Raquel Zak de Goldstein
Introducción
Es indudable que en nuestro medio psicoanalítico, la
rica experiencia clínica de A. Aberastury, observadora sagaz dotada de
sorprendente capacidad de empatía con los niños, decantó
enseñanzas, estímulos e inquietudes.
Fueron precisamente ciertos elementos de sus aportes clínicos sobre primera
infancia y adolescencia, los que originaron mi interés en la investigación
de los cuentos de hadas y su función en el desarrollo infantil.
Estos elementos surgen de lo que considero quizá una de sus formulaciones
más significativas: para su evolución normal los niños
tienen necesidad de conocer la verdad y obtener esclarecimientos en el tiempo
adecuado, respecto de los hechos inmediatos, de las personas y sus conductas
y de la realidad del mundo en sus aspectos más esenciales y significativos:
los orígenes, la vida, la muerte, los sentimientos y las relaciones humanas,
los procesos biológicos, etcétera.3
El aprendizaje y la creatividad están articulados no sólo con
la normal resolución de los conflictos propios de cada momento, sino
también con el adecuado conocimiento de la realidad al que este desarrollo
lleva. Este será en gran parte facilitado o aportado por los padres,
acorde a las demandas del niño. Esta pauta de conducta para los adultos
con respecto a la verdad y los esclarecimientos solicitados por los niños,
fue aplicada en la clínica desde mucho tiempo atrás, evidenciando,
por los excelentes resultados obtenidos, que es aspecto digno de ser tenido
en cuenta.
Tuve conocimiento de la existencia de una serie de cuentos esclarecedores -aplicación
de estas ideas- escritos por A. Aberastury.
Formada en la concepción kleiniana, A Aberastury investiga también
el rol del padre en el desarrollo temprano, considerando explícitamente
su presencia real en el vinculo con el bebé y la madre5. La creación
de grupos de orientación de padres fue uno de los resultados más
significativos de este enfoque.
Mi interés en la psicoprofilaxis temprana y el rol del padre también
está alineado con uno de los resultados evidenciados en la "Observación
psicoanalítica múltiple de bebés ''8: la capacidad estructurante
de las conductas parentales, producto de sus expectativas previas respecto del
bebé recién nacido.
Una investigación adecuada de los cuentos de hadas evidencia que también
poseen esa capacidad estructurante -como portadores de mitos- insertados en
nuestra cultura, sugiriendo enfáticamente un curso y un desenlace fijos
para la evolución de la niña y de la pareja.
Los cuentos de hadas clásicos han sido hasta ahora (y quizás lo
sigan siendo con ropajes nuevos, actualizados) parte esencial de la literatura
infantil y juvenil. Se originan en fragmentos de mitos y leyendas de la antigüedad
que se combinan entre si y se presentan con su estructura básica y su
forma conocida ya en el periodo medieval.
Fábulas, cuentos, mitos y leyendas tienen parentesco. La fábula
trae una conclusión explícita, llamada moraleja.
Según el Diccionario ideológico de la lengua española11,
el término "moraleja" significa "experiencia o enseñanza
moral que se deduce de un cuento, fábula, etcétera", y "moral",
"ciencia que trata de las acciones humanas en orden a su bondad o malicia".
Esa enseñanza moral, que como vemos presenta explícitamente la
fábula, también la contienen los cuentos, con la diferencia de
ser en los cuentos una enseñanza implícita, un mensaje, una ideología
que decodificada evidencia claramente que cumple la misma función de
la moraleja de las fábulas.
Cuentos y fábulas introducen pues enseñanzas morales a través
de un continente previamente calificado para tal función.
La moraleja o enseñanza moral no varia. La morfología de los personajes
difiere según las épocas y la cultura del lugar.
Es esta constancia básica del contenido del mensaje moral a través
del tiempo y de las versiones la que lo convierte en modelo normativo y estructurante.
Conviene tener presente que los cuentos son leídos a los niños
por los padres en un contexto emocional y semántico determinado culturalmente.
A su vez los padres están inmersos en la moral de su sociedad. La vida
psíquica temprana es sensiblemente influida por todas estas enseñanzas,
manifiestas o encubiertas, presentadas apriorísticamente desde la primera
infancia; son órdenes emanadas de los padres.
Los cuentos adquieren para el niño, por esta via, carácter de
mandatos superyoicos normativos de su conducta; son los futuros introyectos
del Superyó, en la declinación del complejo de Edipo.
Resulta que los cuentos, además de su función recreativa para
la imaginación, son portadores de modelos normativos culturales con función
estructurante, presentados a los niños también como parte del
Ideal del Yo, por intermedio de los padres.
La vigencia y aceptación de los cuentos de hadas me llevo a interrogarme
sobre la función que sin duda cumplen durante el desarrollo infantil
y ano luego. La forma o contenido manifiesto de los cuentos de hadas presenta
elementos típicos, con personajes y trama elaborados a la manera de los
sueños y los síntomas, es decir multideterminados. Por esta característica
son continentes calificados para la imaginación infantil; una pantalla
de proyección para los sueños diurnos, durante el procesamiento
de las fantasías y angustias propias del complejo de Edipo. De ahí
su apetencia por parte de los niños.
Como vemos, contienen imbricado, sobre la base de esa capacidad pregnante, un
modelo normativo estructurante propio de nuestra cultura, porque están
presentados además como una totalidad, con el final claramente señalado
y sin opciones.
Considero que de entre los tres cuentos seleccionados, Blancanieves es el más
representativo, como equivalente femenino del Edipo Rey.
Es sorprendente encontrar en la parte inicial del cuento llamativas coincidencias
con la tragedia de Sófocles.
Veamos algunos elementos que componen una constelación y secuencia común
a tres cuentos.
1) La acción transcurre en comarcas gobernadas por una familia real,
y la protagonista se desplaza al llano –extramuros- con la gente común,
en el momento del conflicto.
2) Muerte de la reina-madre buena de la niña.
3) Inoperancia del padre presente-ausente.
4) Carencia de protección y de sustitutos parentales; desvalidez y vulnerabilidad,
que presentan coincidencias con elementos de "la novela familiar del neurótico"
y con la fantasía de orfandad y adopción; Hada Madrina.
5) Familia sustitutiva fantástica (animales, enanos).
6) Aparición de una figura única combinada, mujer fálica:
la Bruja.
7) Crecimiento y eclosión del drama que engendra el enfrentamienyo edipico
con la madrastra rival. Esto compone una secuencia de elementos comunes con
una definida constelación, evolución y desenlace.
8) La mujer fálica se presenta como poseedora de magia aniquiladora,
reinando en un feudo sádico oral-anal y fálico-uretral, poblado
de elementos bizarros que lanza al ataque de la doncella.
9) Sometimiento y transacción de ésta con la mujer fálica.
10) Esta fórmula de transacción presenta tres variantes en los
cuentos estudiados: denigración, retraimiento y/o letargo.
11) "Salvación final" —estando la doncella en la posición
pasiva, a la que la redujo la transacción previa con la bruja—a
cargo del Principe Azul.
12) Este, dotado con la espada mágica, debe enfrentar y derrotar previamente
a la mujer fálica—bruja—para tener acceso a la doncella o
princesa.
El desarrollo de la situación a partir de 5) se mueve en el campo de
la magia y la ilusión, conviviendo y enfrentándose, magia mala
y magia buena, la que triunfa en el final feliz. Estan dadas las condiciones
para una eventual escisión, durante la evolución de la niña,
de un núcleo narcisista (reducto de fantasías de omnipotencia).
Este final feliz –happy end- es de por sí sugestivo y nos remite
a los conceptos de Lacan38 al respecto.
Antes de finalizar esta introducción quisiera dejar señalado un
aspecto que hace a la metodología del artículo. Para la interpretación
de los cuentos y la fundamentación de la función estructurante,
me baso sobre todo en tres esquemas referenciales que me son indispensables:
Freud, en especial en lo que respecta a las teorías sexuales infantiles,
Melanie Klein, en su formulación de la constelación del complejo
de Edipo temprano, del rol del padre biológico como tercero efectivo
y de la acción de rectificación de la fantasía segun la
conducta real de los objetos, y
Lacan respecto de la metáfora paterna, la Ley del padre, la interdicción
del incesto, la significación del falo, la evolución y el acceso
a lo simbólico y la articulación de su definición del inconsciente
con los medios de transmisión de la cultura.
Cuento con la familiaridad del lector con estos esquemas referenciales y su
atenta discriminación para poder desarrollar estas elaboraciones. Esta
actitud de considerar las contribuciones de varios autores se basa en la convicción
de que distintos aportes y líneas de pensamiento suelen encontrarse en
algunos puntos nodales, y su confrontación ajustada amplía nuestra
capacidad de comprensión al plantear interrogantes y engendrar la necesidad
de respuestas y nuevas síntesis.
Es tan riesgoso alternar distintos esquemas conceptuales por las confusiones
semánticas y los malentendidos que puedan originarse, como lamentable
privarse de este delicado ejercicio, por la pobreza que resultaría de
la adhesion rígida a alguno de ellos, concebido -erróneamente,
creo- como un pensamiento monolítico.
