ENTRE EL JUBILO IDENTIFICATORIO Y EL ESTADO DE DESAMPARO
Raquel Zak de Goldstein, 1992.
FEPAL, Montevideo 1/7 agosto 1992
XIX Congreso Latinoamericano de Psicoanálisis
“Malestar en el Psicoanálisis”
Panel Estructuración Psíquica.
LAS CONDICIONES DE LA CONSTITUCION DEL SUJETO Y ALGUNAS DE SUS CONSECUENCIAS
EN LA TEORIA DE LA CURA
La comprensión de los fenómenos psíquicos es imposible
hoy desde un único enfoque, de ahí la necesidad de considerar,
sin confusión ni dilución, esquemas referenciales universalmente
presentes y reconocidos en el pensamiento psicoanalítico. Esta delicada
y fecunda intertextualidad permite "escuchar e inteligir" los avances
y descubrimientos.
La realidad psíquica, "ese escenario evanescente", recibe luz
sectorial desde los "varios esquemas referenciales consagrados" que
evidencian la dimensión de "historia en torsión" entre
futuro, presente y pasado de su condición de estructura. Cuanto más
toleramos esta posición de incertidumbre fecunda, más se afirma
una comprensión dinámica del fenómeno humano, y una posible
aprehensión de la condición del ser como sujeto hablado y hablante,
naciendo siempre entre el júbilo identificatorio del Estadio del Espejo
y el "estado de desamparo" descrito por Freud.
La afirmación de la noción de sujeto escindido, relanzó
las cuestiones mayores del psicoanálisis. También desafió
nuestras posiciones en la clínica cotidiana, y los criterios de analizabilidad.
Freud inició sus investigaciones psicoanalíticas en busca de los
fundamentos, y descubre como eje al Complejo de Edipo. Las nuevas búsquedas
se van trasladando más hacia atrás, hacia los tiempos primitivos
de la constitución psíquica, buscando aquel contexto de nacimiento
del sujeto, que llamaré contexto fundante.
D.W. Winnicott apoyándose en parte en las concepciones kleinianas, amplía
la visión de "esos tiempos" describiendo con una lente de enorme
aumento, el área transicional, donde se dan los fenómenos transicionales
que parecen presidir con su cualidad absolutamente inédita las adquisiciones
simbó1icas en la puesta en acto del sujeto en el jugar, y cuyo paradigma
es la descripción freudiana del juego del Carretel, donde "son usados"
los objetos transicionales. Se doma la angustia, y el ser "se entre tiene",
"se" tiene entre. Esto sólo es posible contando (sin saberlo)
con la presencia y las funciones de ese "otro significativo" a quien
D.W. Winnicott llama "madre suficientemente buena" o "medio ambiente
facilitador".
A partir de estos descubrimientos, el campo de la psicopatología pasa
-en la obra de D.W. Winnicott por un notable reordenamiento, y surgen hipótesis
sobre fallas y distorsiones primitivas. Un nuevo modo de disociación
primaria, la constitución de un falso self precoz, fracasos en la integración
psiquesoma, etc. serán minuciosamente revisados en la clínica
y ubicados en los orígenes de patologías severas.
Jaques Lacan, ubica la aparición del sujeto, en el contexto de lo que
llamó Estadio del Espejo. Se jerarquiza la pulsión escópica,
la mirada, el yo y el narcisismo. Y fundamentalmente, el valor estructurante
de la percepción de la alteridad, y del "otro significativo".
Uno de los objetivos que me propongo en esta breve comunicación, apoyada
en nuestra experiencia y en el pensamiento psicoanalítico más
actual, es destacar las relaciones que se evidencian entre las perturbaciones
que afectan a este contexto fundante de la estructuración del sujeto,
y la aparición de patologías severas. Algunas de estas perturbaciones
patógenas precoces, remiten a rever la cuestión de "las deformaciones
del Yo", uno de los límites terapéuticos señalados
en "Análisis terminable e interminable" (Freud, 1937).
Para seguir pensando en la cura, son imprescindibles actualmente los estudios
de M. y W. Baranger sobre la situación analítica como un campo
dinámico constituido por la interacción analista analizando. En
este campo, que ambos generan, se despliega el proceso analítico, y se
nos hace "visible" (regresión, repetición y transferencia
mediante), también ese "otro significativo", el del Estadio
del Espejo, el del amor de transferencia, que aparece rodeado de las características
constitutivas y las distorsiones singulares del contexto fundante de "ese"
sujeto en particular. Este todo prehistórico arcaico es el que van a
intentar historizar ambos participantes del campo en proceso.
