerse el inicio de la relación analizando analista. El analizando acepta manifiestamente el encuadre que le propone el analista. Pero muy otro es el encuadre que inconscientemente espera encontrar y dentro del cual establecerse. Esto solo se pondrá en evidencia y se transformará en material procesable, cuando se produce, en el curso de la cura, alguna “falla” del encuadre, por parte del analista. Sino permanecerá mudo, y es otro desafío para el analista el detectarlo. Otros encuadres se encuentran del lado del analista: uno, su actitud profesional, otro puede surgir en su contratransferencia como parte de los deseos que animan el campo dinámico de la cura(4) (5).
Luego de trabajos como los de J. Bleger(10) y otros, comenzaron a estudiarse ciertas características de la situación analítica, que parecen aptas para contener expectativas de un tipo de vínculo y de comunicación de modalidad primitiva(23). Estas expectativas inicialmente mudas en el encuadre, y cuya evolución clínica como dijimos, está atada a las fallas o ciertos cambios del analista y su encuadre, se manifestaban sorpresivamente, no habían podido ser tomadas dentro de lo procesal, previamente. Simplemente no existían como material. Estaban encapsuladas y activas en “el encuadre”. Se manifiestan como un tipo de fantasía particular y específica -vivida consciente o inconscientemente-, dentro del ambiente o “medio” del encuadre, proviniendo del baluarte individual (W. Baranger) (9), o como baluarte compartido, del analizando y el analista, o sea como baluarte del campo(5) (M. y W. Baranger).
Estos descubrimientos y otros correlativos, han contribuido enormemente a la ampliación del campo de la clínica sin dilución de la especificidad del psicoanálisis.
Tenemos buenas razones para sospechar que cuando Freud señala, por ejemplo, que el analizando “ve en él (en el analista) un retorno –reencarnación- de una persona importante de su infancia, de su pasado, y por eso transfiere sobre él “ sentimientos y reacciones que sin duda se referían a ese arquetipo”, no se trataría solo de un miembro de la pareja parental, si no de “aquel otro prehistórico inolvidable” cuya ubicación clínica y significación metapsicológica enriquece la investigación sobre borderline y patologías severas de la psique o del soma, a quien va a dirigirse ese otro tipo de transferencia. Reclamos..., inicialmente tácitos y mudos, quedan ilusoriamente actuados, enquistados “en” el encuadre como continente funcional(16). Solo cuando el analista encarna, con conciencia de esto, a aquel otro que es también el del amor inolvidable, con sus anhelos y nostalgia erótico-narcisista, el del rêverie primitivo, puede retomar en sus quiebres y fragmentos el trabajo de figurabilidad del que nos habla Botella.
Desafío aún más complejo, nos presenta el estado clínico de “estos neuroticos (que aunque) se muestren prestos a aceptar nuestro auxilio” se encuentran presos del terror que acompañó el colapso, por lo cual son expertos en el trabajo de desobjetalizacion(18) y no cambio(15) según J.G.Badaracco.
Freud nos recuerda al respecto que “entre los neuróticos hay personas en quienes, a juzgar por todas sus reacciones, la pulsion de autoconservación ha experimentado ni mas ni menos que un tras-torno (Verkehrung)”. Aun así, lo escuchamos; siempre hay alguien -diría yo- que relata y odia, alguien que anhela contar -aunque aparece tan deformado el relato humillante, por amor al Amo-, que cual un moderno Schreber, esconde su vergüenza de amar así, y espera...a alguien que acepte sentirlo y pensarlo juntos, tantas veces...
Para ese moderno Schreber, testigo impotente y solitario de una felonía, de un crimen de lesa humanidad, -trauma presexual, al que Freud individualizó tempranamente-, es una esperanza contar con alguien que, aún siendo difícilmente confiable, parece ofrecer la escucha con-movida y “decible” de ese abuso, de ese horror secreto, de haber sido impotente presa en las miserias de algún goce, en el otro, sin embargo amado e imprescindible...(pensamos en las ideas sobre un “incesto consumado”, según S. Leclaire) (21)
Este encuadre virtual tan privado que ofrecemos, teatro de ensayo donde afecto, vivencia y palabra se entramarán lentamente, es asumido por ambos, aún cuando “el loco”, “el gozador de la inmolación” quiera demostrar que ya es tarde, que nada importa..., pero, no es así. Recordar a J. B. Pontalis en su feliz expresión, título de un artículo: “No, dos veces no” (25) ayuda a alejar, en la contratransferencia, el fantasma de la renuncia, el recurso a la reacción teurapéutica negativa.
Aquí, en esta dimensión del masoquismo entronizado, matriz de la psicopatología de lo casi no analizable, comienza aquel forcejeo casi interminable, con un sobreviviente anestesiado ante los intentos del analista de avanzar en la devolución de la angustia motriz, que es expulsada infinitamente con horror. Está solo interesado en la búsqueda de un testigo del dolor, la humillación y la impotencia, de alguien que vea y sienta lo que sucedió, antes de morir en vida y entregarse al amo. Pero,... algo se recuerda y aún se añora y es nuestro recurso: el placer de vivenciar y entender (“La estructura de la maldad”, Ch. Bollas) (11) .
Habrá que esperar, con nuestra mente en el encuadre, a la aparición de una buena razón para ceder este baluarte, tal vez...
Vemos que se superponen las zonas, aparentemente claras y distintas, del encuadre de las neurosis de transferencia, y la azarosa y artesanal terapéutica de las neurosis narcisisticas.
El encuadre de estas otras variables de la clínica y del encuadre de la espera, cuyos fenómenos de transferencia-contratransferencia se despliegan en esa zona o encuadre intermedio de oscilaciones y superposiciones, reclama mucho del analista, por que estas personalidades, dotadas de una fuerte capacidad yoica y una presencia eficaz en el mundo, decepcionan o tratan de llevar su anestesia al analista, afectando su deseo de deseo.
Pirandello, sólo en la instancia con su madre muerta, llora y comprende que ha perdido quien lo piense,...