Si no es así, aprender e investigar serían sustituidos por absorber
conocimientos y teorías casi como patrones de pensamiento, con un moldeamiento
pasivo del sujeto que entonces se transforma en sujetado, sin capacidad para
pensar entre diferentes opciones o de crear otras nuevas. Sucedería en
el campo científico lo que deseamos evitar en el desarrollo temprano.
Sueños diurnos: su función
Durante la temprana infancia, latencia y temprana adolescencia,
los sueños diurnos o fantasías diurnas, son una actividad preponderante,
cuya función se complementa con los otros elementos que participan en
la instauración de la prohibición (interdicción) del incesto.
Los sueños diurnos son una transacción entre los anhelos incestuosos
y su prohibición. Estos sueños diurnos se enmascaran y ocultan
(a los adultos), como los sueños. No constituyen resoluciones ni cumplen
una función catártica con respecto al conflicto. Intentan -a modo
de barrera de contención- desviar los impulsos sexuales al terreno de
la imaginación, a la espera de una salida factible.
Los sueños diurnos toman sus elementos (al igual que los restos diurnos
sirven a la elaboración de los sueños) de materiales ofrecidos
por la cultura del medio, que llegan al niño en la vida cotidiana a través
de los diversos canales.
Son los héroes tipo que indican el camino por seguir para un final feliz.
Personajes fantásticos, "hiperbuenos" e "hipermalos”,
que tienden a reforzar con su actuación la ilusión de la magia,
pueblan los programas de T.V., cine, literatura infantil y juvenil.
En el material ilustrado, la publicidad en general, y las lecturas, encontramos
un número de modelos inmutables de carácter universal, con ligeras
variaciones formales en las distintas versiones.
Según Freud14, el sueño diurno es una escenificación imaginaria
en estado de vigilia; se basa en gran parte en las impresiones que dejaron los
acontecimientos infantiles. No es siempre consciente. Un número considerable
de ellos debe permanecer inconsciente por el hecho de su contenido y por tener
su origen en el mateial reprimido. Como el sueño nocturno, dice Freud,
constituye una realización de deseos. Sus mecanismos de formación
son idénticos, con predominio de la elaboración secundaria.
Ahora bien, siguiendo las ideas de A. Garma27 sobre la génesis de los
sueños, podemos concluir que la realización de deseos constituye
en ellos un enmascaramiento de contenidos traumáticos subyacentes.
Es esta hipótesis la que resulta adecuada y esclarecedora para el estudio
de la significación de los sueños diurnos en los cuentos de hadas.
Los elementos antes mencionados son material para los sueños diurnos
y el mundo de la fantasía. Estimulan la ilusión, de cuyo aspecto
prospectivo al servicio del desarrollo ha hablado entre otros Winnicott59.
En la misma línea Ferenczi13 destaca que sólo si se presenta una
primera fase de ilusión, de fantasía preparatoria, puede haber
luego un progreso hacia la aparición de nuevos conocimientos de carácter
científico. Además de este aspecto prospectivo, los sueños
diurnos y los cuentos de hadas pueden también favorecer en determinadas
circunstancias y según la estructura del nido, las tendencias a la conservación
de la imaginaria omnipotencia y de la manía.
Arminda Aberastury presenta una síntesis de estas ideas cuando señala
que los juegos, las palabras, los cuentos infantiles y los dibujos de los niños
expresan fantasías, deseos y experiencias con características
que los correlacionan con las situaciones traumáticas y también
con la repetición elaborativa. Dice, por ejemplo que al jugar, el niño
va elaborando las dificultades creadas por el crecimiento normal y no solamente
las situaciones traumáticas externas, y de este modo se va adaptando
a los diferentes niveles del desarrollo. Además, el niño suele
expresar con cuentos emociones o situaciones de conflicto que no consigue simbolizar
en juegos y dibujos. Dedicó un trabaio especial a esta doble función,
tanto defensiva como al servicio del desarrollo, de los cuentos infantiles2
Por su parte M. Mannoni46 destaca -con respecto al material clínico de
Guy, un niño alienado que en un primer momento del tratamiento el niño
era sólo el vocero de palabras ajenas, las de sus padres. Sólo
en un tercer período pudo hablar de él mismo como persona. En
el segundo período -intermedio entre los dos encionados- recurrió
a los cuentos infantiles, en los cuales expresaba sus conflictos pero aludiendo
a terceros, como si fueran historias aportadas por él pero que no le
concernían.
Podemos concebir que -en el enfoque lacaniano de esta autora-la función
de los cuentos se ubica en un punto intermedio en el proceso de adquisición
de la capacidad para expresar el propio discurso.
Esta visión general respecto de la función de los sueños
diurnos y su relación con los cuentos infantiles en el desarrollo del
niño45 permite pasar a considerar los elementos que fundamentan la hipótesis
sobre la función estructurante cultural de los cuentos de hadas.
El Edipo de Sófocles y su presentación en los cuentos de hadas para niñas
En los cuentos de hadas se puede deducir el trasfondo mítico
universal. Como vemos, su versión inicial completa proviene y se sitúa
en el periodo medieval. Tal es el caso de los tres cuentos que selecciono para
este trabajo: Blancanieves, Cenicienta y la Bella Durmiente.
Veamos algunas diferencias y parentescos entre cuento y mito.
El cuento es breve, contiene un acontecimiento imaginario, sin localización
témporo-espacial ("habia una vez...”), y presenta cierta vaguedad.
Es de carácter lineal y está escrito en tercera persona, con lenguaje
popular.
En cambio el mito tiene un específico tiempo y espacio míticos
("en el tiempo de...”); los personajes pueden conservar su sacralidad,
y hay creencia en los sucesos, tanto por parte de quien cuenta como de quien
escucha.
La función del cuento es recreativa y, según algunos folkloristas
(lo que más interesa destacar aquí), moral y educativa. Tiende
a fortalecer el principio de la tradición y la catarsis. Tiene leyes
épicas e incluye un prolegómeno, un climax y un fin, en este caso
no inesperado.
Según Levi-Strauss43, los mitos también tienen una función:
consisten en instrumentos lógicos usados para resolver determinadas contradicciones
que se presentan al hombre. Para ello se recurre a la sustitución de
una contradicción por otra, equiparada con la primera, pero con la diferencia
de que en esta segunda contradicción es posible encontrar un término
mediador. El autor escribe: "El pensamiento mitíco procede de la
toma de conciencia de ciertas oposiciones y tiende a su mediación progresiva.
Supongamos, pues, que dos términos entre los cuales el pasaje parece
imposible, son primero reemplazados por dos términos equivalentes que
admiten un tercero como intermediario".
Los cuentos de hadas surgen de fragmentos de diversos mitos que se combinan
entre sí, desde su orígen en la mitología universal centrada
en la trama edípica.
En estos cuentos la hija, por su desarrollo e independización, corre
el riesgo de ser muerta, de quedar reducida a una situación de denigración,
o permanecer perdida o alienada por un período indefinido (estas variantes
se presentan en Blancanieves, la Cenicienta y La Bella Durmiente).
Hasta que -luego de cumplido este castigo ocurre una modificación en
la situación, en la cual la hija supera el estado de menoscabo en que
se hallaba y alcanza la dignidad que le corresponde o que le habían quitado
(se transforma en princesa).
En Blancanieves, y en menor medida en los otros dos cuentos, se presenta con
exactitud asombrosa un desarrollo equivalente al de la leyenda de Edipo, tomada
en la obra de Sófocles.
Veamos algunas correlaciones entre estos tres cuentos y el mito de Edipo.
Una de las semejanzas, de por sí muy llamativa, es la dificultad de los
reyes para tener hijos, tal como se observa en Blancanieves y en La Bella Durmiente.
Anuncios como el de la rana en La Bella Durmiente y la pinchadura del dedo con
la aguja, que le sucede a la madre de Blancanieves, anticipan el próximo
embarazo. En todo esto encontramos notables similitudes con la leyenda de Edipo,
donde los padres esperan la llegada de un hijo que es por fin anunciado por
el oráculo del modo conocido en la obra.
Cabe aqui sentar una diferencia: para la familia real no es lo mismo que una
pareja sin hijos tenga un varón o una niña, puesto que el primero
asegura la continuidad en la herencia del trono, mientras que la segunda plantea
serios problemas de uniones y alianzas, asi como la elección del padre
del futuro rey (el padre del hijo de la princesa, y por lo tanto esposo de ésta).
Por lo tanto, el nacimiento de una hija en una pareja real que no posee otra
descendencia acentúa el problema de la exogamia, de la apertura a personas
extrañas a su propio ambiente.
Esta diferencia importa porque incide en las características que puede
tener el complejo de Edipo en la niña y en el varón.
Veamos ahora otro aspecto en común con la leyenda de Edipo: el carácter
protector de la naturaleza y las personas humildes en oposición a la
hostilidad de la vida con personajes palaciegos. En efecto, Edipo es abandonado
de niño a la naturaleza y sobrevive lo suficiente como para que lo recojan
pastores (también conectados con la naturaleza).
En los cuentos de hadas, los animales, el bosque y sus habitantes son claramente
protectores, mientras que el palacio (o su equivalente, la "región
oficial" de la casa materna, en Cenicienta) es el lugar del peligro y las
agresiones “injustas”.