Identificación y desidentificaciones

Estos efectos de las variantes clínicas de la madre muerta(19), y de la madre impredecible, (concepto winnicottiano imprescindible en los cuadros graves y borderline) se evidencian en las relaciones entre el trauma y los desgarros, alteraciones o “deformaciones del Yo” de los análisis que parecen nunca comenzar. Es en la historia de los traumas y en las genealogías, donde ubicamos su corolario: la identificación con el perseguidor, cuna de las identificaciones patológicas y patógenas, alienación sobre la cual trabajamos en la cura, buscando lentamente la desidentificación, a través de la insoportable objetivación desalienante. Se trata de hacer soportable una autotomía narcisista(8).
Estos descalabros del contexto fundante estan centrados en el dolor psíquico, afecto que afecta el pensar representacional.
El analista, preservado y con la distancia afectiva adecuada, siempre en recuperación, -además de atender a los sufrimientos con la realidad actual-, escucha, buscando pensar y decir lo impensable no dicho, y ligar al sujeto en una representación de sí, para otro.
Sabemos que hablamos también creando una historia, una versión que le sirva al paciente.
“Nuestros recursos hoy” (lo que hacemos hasta entrar en la otra escena).
¿Acaso nos preguntamos -para aceptar en la consulta las patologías de borde, los estados inclasificables- si debemos optar entre un modelo de aparato psíquico cerrado, o abierto, o entre un enfoque ambientalista o instintivista, o forzar -a mi entender- una discriminación pulsión\objeto, o diferenciar pregenitalidad\genitalidad, para acompañar creativamente la comprensión de la intimidad de los procesos de “esa cierta anormalidad”? (23)
¿Acaso la intensidad de estos debates, hiperactuales si los hay, deben apartarnos de seguir pensando la clínica de frontera, la clínica de los bordes del Yo, de un Yo que, por definición, es en sí mismo“ un fenómeno de borde”, de este “actual” más expuesto hoy a lo que Giorgio Agamben explora en los efectos de la destrucción de la experiencia? (1) Es la clínica del malestar, pero mudo, y del colapsar de la imaginación entumecida por un estado de fragmentación y supervivencia.