Señalamos estas semejanzas, menos ostensibles, por ser las otras mas
claramente observables: la rivalidad con la madre o sustituta, el fortalecimiento
de los anhelos incestuosos, !la orden de la madrastra de Blancanieves enviando
al leñador a matarla y encargándole traer su corazón!,
la aparición de familias sustitutivas (o equivalentes) representantes
de los padres adoptivos, como ocurre con los siete enanitos en Blancanieves
por ejemplo.
Encontramos diferencias que se deben a las particularidades del conflicto edípico
de la niña. Por ejemplo, las situaciones por las que atraviesa la niña
antes de la resolución edípica no incluyen una agresión
física directa a la competidora. La lucha está reemplazada por
la superación a través de una competición con los crecientes
encantos de la adolescente. Esto nos lleva a un análisis más minucioso
de los cuentos de hadas.
Interpretación comparativa de los tres cuentos
En primer lugar me parece pertinente justificar por qué
he seleccionado, entre el material disponible, estos tres cuentos. La razón
básica es que me parecieron suficientemente representativos, y, además,
con elementos comunes que permiten un análisis de conjunto. Son los cuentos
de hadas más ampliamente divulgados, y una prueba de ello la da el hecho
de que W. Disney, uno de los grandes creadores de historias para niños
de nuestro siglo, haya consagrado a cada uno de estos relatos un filme de largometraje.
El primero de ellos, la historia de Blancanieves, es de 1937. El segundo se
basó en la historia de Cenicienta, y el tercero, con el argumento de
La Bella Durmiente del Bosque, se inició en 1950 y comenzó a rodarse
en 1956. Este último filme es, precisamente, el más elaborado
de la serie.
En este análisis, tomaré en cuenta primero algunas características
comunes y luego consideraré aspectos particulares.
Una de las características comunes a los tres cuentos es el énfasis
que se pone en la belleza de la joven, belleza que aumenta a medida que la niña
se desarrolla. Este proceso encuentra su contrapartida en la progresiva maldad
de la madre sustituta (madrastra o hada mala). Asi, pues, cuanto mayor la belleza
de la joven, más aumentan la crueldad y los ataques motivados por los
celos y la envidia por parte de la madrastra-bruja.
En los tres cuentos, además, parece haber dos momentos en la mutación
de la imagen materna: 1) con el nacimiento de la joven, en que desaparece un
aspecto cariñoso y protector de la madre, que es reemplazado por otro
amenazante (en Blancanieves y Cenicienta la madre buena muere -desaparece- tempranamente
y es reemplazada por una madrastra, y en La Bella Durmiente una de las hadas
-desairada maldice su futuro), y 2) con el ingreso en la adolescencia, cuando
el peligro de la joven de ser agredida por ese aspecto materno cruel alcanza
el punto
máximo.
Notemos aquí una de las semejanzas con la leyenda de Edipo (luego mencionaremos
otras): éste sufre dos agresiones por parte de su padre: cuando nace
y cuando, ya adolescente, se defiende de su ataque y lo mata.
Esta relación conflictiva madre-hija se ve acentuada por la falta -ausencia-
de un padre cariñoso y protector que inspire sentimientos amorosos en
las mujeres. En La Bella Durmiente este padre tiene una intervención
poco más notable que en Blancanieves y Cenicienta, donde está
totalmente “ausente y alejado del hogar”.
En La Bella Durmiente, en efecto, en algunas versiones, es él quien ordena
quemar los husos del reino para evitar que su hija, al pincharse, sufra el destino
impuesto por el hada mala. Pero si analizamos este hecho podríamos también
concluir que se trata de un ataque por celos del padre a las posibilidades exogámicas
de la joven. Por lo tanto, la función de este padre no será la
de brindar una apertura a la Ley social, sino, al contrario, la de encerrar
a su grupo familiar en un código endogámico.
El resultado es que es el hada mala, y no un pene exogámico, el que "pincha”
a la joven. El hada mala con el huso es un claro representante de la mujer fálica,
cuya aparición es concomitante con la ausencia de una pareja parental
protectora.
Se da aquí otra oposición. La madre sustituta es mala porque niega
que no tiene el falo. La joven, en cambio, acepta no ser el falo; acepta la
privación, y por ello su búsqueda del falo en otro implica una
cierta preservación de la apertura hacia la Ley. Sin embargo, en la medida
en que busca ser deseada por el otro, existe en ella una identificación
latente con el falo. La belleza femenina de la heroína adquiere la significación
de apariencia de falo, con una exhibición armoniosa que trae implícita
la aceptación de la carencia real del órgano viril mientras que
la magia mala de su rival (la bruja) surge de la negación de esta carencia
y de su investimiento fálico que excluye la necesidad del otro.
En el contexto de las hipótesis acerca de la función predominante
del falo en la economía del sujeto, Lacan, refiriéndose a la castración
en un seminario transcripto por Pontalis49, discrimina ciertas características
diferenciales en niña y varón. Con respecto a la primera, afirma,
siguiendo a Freud: "Para la chiquilla, como se sabe, el complejo de castración
se presenta primero como un reproche, un rencor hacia la madre, a lo que vienen
a agregarse las frustraciones anteriores. Aquí el padre llega en posición
de reemplazo; el pene real del padre es el sustituto simbó1ico de aquello
de que la chiquilla se vió como frustrada. Ella pasa entonces al nivel
de la privación, con la crisis que esto provoca: o renunciar al objeto
-el padre- o renunciar a los instintos identificándose con el padre.
Se ve el dilema de la mujer: para encontrar la satisfacción instintiva
de la maternidad, debe pasar por las vías de la línea sustitutiva
-pene, hijo-pero en la línea de su deseo se ve hasta cierto punto en
la necesidad de ser ese falo en tanto signo mismo de lo deseado. Este es el
origen de la profunda Verwerfung de la mujer, de su rechazo como ser, del “extrañamiento”
de su ser en aquello que debe parecer. Pues en tanto se exhibe y se propone
como objeto de deseo, se encuentra identificada de una manera latente con el
falo, ese significante del deseo del otro" (pág. 113).
Siguiendo las ideas recién expuestas, vemos que la diferencia entre ambas
mujeres (madrastra y joven) es que una se identifica con el falo como apariencia
para buscar al hombre, y la otra, para rechazarlo.
Esto tiene que ver con otra característica común a los tres cuentos,
la oposición apariencia-realidad. El énfasis en los ropajes embellecedores,
o bien en ciertas actividades o vestimentas degradadas, que ocultan la hermosura
real de la joven, aparece en los tres cuentos.
Los ropajes degradados son una simbolización del sometimiento a la prohibición.
La joven no debe aparentar ser el falo para poder conquistarlo. En cambio, las
vestimentas embellecedoras la transforman en apariencia del falo para hacerse
desear por el objeto de su deseo.
Algunas versiones de los cuentos ponen el énfasis en el intento de la
madre sustituta de alcanzar también la belleza. Pero en este caso la
apariencia dada por los vestidos tiene por finalidad rechazar realmente al hombre
por innecesario: la mujer dice en ese caso que también posee el falo,
y aún en mayor medida que el hombre, que queda disminuido. Es precisamente
de aquí de donde proviene su malignidad.
Ahora bien, en los tres cuentos se enfatiza una cierta homologación entre
"bondad" y "pasividad". La joven no es agresiva con su belleza,
no intenta desplazar a su competidora, sino que, pese a su actitud pasiva, el
príncipe queda fascinado por ella. En efecto, las tres protagonistas
se encuentran (o son halladas) por primera vez con el príncipe en un
estado de sueño (Blancanieves), de letargo (La Bella Durmiente) o en
medio de fantasías hipnagógicas (Cenicienta), es decir, en un
clima de ensueño no realista en que predomina el exhibirse pasiva a la
mirada del otro.
Retomemos ahora el comienzo de este planteo. Hemos dicho que la imagen de la
madre sufre una doble modificación: cuando nace la niña y cuando
llega a la adolescencia. Cabe entonces preguntarse cuál es el destino
de esta joven, una vez lograda la conquista del príncipe de sus ensueños.
Notemos que las modificaciones en la imagen materna son concomitantes con la
progresiva desaparición de la imagen del padre.
Entonces, ¿no ocurrirá que el destino de la joven esté
anticipado por el de esa madre sustituta "mala"? ¿No será
que el joven príncipe habrá de abandonada y aislarla progresivamente
en un grupo familiar en que predomina la competencia homosexual entre madre
e hija? Creemos que estos cuentos tienen un contenido circular, es decir, que
una historia, la de la madre, se anuda firmemente con otra, la de su hija, en
un circuito repetitivo, según el cual una es el espejo en que se lee
el tiempo (pasado para la madre, futuro para la hija) de la otra.
Se explica así que aquellos atributos que la joven utilizó para
conquistar al príncipe, serán empleados luego, al ausentarse el
hombre del hogar, para la creación de un reinado fálico, excluyente
o denigrante de la masculinidad real, con lo cual se da una transmutación
de la belleza en crueldad. La madre se transforma en bruja que impide el acceso
de los jóvenes a su hija y que, como la Esfinge es derrotada por Edipo,
deberá ser vencida por el Príncipe Valiente antes de lograr éste
la conquista de su amada.
La joven contiene, pues, latentemente a la bruja, por causa del alejamiento
del varón del hogar.