El encuadre: la realidad suspendida y “la otra escena”

¿Se puede, -con el encuadre en transición, flexibilizable y sustentable en su elasticidad en la mente del analista, junto a la disposición cualificada del analista actualizado también en la clínica que exploró Winnicott y muchos otros-, intentar una experiencia que, en palabras de O. Manonni(22), busca, por medio de la adecuación de un espacio para la fantasía, que se logre un suspenso de la realidad como en el teatro? Es lo que nos proponemos, cuando…Del lado del analista, trabajamos en el interior y con la idea del encuadre virtual, a la espera de su uso para soñar.
Freud es bastante optimista: aclara que el clisé “no se mantiene del todo inmutable frente a impresiones recientes”. El psicoanálisis es también deconstrucción.
La lucha se entabla. Y los cortes, el pago de las sesiones y el hecho de que hablan(7), imponen día a día la atracción de la realidad de la vida, del Aha-Erlebniss que acompaña el juego del espejo, de la ananké freudiana, por sobre el clisé patógeno(12), que solo comanda la repetición, la compulsión y la regresión en un entramado apretado de pasiones pulsionales.
Por fin, la entrada en la otra escena, inaugurará el “soñar despierto”, ensoñación también en el sentido en que Freud lo entiende en “El creador literario y el fantaseo” (14).
Los fenómenos transicionales y la ensoñación crean la tópica donde estos trabajarán, recién entonces. A solas, en presencia del analista que, acompañará, para sostener con el analizando el enhebrado de las vivencias como experiencias pensables. Articulan una narración y un argumento causal, historizable y personal.

Una breve vignette clínica.

Este fragmento nos permitirá pensar en ciertos procesos de esta clínica que, como en el magnífico relato que hace Guntrip de su segundo análisis con Winnicott, señalan la búsqueda de “algo que aún no estaba bien en él”, luego de un extenso y satisfactorio análisis con Fairbairn(20).
Se trata en este caso -que guarda ciertas similitudes con lo que acabo de recordar, respecto de Guntrip-, de una mujer joven que me pide con sencillez una entrevista. En esa entrevista, relata armoniosamente, -si bien con un tono ligeramente depresivo y monocorde, y con un visible deseo temeroso de mirarme a los ojos, rasgo muy significativo que recuperamos a los pocos meses de trabajo, referido a su terror ante el talante violento e impredecible de su celosa madre de la infancia- que me busca para trabajar conmigo, particularmente motivada por una escena que presenció, y que mantuvo in mente hasta ahora. La escena que me describe se refiere a una circunstancia -que ella observa a distancia-, en la que mi hija y yo nos acercamos y mantenemos un diálogo, en un lugar al aire libre. Lo que observa, le resulta particularmente cálido, -palabra que luego utiliza con frecuencia-, y le despierta el deseo de experimentar algo así. Por lo cual se queda por bastante tiempo con la idea de buscarme, según ella lo enfatiza. Esta joven y bonita mujer, que se reconoce algo tímida, exitosa madre y profesional, me relata que tuvo un prolongadísimo y satisfactorio análisis de alta frecuencia semanal, con un psicoanalista que ella define, acentuando suavemente el dato y con conocimiento, como kleiniano, y al cual le queda reconocida, -me dice en forma convincente- por importantes efectos curativos, tales como la desaparición de angustias graves, y de ciertas fantasías juveniles. En los motivos de consulta, explica también su preocupación por una actitud de bloqueo afectivo y erótico, que surge cuando supone que “hay otra”. Reacción de la cual no solo se percata, si no que la mueve a querer indagar. Reconoce y expresa cierto grado de sufrimiento, lo cual ambas constatamos. Es también lo que la trae a mi consulta. Brevemente diré que su nacimiento estuvo rodeado de una atmósfera de muerte de un ser muy cercano, poco tiempo antes de ella ser engendrada.
También nace, poco tiempo después de ella, una hermana.
La idea que descubrimos juntas, -trabajando cara a cara, y a su pedido, en una sesión semanal prolongada-, es: “yo quiero entrar en esa escena, con esa analista mujer -con esa madre que vi interactuar con su hija- para mí”. Viene para intentar resolver, como Guntrip, la causa de ese “algo que sabe que aún no esta bien en ella”.
Winnicott, su encuadre y la regresión -temida y añorada- a la dependencia, parecen explicar estas demandas de reanálisis(26).
No es casual, -y muchos estamos explorando esta ruta abierta-, que Bleger, en 1966(10), comience su articulo seminal, rubricando con Winnicott una alianza capital.