Veamos ahora otros elementos comunes a los tres cuentos, que se refieren no
tanto a las características de los personajes como a la distribución
temporal de ciertas funciones o a ciertos rasgos del contexto espacial.
En cuanto a la distribución temporal de las funciones podemos discriminar
tres momentos. Existe un primer período, generalmente sólo esbozado,
en que la función de la joven es meramente ser tomada como objeto de
amor por los otros.
A ello sigue un segundo momento, en que se da una transmutación, consistente
en que la joven pasa a ser objeto de la crueldad de otros y en que realiza actividades
domésticas por debajo de su condición (sirvienta en Cenicienta
y Blancanieves o hiladora o campesina en La Bella Durmiente). En este segundo
tiempo se incluye también como punto critico el momento del letargo,
equivalente a la muerte en vida.
El tercer tiempo consiste en la recuperación del bienestar gracias a
la acción salvadora del príncipe proveniente del grupo exogámico.
Algo paralelo ocurre en relación con los espacios. Podemos discriminar
tres lugares principales de la acción en el relato: el lugar principal
de la casa o palacio, lugar que le estaría asignado a la joven, pero
del cual seria arrojada a un segundo sitio (junto a la chimenea, en una torre,
etcétera), de carácter desvalorizado, donde permanece humillada
o en un grado extremo de paralización e invalidez, hasta que llega el
joven príncipe, que la rescata para llevarla consigo a su propio reino,
el tercer lugar.
A cada momento de los antes señalados corresponde uno de estos tres lugares,
siendo el último el tiempo-espacio de la exogamia, con el ingreso triunfal
en el palacio, consagrada princesa.
El segundo tiempo-espacio, el de la amenaza y el riesgo, está caracterizado
también por la presencia de un objeto fantástico protector que
amortigua los peligros (hada buena o enanitos).
Me referiré ahora a algunos aspectos más especificas de cada uno
de los tres cuentos.
Voy a tomar en orden sucesivo Cenicienta, Blancanieves y La Bella Durmiente.
El primero presenta el típico proceso de denigración, con alejamiento
del padre, los ensueños diurnos y tal vez imágenes hipnagógicas
vinculadas con estos ensueños diurnos. La Cenicienta, cubierta de harapos
y cenizas, se puede relacionar también con las características
que tipifican el proceso de duelo melancólico por la muerte de la madre
y el alejamiento del padre.
En este cuento encontramos una curiosidad: la bibliografía incluye un
articulo de Rubenstein54 que describe autobiográficamente la escenificación
de este cuento realizada por una de sus hijas, una pequeña de cinco años,
que utiliza la anécdota para expresar su vivencia edípica de esa
época con una sorprendente y emotiva similitud con los elementos del
relato. Dentro de este mismo articulo encontramos también un aporte interesante.
Es sabido que la mayoría de estos cuentos fueron tema para el gran realizador
del dibujo animado, el norteamericano Walt Disney.
Precisamente en este articulo el autor indica que la versión de Cenicienta
hecha por Walt Disney presenta una curiosa modificación: el zapatito
que pierde Cenicienta la noche del baile es de cristal, pero la versión
original del cuento de Perrault, en francés, demuestra que hubo un error
de traducción: se tomó la palabra Veir, que significa piel, por
Verre, que significa cristal.
Como en todos estos cuentos, encontramos en Cenicienta los animalitos amigos;
generalmente los consideramos representantes pulsionales. La ceniza en el folklore
es sinónimo de duelo. La suciedad podemos vincularla con el sentimiento
de estar sucia por las fantasías incestuosas paternas con el cual Cenicienta
vive un periodo feliz a partir de la muerte de la madre y hasta la llegada de
la madrastra.
El típico traje con el que se suele vestir a la Cenicienta de una de
las versiones consiste en una pollera y un delantal raído con parches
y un corselete encima de una blusa. El corselete es al mismo tiempo el elemento
que cubre y destaca los pechos indicando que ya no es una niña. También
el delantal pretende encubrir con modestia el florecimiento de los genitales
y la excitación escondida. Otro elemento significativo que integra esta
constelación donde se ubica Cenicienta es su utensilio de trabajo: la
escoba.
¿Así que Cenicienta también puede ser la bruja?
En una versión encontramos al grillo todopoderoso, el grillo del hogar
(un simbolismo muy difundido en Europa central, donde es un representaste de
buena suerte), que en este contexto representa al pene todopoderoso. En otra
de las versiones de este cuento en lugar del grillo se presenta el hada madrina
poseedora de la varita mágica.
Pensamos que ambos son la expresión de la negación del alejamiento
del padre. Precisamente por aparecer sobre la base de una negación es
que adquiere el carácter de falo.
El grillo y la varita mágica son la expresión de la ausencia y
la presencia del padre.
Este es el punto que nos acerca más al tema de la tesis: si en esta situación
el padre se aleja definitivamente (sea que entendamos esto como ausencia efectiva
del padre o como ausencia de la voz del padre en la madre), lo que resta es
una evolución basada en la fantasía masturbatoria omnipotente
y fálica. En una perspectiva kleiniana y considerando el alejamiento
al que se alude en el relato como una expresión de una toma de distancia
para evitar el incesto, la niña se encuentra con la necesidad de triunfar
en la última batalla con la madre rival (madre mala y el grado de omnipotencia
restante que la inviste en el mundo interno de la niña).
Tanto en una como en otra de las vertientes que tomamos como punto de referencia
conceptual, en lo que respecta a la cuestión del zapallo-carruaje encontramos
que hay coincidencia. La ida y desaparición del padre prepara el camino
para la restitución al vientre de la madre (zapallo vaciado y transformado
por la varita-pene mágico en un antro maravilloso), que contiene una
fantasía deslumbrante -el gran baile y feliz final. En este gran baile
la transformación de la joven impide que la madrastra la reconozca. Va
acompañada y ayudada por los ratoncitos hermanitos vivos y aun huye de
la escalera (excitación), donde sucede que pierde el zapatito, con la
doble significación de renunciar a fantasías fálicas y
dejar una pista.
Tal vez la pérdida del zapatito implique restituir el falo a la madre,
único camino que permitirá el resurgimiento de las maravillas.
El padre-grillo y el hada madrina producirán la mágica transformación,
que también se encuentra enlazada en este punto con el proceso de la
magia biológica, la menstruación, como mediadora que la convierte
en mujer hermosa.
Una de las posibles interpretaciones del mensaje o moraleja de este cuento sería
enseñar a la niña que cuando se haga mujer -previo proceso de
duelo, regresión, madre terrorífica, denigración, ensueños
masturbatorios, afeamiento, etcétera-tendrá que salir y encontrar
fuera de la casa el príncipe-el pene a la medida de su piecesito. El
príncipe es el padre que vuelve en otro.
La otra parte de la moraleja es: la bondad y la humildad reciben su premio,
un hombre como su padre. Aceptar su sexo, renunciar al falo, renunciar al padre
como objeto primario, buscar el príncipe fuera de la casa y sobre todo
mantener oculto todo el proceso preparatorio de este desenlace mediante una
transacción con renuncia parcial.
El segundo de los cuentos, Blancanieves, es de los hermanos Grimm (autores de
un gran número de relatos infantiles que generalmente presentan como
rasgo especial un personaje multiplicado, por ejemplo, las doce princesas bailarinas,
los tres pelos del diablo y, en este caso, los siete enanitos). Es allí
donde más claro encontramos el drama de Sófocles repetido, ya
que es donde la madrastra manda manifiestamente matar a la joven.
Un primer elemento que llama la atención es el nombre, Blancanieves,
con la connotación de pureza y enfriamiento. Otro elemento que también
interesa destacar, porque lo volveremos a encontrar en La Bella Durmiente, es
un objeto punzante que produce sangre y la muerte. Recordemos que la madre de
Blancanieves en tanto manifiesta su deseo de tener la niña se pincha
un dedo con la aguja y las gotas de sangre manchan su bordado. A partir de ese
momento comienza la gestación y el nacimiento se produce en primavera.
Inmediatamente muere la madre y aparece en su lugar una madrastra muy bella
y muy cruel y celosa. Esta madrastra-reina posee un espejo mágico en
el cual se mira preguntando a diario si sigue siendo la mujer más bella
del mundo entero. Durante todo el tiempo del crecimiento de Blancanieves esta
reina manda matar a todas las mujeres que pueden por su belleza ser sus rivales.
Temiendo que Blancanieves llegue a ser más hermosa que ella la recluye
en las habitaciones de la servidumbre vistiéndola con harapos y obligándola
a fregar. Blancanieves friega y sueña con un apuesto príncipe
que la va a rescatar para llevarla a un bello y lejano castillo.
Se destacan dos elementos: el deseo de descendencia origina una hija y culmina
en la muerte de la madre; la posesión del espejo mágico que le
habla como un Oráculo, hecho que configura una estructura idéntica
a la que describe Sófocles como punto de partida de su drama. A partir
de aquí, lo que se desarrolla en este cuento es coincidente con lo que
sucede en el Edipo rey, de Sófocles, como ya vimos.
El espejo mágico-oráculo anuncia la nueva verdad. La madrastra,
enloquecida de celos y terror como Layo, manda matar a la joven y reclama traer
su corazón como prueba, encerrado en un cofre.
El cazador (el pastor en la tragedia de Edipo) también puede ser considerado
como el padre obligado por la madre celosa a abandonar a la hija sumiéndola
en el terror del cual emerge (como la niña que pasa una noche aterradora
en el bosque terrorífico, solitaria) a la fantasía del despertar
poblado de ensoñación. Se encuentra rodeada de animalitos -sus
amiguitos- que la guían por el bosque, su morada, hasta encontrar una
casita ante la cual Blancanieves exclama: “Es como una casita muñecas”.
También aquí el contexto presenta una familia adoptiva: animalitos
-impulsos instintivos- y enanitos, muñecas, hermanitos, también
huérfanos. “Quizás los niños que viven aquí
son huérfanos -se dijo Blancanieves- y necesitan de alguien que los cuide.
Limpiaré la casa...”. Pronto encontró en un rincón
una vieja escoba con la cual barrió perfectamente. Los animalitos colaboraban.
En el piso alto encontró una hilera de camitas, bostezando se acostó
atravesada y quedó dormida. Llegaron los enanitos y entre exclamaciones
la encontraron allí.
El cuento resulta especialmente significativo. La madrastra posee poderes mágicos
que condensan las figuras de aspectos maternos agresivos de los otros dos cuentos
(la madrastra cruel de Cenicienta más el hada maléfica de La Bella
Durmiente). Esta madrastra tiene colaboradores que la traicionan, como el cazador.
Además se pone de manifiesto una competencia directa con la joven, a
diferencia de lo que ocurre en Cenicienta (la madrastra apoya a sus hijas en
su competencia con la joven) y en La Bella Durmiente (se trata más bien
de una competencia entre hadas o en ultima instancia entre un hada despechada
y el resto del reino). Esto aumenta la crueldad del enfrentamiento y del destino
de la madrastra. Por otra parte en Blancanieves la madre y la madrastra mueren,
una amando a la joven y la otra odiándola (véase la semejanza,
invertida, con lo que ocurre en la tragedia de Edipo, donde Layo, el padre,
muere odiándolo, y su padrastro, amándolo; la muerte de la madrastra,
precipitada en el abismo es, por otra parte, llamativamente parecida a la de
la Esfinge).
En este cuento, la ausencia del padre queda multiplicada por siete cuando ocurre
la agresión decisiva: los enanitos están ausentes cuando la madrastra
envenena a Blancanieves con una manzana.
Pasemos, por fin, a La Bella Durmiente. Este es, quizá, el cuento más
completo y, al mismo tiempo, el que presenta mínimos enmascaramientos.
En efecto, la madre no es sustituida por una madrastra. Esta se presenta al
nacimiento de la niña como maléfica, rodeada de pequeños
personajes de estructura bizarra. Aparece como un hada despechada, quizá
la abuela relegada, maldiciéndola. Son los padres reales quienes, amenazados
por ella –“a la edad de la adolescencia se pinchará con un
huso y morirá”-, restringen las posibilidades exogámicas
de la joven.
El pinchazo por el huso tiene múltiples significados en relación
con 1a genitalidad femenina: desfloración, menstruación, incesto.
Los celos edípicos de la madre se expresan a través de este desdoblamiento,
que obliga además al padre a anular a todos los potenciales rivales del
reino (quema los husos) y aleja a la niña del palacio.
Los deseos edípicos del padre respecto de la joven también son
el claramente evidentes, puesto que hace lo posible para evitar el contacto
de su hija con el huso-pene.
El acto prohibido, que supone el castigo, ocurre, sin embargo, y tiene lugar
por un descuido de los padres, que se ausentan por unas horas del palacio.
El crecimiento puberal queda simbolizado por la valla vegetal espinosa que rodea
al palacio luego de producido el acto prohibido, a modo de otra barrera puesta
por el padre.
Es notable en este cuento que no sólo corra riesgos la joven, como en
Blancanieves, sino también sus pretendientes, circunstancia que pueden
deberse a que la agresión por parte de la madre fálica (Bruja
despechada) está potenciada por la agresión de un padre débil
que, en lugar de te imponer la Ley, somete a su hija a los mandatos endogámicos
de la abuela-bruja.
La epopeya del Príncipe héroe que derrota a la Bruja Maléfica,
apoyado por las hadas buenas, muestra las dificultades que, ambos, la joven
y él, deben enfrentar para romper con ese cerco endogámico Sólo
cuando el Príncipe rescata a la joven impone la Ley del falo.
Función general de los cuentos de hadas
El período de latencia tendría como una de sus
características centrales el ocultamiento y la negación de la
sexualidad ante el Superyó el y el mundo externo. Esta actitud está
justificada por la lucha que se desarrolla, como vimos, en el circulo materno.
Si bien se afirma que se reprimen las fantasías e impulsos sexuales,
parece que en esta época, además, suceden otros procesos y mecanismos.
En los tratamientos analíticos de latentes y de niñas pequeñas
los cuentos de hadas son material frecuente, muy ricos en contenidos y muy utilizados31,45
porque funcionan como pantalla de proyección enmascaradora de los sueños
diurnos. Este material presenta determinadas salidas tipo, modalidades de transacción
ante el conflicto edípico. Más adelante tos cuentos de hadas son
sustituidos (por medio de un cambio en la forma, con persistencia de los contenidos)
por historietas y “novelas rosa”. Estos cuentos se insertan en la
vida cotidiana de la niña y participan en la época de la declinación
del complejo de Edipo, período de afirmación del lenguaje, del
simbolismo y de los procesos de abstracción superior. Su aceptación
es sólo un indicio de la necesidad de una pantalla de proyección
para estos contenidos, durante la latencia. Algo similar ocurre con la literatura
de héroes para los varones en esta época del desarrollo.
La literatura de los cuentos de hadas induce imbricada una estructura de elementos
inmutables y universales donde queda atrapada la imaginación, y el fantaseo
se mantiene dentro de esquemas preexistentes que por esta vía perpetúan
el destino que la cultura propone a la pareja y la familia.
Desde este punto de vista, los cuentos de hadas forman parte, junto con otros
contenidos de saber, de los aparatos que autoperpetúan una estructura
sociocultural.
Ahora bien, si el sustrato mítico evidenciado en estos cuentos se mantiene
estable es porque, además, constituye un modelo aceptable socialmente,
un portador adecuado de sus estructuras e ideologías. Adquieren valor
normativo, ya que incluyen la propuesta de una solución preestablecida.
Es por esto también que los cuentos pueden cumplir una función
normativa por la mediación del mecanismo mítico, y porque obran
sobre la fantasía, en una época temprana, de dependencia extrema.
Son leídos en un contexto emocional estructurado, presentado por los
padres, acuñado por la cultura, y que enarbola una defensa de la sociedad
parental llevando a que el hijo responda a sus propias expectativas. La necesidad
de gustar lo inclina a una asimilación parcial o total. La aceptación
pasiva de las soluciones transaccionales suministradas por el contexto cultural
en el que se halla inserto el niño a través, por ejemplo, de los
cuentos de hadas se funda como se deduce hasta aquí en la necesidad del
niño de ser aceptado para sobrevivir.
Los cuentos de hadas están construidos con elementos mágicos omnipotentes
de estructura confusa, por ejemplo, la bruja. Producen un sentimiento de impotencia
e imposibilidad de lucha real con esa imagen. Las tendencias activas y la curiosidad
propias de un Yo en desarrollo son interferidas por este mensaje de terror,
paralización y sumisión al destino. Excluyen de hecho la posibilidad
de un procesamiento o realización personal ante el conflicto edípico
-en el sentido madurativo de aprendizaje activo- y refuerzan a través
de algunos de sus elementos el plano imaginativo pero dentro del orden mágico-fantástico,
favoreciendo la natural disposición del niño a la idealización.
Se establece un patrón de receptividad pasiva en detrimento del desarrollo
activo, creativo. Se perturba -en síntesis- un conjunto de elementos
que son condición esencial para el surgimiento de la persona o sujeto.
En fin, en tanto es obstruido el proceso de creación del mito personal,
individual, se ofrece un mito cultural generalizado, como sustituto y como paso
previo e indispensable –aparentemente- para su aceptación en la
comunidad. Es sólo una sustitución, pero muy significativa.
Función del padre en la evolución temprana (según el pensamiento de la escuela lacaniana)
Según Lacan, el niño sale del vínculo
de dependencia absoluta al introducirse en la dimensión del deseo del
otro.
Es precisamente en este proceso de acceso a lo simbólico donde debemos
ubicar la función estructurante de los cuentos de hadas. Veamos ahora,
de manera extensa y textual, las ideas de Lacan sobre el tema, tal como han
sido recogidas por Pontalis49:.
"Para articular el nombre-del-padre, en cuanto puede ocasionalmente faltar,
con el padre cuya presencia efectiva no es siempre necesaria como para que no
falte, introduciremos la expresión metáfora paterna; la explicaremos
al analizar la función del padre en el trío que forma con la madre
y el niño.