Algunas conclusiones provisorias.


Se amplió decididamente la “noción de material”(3) con la reconsideración de W. Baranger, lo cual dio impulso al estudio de la situación analítica como campo dinámico.
Esta idea también da lugar a la primacía clínica y teórica de la metáfora del garabato, el juego del squiggle, nuestro shibboleth clínico, clave para aventurarnos en lo que definiríamos como ese tercer encuadre dinámico intermedio.
Las perspectivas del campo transferencial-contratransferencial de esta clínica “en espera de”..., reeditan la dimensión estructurante del juego y contrajuego materno. Este es el juego que puede reabrir el espacio “potencial”, utópico y atemporal, y las condiciones para el ejercicio de la capacidad metafórica y discursiva, que acompaña -como en el juego del carretel-, la inscripción de la “recuperación” del objeto perdido. Es gracias a la fuerza clínica de esa alianza creciente entre un artesano y “un aprendiz de artesano”, que se pone en tensión productiva el trabajo con el significante.
El analista, para sostener ese estado -propio del encuadre virtual y su dimensión psíquica tan singular-, activa una especie switch técnico instantáneo -que adquirió y debe preservar continuamente-, lo cual le permite a el también “entrar y permanecer en ese espacio-tiempo” sin tiempo ni espacio, prólogo atemporal y utópico del soñar despierto(14), de un rêverie conjunto. Esto implica un cierto retiro o repliegue del analista, como espectador participante en una especie de teatro privado, técnicamente inventado ad-hoc para la cura humana. Espera, en ese estado, los indicios para recién intervenir.
Saber si estamos en la escena de la realidad o ya en “la otra escena”, en palabras de O. Manonni, es todo lo que importa.
La espera, la conducción y la decisión de intervenir es un todo artesanal, entendido esto como lo opuesto a técnico, -en el sentido de situación experimental, racional- es lo opuesto a un modelo rigurosamente objetivo, idea que predominó en la formación de Freud, pero con la que se enfrentó a partir de su escucha del deseo en la histeria, y del caso Dora.
Es en el trabajo clínico en ese espacio virtual, potencial y artesanal, donde se dan las condiciones apropiadas para la experiencia de la pérdida representable; ahí, en el campo del aquí y ahora del jugando, dimensión del como si, el trabajo con el significante y el carretel, contribuye a construir la dimensión de la subjetividad. Es un modo de pensar complejo, un pensar paradojal -a mi entender- que se evidencia en la obra de Winnicott, y contiene, en su establecimiento, las experiencias de pérdida y sexuación.
Fue Winnicott quien destacó mejor estas características esenciales del encuadre y la situación analítica, al decir que “el psicoanálisis es el juego mas sofisticado del siglo xx”.
Esta idea se puede sostener aun más hoy.