"Distinguiremos tres tiempos. Primer tiempo: la metáfora paterna
actúa en si por cuanto la primacía del falo es instaurada en el
orden de la cultura. La existencia de un padre simbólico no depende del
hecho de que en una cultura dada no haya más o menos reconocido el vínculo
entre coito y alumbramiento, sino de que haya o no algo que responda a esa función
definida por el nombre-del-padre. En este primer tiempo el niño trata
de identificarse con lo que es el objeto del deseo de la madre: es deseo del
deseo de la madre y no solamente de su contacto, de sus cuidados; pero hay en
la madre el deseo de algo más que la satisfacción del deseo del
niño; detrás de ella se perfilan todo ese orden simbólico
del que depende y ese objeto predominante en el orden simbólico, el falo.
Por eso el niño está en una relación de espejismo: lee
la satisfacción de sus deseos en los movimientos esbozados del otro;
no es tanto sujeto como sujetado, lo que puede engendrar una angustia cuyos
efectos hemos seguido en el pequeño Hans, tanto más sujetado a
su madre en la medida en que él encarna su falo....
“ Segundo tiempo: el padre interviene efectivamente como privador de la
madre, en un doble sentido: en tanto priva al niño del objeto de su deseo
y en tanto priva a la madre del objeto fálico. Aquí hay una sustitución
de la demanda del sujeto: al dirigirse hacia el otro, he aquí que en-cuentra
al Otro del otro, su ley. El deseo de cada uno está sometido a la ley
del deseo del otro.”
“¿Qué ocurre si el sujeto no acepta esta privación
del falo operada por el padre sobre la madre? Conserva una cierta forma de identificación
con este objeto rival, el falo; la cuestión que se le plantea es ésta:
ser o no ser el falo. El sujeto elegirá, o más bien, como la frase
ha sido comenzada antes que él por sus padres, será tanto pasivo
como activo.”
“Hay una estrecha relación entre esta remisión de la madre
a una ley que no es la suya, y el hecho de que el objeto de su deseo es realmente
poseído por ese otro a cuya ley ella remite. Recordemos al padre de Hans:
presente, inteligente, amable y no obstante totalmente inoperante porque su
palabra, ante la madre, carece de valor. La posición del padre es cuestionada
entonces, y esto es en definitiva lo que sujeta a Hans al deseo de la madre.
“Tercer tiempo, del que depende la 'declinación' del Edipo: el
padre interviene como aquel que tiene el falo y no que es tal, reinstaura la
instancia del falo como objeto deseado de la madre y ya no como objeto del que
puede privarla como padre omnipotente. En otras palabras, en esta etapa el padre
es más preferido que la madre y esta identificación culmina en
la formación del ideal del Yo. ...”
“En un primer tiempo, el niño está en relación con
el deseo de la madre es deseo del deseo. El objeto de ese deseo es el falo.
...Para coincidir con el objeto del deseo de la madre basta con que ese Yo de
la madre se convierta en el otro del niño, que el niño renuncie
a su propia palabra -lo que todavía no es muy difícil- y reciba,
en el nivel metonímico, el mensaje en bruto del deseo de la madre. El
niño esta destinado a ser sometido en tanto asume enteramente el deseo
de la madre.”
“¿Cómo aparece, en el segundo tiempo, el padre interdictor,
el padre terrible? En el discurso de la madre, como mediado por ésta.
Menos velado por consiguiente que en la primera etapa, pero aún no revelado,
interviene a titulo de mensaje para la madre y, por lo tanto, para el niño,
a titulo de mensaje sobre un mensaje: una prohibición, un no. Doble prohibición.
Con respecto al niño: no te acostarás con tu madre.Y con respecto
a la madre: no reintegrarás tu producto. Aquí el padre se manifiesta
en tanto otro y el niño es profundamente sacudido en su posición
de sujeción: el objeto del deseo de la madre es cuestionado por la interdicción
paterna. La primera relación ternaria es quebrada por esta segunda etapa,
transitoria y capital, que permite la identificación con el padre. En
el tercer tiempo el padre aparece como permisivo y donador.”
Con esta óptica intentaré visualizar la esencia de la problemática
del padre en los cuentos de hadas y sus consecuencias.
El papel del padre en los cuentos de hadas
El análisis de las características comunes a
estos tres cuentos reveló en ellos, a mi criterio y según los
conceptos antes expuestos, la importancia de la carencia o el alejamiento de
una figura paterna.
Detectamos una secuencia de imposiciones estructurantes. La situación
tiene carácter de mandato mítico: extrañamiento del hogar
para el hombre, condenado antiguamente a permanecer en tierras extrañas,
desprovisto del calor y el bienestar de pareja en el hogar y persiguiendo un
logro de carácter mesiánico, la Guerra Santa, las Cruzadas, la
lucha contra los bárbaros, guerras de liberación, etcétera.
El rescate del padre muerto-ausente parece ser su carácter común.
Es éste quizá el punto de enlace con el enfoque lacaniano, que
he anticipado.
Actualmente se manifiesta con la apariencia de logros de metas personales, sociales
y económicas que pretenden que su propósito es una aceptación
del grupo familiar en su medio, pero lo ambiguo de estas metas, hábilmente
entrelazadas en los esquemas valorativos ambientales y mitos culturales del
lugar, hace pensar que en realidad su fin es otro. Reintroducen enmascarada
la fantasía mesiánica con la cual se potencien los conflictos
edípicos no resueltos, en forma de alejar al hombre del hogar, repitiéndose
el modelo base.
Existe una complementariedad entre ambas vertientes del mito, la masculina y
la femenina. El destino del varón y el de la niña en la declinación
del complejo de Edipo se articulan -como vemos- originando este modelo base
de pareja-hogar, asegurando así su articulación en las estructuras
dinámicas socioeconómico-culturales vigentes.
El padre, influido por su anhelo de reivindicación mesiánico en
relación con su propio padre, se ve extrañado del hogar y envuelto
en epopeyas sangrientas; se crea un desequilibrio en el triángulo edípico,
no existe la pareja parental real, con una presencia efectiva y discriminada,
elemento esencial para una buena evolución del niño y la niña.
Esta pareja es sustituida por la figura única-Bruja.
Es ilustrativo retamar aquí el material clínico antes mencionado
de M. Mannoni46: el padre del paciente, antes de suicidarse, había hecho
grandes esfuerzos para pagar las deudas dejadas por su propio padre. Guy, el
paciente, luego del suicidio de su padre, desea hacerse cargo de dichas deudas,
desea hacerse cargo del mandato de salvar a su padre en una gesta heroica.
En los cuentos de hadas que analizamos anteriormente, encentramas lo contrario
de lo que intentan los cuentistas actuales, como más adelante se verá.
La ausencia del padre es una norma, va unida a amenazas terroríficas
referidas al desamparo total y la muerte. Se proponen como medios de salvación
el sometimiento y la regresión a la dependencia total de la figura materna,
porque por la ausencia del padre no se instaura la separación de la madre.
Como lo dijo Abadi1, sólo el padre puede rescatar al hijo del circuito
materno.
En efecto, en uno de los cuentos, el de La Bella Durmiente, el padre no sólo
no cumple el papel de falo interdictor, sino que, por el contrario, dominado
por Maléfica y debilitado -el largo sueño en que caen-, parece
querer fijar a la niña al deseo incestuoso, al ordenar quemar los husos,
representantes de los penes exogámicos. En los otros dos cuentos, Cenicienta
y Blancanieves, el padre está ausente y nada se dice sobre su persona
ni de los motivos de su alejamiento real ni de la ausencia de un sustituto o
de su ley; ninguna “voz o presencia” realiza la metáfora
del padre.
En tales cuentos el triunfo final que aparece en lo manifiesto es en realidad
sólo un engaño maníaco que tiende a repetir y consolidar
el ciclo con el paso siguiente a la unión anhelada, es decir, el de la
separación de los esposos.***?
Así, pues, en estos cuentos se conjuga la ausencia del padre con la prohibición
de un aprendizaje sexual e intelectual creativo y en contacto con individuos
exogámicos. Se trata de mantener al individuo fijado a las normas tempranas
previas a la instauración del proceso secundario y del orden simbólico;
es ahí donde el mito sustenta su vigencia.
Función de la prohibición del incesto
La función de interdicción del
incesto (para la madre y el hijo o la hija) es fundamental y sólo puede
instaurarse si está vigente la función del padre o metáfora
paterna.
Según Lacan38, sólo con la interdicción o prohibición
del incesto se puede asegurar la persistencia del deseo, motor de la evolución<<<<<<<<<<<<<<<<<
Veamos cómo influye la prohibición del incesto desde otras perspectivas
que estudian la estructuración de la sociedad humana.
Según Levi-Strauss44, la prohibición del incesto tiene como primera
meta congelar a las mujeres en el seno de la familia con el fin de que el reparto
de las mujeres, o la competencia por ellas, se haga en el grupo y bajo el control
del grupo, y no bajo un régimen privado. Considerada como prohibición,
la interdicción del incesto se limita a afirmar, en un campo esencial
para la supervivencia del grupo, el predominio de lo social sobre lo natural,
de lo colectivo sobre lo individual, de la organización sobre lo arbitrario.
Pero la regla, al parecer negativa, engendra su opuesto, ya que toda prohibición
es, al mismo tiempo y en otra relación, una prescripción.
La mujer que se rechaza es por ello mismo ofrecida. A veces se ofrece a un grupo
definido por las instituciones, a veces a esa colectividad indeterminada y siempre
abierta, limitada sólo por la exclusión de los próximos,
como sucede en nuestra sociedad. Así, pues, las reglas de matrimonio
no siempre se limitan a prohibir un circulo de parentesco; a veces también
asignan un circulo determinado en cuyo interior debe producirse necesariamente
el matrimonio, so pena de provocar un escándalo del mismo tipo que el
resultante de la violación de la prohibición.
Desde este punto de vista, esta sociedad es a la vez exogámica y endogámica.
La verdadera endogamia sólo es la negativa a reconocer a la posibilidad
del matrimonio fuera de los limites de la comunidad humana, la cual está
sujeta a muy diversas definiciones según la filosofía del grupo
que se considera. “En muchas ocasiones los seres fantásticos del
folklore (enanos, gigantes, monstruos, etcétera) se explicarían
menos por una riqueza imaginativa que por la incapacidad de concebir a los extranjeros
según el mismo modelo que a los conciudadanos.
“En todos estos casos solo se trata de saber hasta dónde se ex
tiende la connotación lógica de la idea de comunidad, que es en
si misma función de la solidaridad efectiva del grupo.”
“El fenómeno fundamental que resulta de la prohibición del
incesto es el mismo: a partir del momento en que me prohibo el uso de una mujer,
que así queda disponible para otro hombre, hay, en alguna parte, un hombre
que renuncia a una mujer que por este hecho se hace disponible para mí.
El contenido de la prohibición no se agota en el hecho de la prohibición;
esto se instaura sólo para garantizar y fundar, en forma directa o indirecta,
inmediata o mediata, un intercambio.”
Presencia real del padre
En esta prohibición del incesto, volviendo
a Lacan, la presencia del falo es radicalmente necesaria. Pero Lacan discrimina
entre presencia del falo y presencia del padre, y afirma que esta ultima no
es necesaria para el establecimiento de la ley del falo. Parece deducirse de
la clínica lacaniana, sin embargo, que son inseparables la instauración
de la ley y la presencia efectiva del portador de la ley y del falo, el padre.
Autores que se apoyan en las hipótesis de la escuela kleiniana, como
A. Aberastury5 y E. J. Salas55,56,57, también han destacado la importancia
y la influencia del padre real desde el comienzo del desarrollo del niño.
Según Salas, el padre sirve de marco para que se establezca un vínculo
inicial madre-hijo gratificante.
Podríamos decir, entonces, que sólo el padre puede ser reconocido
como portador del falo por el hijo cuando la madre lo toma como objeto de su
deseo; de lo contrario, el niño no accede a la Ley del padre, no accede
a lo simbólico.
Cuando la madre está unida al padre, el niño puede instalar en
su interior una pareja discriminada y benigna que determina cierta calidad de
Superyó, de
carácter atemperador, realista, que facilita la organización del
orden simbólico y del imaginario.
Aquí es útil recordar la importancia que le ha dado Melanie Klein36
a la realidad efectiva como un elemento fundamental para la modificación
de las fantasías tempranas, refiriéndose al comportamiento de
los padres.
Ahora bien, este proceso en el cual el padre, como portador del falo equivalente
a la Ley, adquiere una jerarquía creciente, corresponde al período
en el cual se inician la dentición, la marcha y el lenguaje. A.Aberastury4.,5.
Parece que es en este momento que la presencia efectiva del padre se vuelve
indispensable por numerosos factores; hacer más soportable la renuncia
incestuosa, recibir los impulsos desplazados de la madre, facilitar el acceso
al
ambiente mayor, sociedad, Ley.
Notemos que es en este período, en que el niño accede al lenguaje,
cuando comienza a instalarse la función simbólica, como una clave
para la renuncia al objeto primario como objeto real del deseo. En este punto
preciso encontramos
uno de los cruces nodales a los que me refería en la Introducción.
Es el enfoque enriquecedor de la escuela lacaniana acerca del “juego del
carretel”, descripto por Freud en “Más allá del principio
del placer”23.
Según A. D. Waelhens58 (estudioso del pensamiento lacaniano que ha retornado
el análisis del juego del carretel), este juego muestra el nacimiento
del lenguaje como autónomo en relación con la realidad.
El lenguaje en esta situación incluye un distanciamiento respecto de
la vivencia real. La palabra es la evidencia de la ausencia del objeto.
Existe aquí un doble acto de simbolización. En el primero, el
niño sustrae a la urgencia de un acontecimiento (la desaparición
y posterior reaparición de la madre) y reemplaza esta situación
por un primer sustituto. Quien desaparece y luego reaparece es el carretel accionado
por el niño.
Luego ocurre una segunda sustitución, consistente en la aparición
de dos fonemas, “o” y “a”. El primero simboliza la desaparición
y el segundo la reaparición del carretel. La alternancia de ambos fonemas
es equivalente para el niño a una sustitución de la alternancia
entre ausencia y presencia de la madre y también entre ausencia y presencia
del carretel.
En todo lenguaje el momento inaugural del desplazamiento futuro de toda metáfora,
consiste en una experiencia análoga.
Para la existencia de la metáfora paterna, parece obvio que deben darse
los mismos pasos, con un padre cuya presencia efectiva permita su desaparición-reaparición.
Lacan diferencia, como hemos visto, entre la presencia del falo como ordenador
y la del padre como figura real, sin pronunciarse más detalladamente
respecto de los vinculas en la situación temprana. Deseo asentar la importancia
que tiene para nosotros, con un esquema referencial kleiniana y basado en la
clínica, la existencia de un padre real en la pareja parental para cumplir
con dicha función, aunque esta hipótesis plantee múltiples
interrogantes en una confrontación con la escuela de Lacan.
La cultura y la represión
Freud26 dijo que la cultura depende de la represión
sexual. Decimos que si, si se trata de reprimir los impulsos de realización
de los deseos sexuales incestuosos. Quien puede generar esta represión
eficaz es la presencia del falo -o metáfora paterna- como transmisor
de la Ley. Pero decimos que no hay represión en lo que concierne al papel
del interés sexual y al mundo de la fantasía erótica que
este impulso sexual, crea. Es el motor del aprendizaje, del impulso epistemofilico
y la fuente que subyace a la actividad sublimada. En el período de la
adolescencia, su persistencia es el factor de eclosión y organización
definitiva de la personalidad genital adulta.
Según M. Klein37, esto sólo es posible sobre la base de una sólida
el integración de un mundo interno, que a su vez se fundamenta en el
acceso a través de la elaboración de la denominada posición
depresiva, a la organización genital de la libido. Esto depende de los
contenidos de la escena primaria, del triángulo edípico, el cual
depende a su vez en gran parte, como ya dije, de la existencia y las características
reales de un padre y una madre discriminados y capaces de un vinculo pleno.
O sea que a mi criterio, según los diversos enfoques ya presentados,
tendremos que reconsiderar el papel de la represión sexual respecto de
la culturalización, así como también su relación
con la presencia del padre real en el grupo familiar como factor que propicia
el establecimiento lo del orden simbólico -por vía de la interdicción
del incesto-, directamente vinculado con el conocimiento, con el contacto con
la realidad, y por ese intermedio con la cultura.
En un enfoque dialéctico, mitos, cultura y sociedad se perpetúan
recíprocamente a través de un hilo conductor (valga la metáfora):
el complejo de Edipo, estructura mítica que captura en su trama al niño.
En los cuentos antes descriptos vemos un aspecto de lo que ocurre con la ausencia
del padre: el joven que desea a la niña debe vencer los obstáculos
que le impone la bruja-madre fálica, puesto que ella se ha transformado
en una ordenadora que sustituye a la ley del padre. El joven debe enfrentar
(en correspondencia con los mitos del lugar) pruebas de iniciación, atravesar
las pruebas decisivas para alcanzar finalmente las pruebas glorificantes o de
consagración, consistentes en la posesión de la joven que es así
rescatada de manos de la mujer fálica que sustituyo a la madre. Solo
entonces se puede establecer la pareja.
Concluimos que en los cuentos de hadas se introduce la temática el edípica
modelada y “resuelta” por una transacción, que la pulsión
de muerte se da en la repetición inmodificada, en la ausencia de opciones
y en la intimidad de las estructuras fundamentales, cuya ideología subyacente
es un mandato superyoico que enfatiza la necesaria aceptación la de la
postergación de las satisfacciones para su adecuación real. De
este modo se disloca el movimiento de las tendencias libidinales como fuente
de desarrollo y aprendizaje, sustituyéndolo por aspiraciones, esperanzas
y metas designadas por la cultura. Sobre estas bases se imponen un ordenamiento
y una sistematización, que dan por resultado una estructura apta para
articularse con los modelos de la cultura del lugar. Se desvirtúa el
proceso de aprendizaje y es ésta una de sus consecuencias más
graves (efecto y causa a la vez): la interferencia de la necesidad de verdad
en esta época del desarrollo. Queda así definitivamente establecida
la subversión cultural del sujeto.
El individuo, niño o púber, ya no busca satisfacer activamente
su curiosidad y sus deseos; está preparado para ingresar en los moldes
de las estructuras establecidas, tanto para su comportamiento individual, sexual
o social. No es un investigador ni un descubridor, sino un eslabón para
la perpetuación de su cultura.