Bibliografía
1. Agamben, Giorgio (1978): Infancia e historia, Buenos Aires, Adriana Hidalgo Editores, 2001.
2. Aulagnier, Piera: La violence de la interprétation. París, P.U.F., 1975. [Trad. cast.: La violencia de la interpretación, Buenos Aires, Amorrortu, 1977.]
3. Baranger, Willy (1959): “La noción de ‘material’ y el aspecto temporal prospectivo de la interpretación”, en Willy Baranger, Néstor Goldstein y Raquel Zak de Goldstein: Artesanías Psicoanalíticas, Buenos Aires: Kargieman, 1994.
4. Baranger, Willy (1994): “La situación analítica como producto artesanal”, en Willy Baranger, Néstor Goldstien y Raquel Zak de Goldstein: Artesanías Psicoanalíticas, Buenos Aires: Kargieman, 1994.
5. Baranger, Willy, y Baranger, Madeleine de: Problemas del campo psicoanalítico. Buenos Aires. Kargieman, 1969.
6. Baranger, Willy: “Comentarios de los seminarios y conferencias de Serge Leclaire, Buenos Aires, 1975”, en Willy Baranger, Néstor Goldstein y Raquel Zak de Goldstein: Artesanías Psicoanalíticas, Buenos Aires: Kargieman, 1994.
7. Baranger, Willy (1976): “El ‘Edipo temprano’ y el ‘Complejo de Edipo’”, en Willy Baranger, Néstor Goldstein y Raquel Zak de Goldstein: Artesanías Psicoanalíticas, Buenos Aires: Kargieman, 1994.
8. Baranger, Willy; Goldstein, Néstor, y Goldstein, Raquel Zak de (1989): “Acerca de la desidentificación”, en Willy Baranger, Néstor Goldstein y Raquel Zak de Goldstein: Artesanías Psicoanalíticas, Buenos Aires: Kargieman, 1994.
9. Baranger, Willy; "Asimilación y encapsulamiento: estudio de los objetos idealizados": Revista Uruguaya de Psicoanálisis, tomo 1, nº1, 1956.
10. Bleger, José: “Psicoanálisis del encuadre psicoanalítico”, Revista de Psicoanálisis, tomo 24, nº 2, 1967.
11. Bollas, Christopher: “La estructura de la maldad”. (Versión mimeográfica)
12. Freud, Sigmund (1912b): "Sobre la dinámica de la transferencia", en Obras completas, Buenos Aires, Amorrortu, 1985, vol. 12.
13. Freud, Sigmund (1937c): “Análisis terminable e interminable”, en Obras completas, Buenos Aires, Amorrortu, 1985, vol. 23.
14. Freud, Sigmund (1907): "El creador literario y el fantaseo", Amorrortu, vol. 9.
15. García Badaracco, Jorge (1986): “Identification and it’s vicisitudes in the psychoses. The importante of the concept of the maddening object” Int. J.Psychoanal., Vol 67: pg 133-146.- 1992 Int. J.Psychoanal., Vol 73: pg 209-219.
16. Goldstein, Raquel Zak de: “La función clave del encuadre en la técnica psicoanalítica: continente natural para el vinculo mágico primario”. Revista de Psicoanálisis, tomo 30, nº 1. 1973.
17. Goldstein, Raquel Zak de: “El yo, fenómeno de borde”, Revista “La peste de Tebas”, Buenos Aires, 2001.
18. Green, André: El trabajo de lo negativo, Buenos Aires, Amorrortu.1995.
19. Green, André: Narcisismo de vida, narcisismo de muerte, Buenos Aires, Amorrortu, 1986
20. Guntrip, Harry: “Mi experiencia analítica con Fairbairn y con Winnicott”, Revista de Psicoanálisis, tomo 38, nº 1, 1981.
21. Leclaire, Serge: Para una teoría del Complejo de Edipo, Buenos Aires, Nueva Visión, 1978.
22. Mannoni, Octave: “La parte del juego”, en Donald W. Winnicott, André Green, Octave Mannoni y Jean-Baptiste Pontalis: Donald W. Winnicott, Buenos Aires, Trieb, 1979.
23. McDougall, Joyce: Alegato por cierta anormalidad, Buenos Aires, Paidós, 1993.
24. Pirandello, Luigi: “Coloquio con la madre”, en Novela para un año. Milán, Mondadori, 1978.
25. Pontalis, Jean-Baptiste: “No. Dos veces no”, Revista de Psicoanálisis, tomo 39, nº 4, 1982.
26. Winnicott D. W.: “Aspectos metapsicológicos y clínicos de la regresión dentro del marco psicoanalítico”, 1954, en Escritos de pediatría y psicoanálisis, Laia, 1958.