¿En qué consiste esta transacción? Tomando como modelo
la transacción bíblica de la parte por el todo, propone una fórmula
básica: renunciarás a una parte para vivir y tener otras satisfacciones
en el futuro (postergación). Si no lo cumples, morirás o padecerás
la tortura del exilio (muerte en vida) porque la sociedad no te admitirá
en su seno.
El ingreso en la cultura se da aquí. Pero este pasaje se articula con
un mandato que implica forzar determinadas conductas requeridas. Este mandato
puede ser reconsiderado investigando por ejemplo los esquemas culturales y sus
contenidos de saber con capacidad estructurante, como lo estamos haciendo en
este caso con los cuentos de hadas, y en nuestra práctica clínica,
donde encontramos evidencias de sus modelos en la psicopatología. La
evolución de las últimas generaciones nos evidencia la influencia
patógena de los medios de inducción de ilusión y de magia
y los consecuentes procesos de desilusión y desesperanza. En la actualidad,
la ilusión de acceder al papel de princesa, de salir del propio ámbito
y sus limitaciones, se expresa como el ensueño de formar parte de un
grupo “elevado”, de un circulo de inamovible superioridad.
Logrando la movilización de algunos de estos elementos, por ejemplo,
el rol del padre, se facilita el surgimiento de nuevos roles en el núcleo
familiar básico.
Reconsideremos lo expuesto hasta aquí. Existe una articulación
entre diferentes elementos: la ausencia de un padre real que introduzca la interdicción
del incesto y los mensajes que inundan nuestra vida cotidiana, especialmente
aquellos dirigidos a los niños, portadores de los modelos culturales.
La brecha, tal vez sólo aparente, entre las postulaciones de Lacan respecto
de la metáfora del padre o Ley del padre y las hipótesis sobre
el valor de la presencia real del padre, sobre las cuales este no se expidió
hasta ahora, parece cubierta por los discípulos y poslacanianos, como
Mannoni45 y Leclaire39, cuando trabajan el material clínico en sus publicaciones.
Es aquí, en estos historiales, donde aparece destacado, en la génesis
psicopatológica, el rol del padre real (o padre biológico), entendido
como presencia efectiva.
Según las ideas de la escuela kleiniana31,35, existe en el bebé
un impulso a la idealización surgido del hecho de haber formado parte
de la madre en el período prenatal y del anhelo de volver a ese estado.
Este tipo de idealización está vinculado con la esperanza y la
confianza. A diferencia de esta idealización primaria existe una idealización
de carácter defensivo que consiste en la vuelta hacia el objeto interno
como defensa contra el pecho externo sentido como malo.
En este segundo caso la idealización no permite el reencuentro con el
objeto externo sino que lo obstaculiza y lleva al sujeto a recurrir a un mundo
ilusorio de ensueños alejado de la realización material. El Yo
y vive engañado por un Superyó fanático que distorsiona
la realidad, crea confusión y limitaciones en un mundo ilusorio. La realidad
es ignorada.
En esta organización narcisista predominan fantasías y objetos
idealizados, objetos confusos como la madre fálica, vinculas canibalistas,
residuos de la fallida integración (elementos confusos, objetos bizarros,
etcétera). Por esta razón constituyen un reducto o núcleo
confuso. No ingresan en el orden simbólico (en el sentido de Lacan) y
se convierten así en el sustento de lo que Bion10 ha denominado “terror
sin nombre”. ***?
Los cuentos de hadas se insertan, precisamente, en esta encrucijada del desarrollo
temprano y adquieren su fuerza patógena en tanto alimentan en el niño
la tendencia a los ensueños diurnos y a la estructuración de este
tipo de fantasías y defensas omnipotentes y maníacas.
Los cuentos de hada aconsejan (como las moralejas) obediencia a los mayores,
la postergación indefinida del deseo, engaños y transacciones,
pasividad y resignación. Ofrecen como recompensa la promesa de ilusiones
y premios postreros y protección mágica contra los miedos.
Se trata, como lo describió Meltzer47, de la aceptación de una
tiranía a cambio de la protección contra el terror. Esto aleja
al niño del mundo de la realidad.
En este contexto conceptual, Meltzer48 señala que ante la ausencia (real
o simbólica) de los padres (o sustitutos eficaces) los aspectos infantiles
narcisistas tienden a una orgía de carácter pregenital fantaseando
omnipotentemente con el vínculo de la escena primaria.
Vemos esto cuando en nuestros cuentos de hadas la ausencia de los padres, y
en especial del padre, da lugar a los vínculos de la joven con seres
extraños, como los enanitos o el grillo, con claros simbolismos pregenitales,
expresión de la orgía infantil narcisista antes aludida (masturbación
con ensueños diurnos).
Señalemos, pues, que los sueños diurnos pueden contener, por un
lado, un plan de realizaciones efectivas, y en este sentido constituyen una
importante etapa, previa a la acción. Pero también los sueños
diurnos pueden ser un reducto ajeno a toda realización, un mundo en el
cual el individuo se retrae, alejándose y atacando la realidad e interfiriendo
su propio desarrollo. Es este segundo tipo de utilización de los sueños
diurnos el que los cuentos de hadas pueden favorecer, a través de la
promoción de soluciones ilusorias, mágicas, en un mundo en que
se confunden sueño y vigilia y en el que la única realidad que
se acepta es la de la fantasía.
Sólo la adecuada confrontación de los ensueños diurnos
del mundo de la fantasía con las pruebas y ensayos con la realidad, da
origen a un equilibrio adecuado, garantía para un desarrollo normal,
creativo y sin menoscabo de la riqueza imaginativa.
Estos cuentos, en lugar de motivar la búsqueda de verdad y conocimiento
de los conflictos humanos, suministran respuestas cerradas tipo happy end. Estimulan
así la natural tendencia al ensueño diurno en detrimento del otro
paso del proceso, quizás porque este último implica actividad
y desplazamiento, lo que requiere mayor participación y dedicación
de los adultos, de los cuales el niño depende en esa edad para vincularse
con los elementos de la realidad.
De este modo los padres insertan (inconsciente y activamente) al niño
(que se encuentra en actividad receptiva), a través de los elementos
mencionados, en el discurso preestablecido por la cultura de su medio.
Soluciones propuestas
Desarticular el mecanismo de acción
de estas imposiciones culturales estructurantes milenarias es una tarea gigantesca
por estar imbricadas témporo-espacialmente en múltiples contextos
que abarcan la casi totalidad de lo existente: ideologías, instituciones,
valores culturales, leyes de la comunidad, estructuras económicas, y
por último este campo que nos interesa porque incide tempranamente en
la formación de las nuevas generaciones. Las imposiciones de la fórmula
simbólica de resolución del complejo de Edipo presente en estos
cuentos de hadas para las niñas, serían un punto de abordaje,
en lo que atañe a la necesaria presencia del padre como mediador de la
interdicción en la relación dual con la madre, abriendo así
caminos para nuevos modos de resolución.
Las modificaciones en el área de la cultura (la literatura de la magia)
necesitan ser acompañadas por otras, equivalentes, en el contexto de
la familia. En especial la necesidad de la presencia y permanencia del padre
real en el hogar, generando correlativamente una madre que pueda permanecer
integrada y no envidiosa de la niña en crecimiento y brindándose
como uno de los primeros objetos de desplazamiento desde la situación
edípica temprana como vínculo heterosexual para la hija.
Cuando el padre está presente, el proceso de establecimiento de la ley
y la interdicción del incesto y el alejamiento de la madre (proceso esencial
según Lacan) está acompañado por esclarecimientos (explícitos)
y por la ternura y el reaseguramiento que brinda la presencia física
estable del padre como objeto. Desde un enfoque lacaniano este padre portador
de la Ley puede ser el padre biológico o un sustituto. Consideramos que
la función del falo, presente en un contexto normal como el objeto del
deseo de la madre, puede dañarse por ausencia física del padre
o sustituto o por fallas en la instauración y la presencia de la metáfora
del padre. En este caso la madre se puede investir del rol de portadora de la
ley y la interdicción del incesto no se realiza. Es experimentada en
este caso como la ley misma, portadora entonces no de la ley del padre, sino
de una ley mágica terrorífica, proviniendo directamente del Ello.
Adquiere carácter de ley primitiva. Es un “no” con implicaciones
de vida o muerte, de castigo y exilio social, ley extrema. No se instaura la
interdicción del incesto y los hijos quedan atrapados en la madre.
Desde otro enfoque, convergente con el nuestro en este punto, varios autores
se han preocupado actualmente por suministrar una literatura infantil que reemplace
a la anterior y la despoje de las connotaciones terroríficas y sin salida
que ésta tiene a causa de las perturbaciones expuestas. En efecto, autores
como R. Bradbury, U. Eco y la misma A. Aberastury redactaron textos narrativos
para niños en los cuales procuran encontrar la fórmula donde el
enfoque de los conflictos evolutivos se presente sin que desemboque indefectiblemente
en el encuentro de esa clase de terror innominado y por lo tanto poblado de
amenazas fantásticas y omnipotentes de efecto paralizante que obliga
además a la búsqueda imperiosa del final feliz. Esta nueva estructura
tal vez permita el lento aprendizaje necesario frente a lo desconocido, desprovisto
de las mágicas imágenes arcaicas reactivadas de contenidos siniestros
del Ello, y despojado también de prejuicios, inducciones y moralejas
deformantes.
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