El malestar y el funcionamiento mental
E1 Malestar es intrínseco y constitutivo.
E1 ser del lenguaje padece en la cultura. Pero... es preciso estar constituido,
para sostener ese malestar motor clave -por otra parte- del vivir creativo y
posible para advenir al "mundo de los otros". Las fallas en la constitución
de la estructura psíquica darán variantes de un dolor no vivible
casi no decible, sin palabras adecuadas para ese sostenimiento.
"El malestar es constitutivo", lo sabemos. Pero solamente si se trata
de un malestar diferente al de la angustia como agonía primitiva. Alejado
de la angustia traumática. Distinto en fin de la angustia que preside
"el estado de desamparo" (como lo llamó Freud), y que anuncia
la cercanía de lo ''Umheimlich''. Es ahí donde Jaques Lacan ubicó
su objeto a, residuo teórico de "aquel otro", que con su "presencia"
y su accionar deseante continente, empático y narcisizante, ejerce la
violencia seductora inaugural, y centra el "contexto fundante". Se
trata del "otro significativo" del Estadio del Espejo, que ''no es
un otro" para el infans.
Lejos del trauma puro, el aparato psíquico sostiene y es sostenido a
su vez en su trabajo específico, por la actividad transicional, en tanto
las pulsiones pueden avanzar en busca de investir. La actividad de representar
queda protegida y protege a su vez. La libido busca objetos.
En los momentos estructurantes de ese verdadero desfiladero arcaico, donde transita
"en torsión" lo diádico edípico social durante
el Estadio del Espejo, el infans niño juega con el Objeto Transicional
como soporte, protección y anverso de la angustia, que desborda ante
las incipientes percepciones de ausencia y alteridad. Júbilo y desamparo
se alternan sin cesar.
E1 infans ser trabaja para saber quién es y para saber soportar "ser
un ser dividido", y se cura de "nuestro malestar" (H. Heine)
creando. A ese trabajar busca devolverlo el analista. Las pulsiones -"activistas"
y conservadoras-, van en busca de objetos y de placer.
Evitando el dolor y esquivando la -ahí- mortal afrenta narcisista al
incipiente y entronizado Yo grandioso infantil "His Majesty the Baby"
, el movimiento pulsional recibe la "ignorada" (y decisiva) asistencia,
mediada por la funcionalidad de la fusión primitiva del aparato psíquico
matemo, sexuado y deseante, convocable por un otro para el amor.
Esta asistencia transitoria y fundante, de alguien deseante, es lo que lo califica
como "otro significativo". A la vez, (como anverso y reverso inseparable),
es guardián y dueño de la vida y de la muerte.
Ahí, donde también se diseña el imposible lugar del analista,
es donde
reaparecerá. En el capítulo sobre "Enamoramiento e hipnosis"
(Freud), encontramos só1idos fundamentos para rastrear los orígenes
del poder del deseo del analista. Ubicado en aquel trono (el de la majestad
del ideal, los padres, que le otorgan su majestad al bebé), que naturalmente
le es conferido por el amor, (a veces pasión) de transferencia, el analista
queda dotado del poder de "ese otro", que fue eje del "contexto
fundante", y del cual es recipiente actual.
En esas condiciones y en ese campo, creado por la transferencia que Freud alguna
vez describió como un tablero de ajedrez- jugamos una partida. Podríamos
decir: una partida con la Pulsión de Muerte. Es mucho lo que queda por
decir al respecto.
Encuadre, corte y palabra, pretenden devolver a la pulsión su capacidad
de investir y al aparato psíquico a su trabajo de representar.
Para devolver a la pulsión su movimiento, su vector de búsqueda.
Y al sujeto, su posibilidad.
¿Cómo? Desanudando los "enroques" y los caminos de la
repetición.
Descifrando los enigmas, e historizando en torno al trauma puro. Volviendo decible
la ausencia del "otro significativo". Se marca a la vez, la división
y la insuficiencia en ser. Podemos decir que vivimos "en tránsito",
entre, malestar constitutivo a "un malestar motor de un bienestar posible".
¿Qué es lo que se opone a veces irreversiblemente al acceso analítico
y a la cura? ¿Qué es lo que le confiere ese misterioso carácter
de inanalizabilidad a "las deformaciones del Yo"? ¿Como se
ubican aquí: "La escisión del yo en los mecanismos defensivos"
y "El fetichismo", obras de reapertura en la producción de
Freud? ¿Cómo leemos en la obra de P. Aulagnier el valor de las
fallas del entorno efectivo, en el que se da el encuentro eficaz identificatorio?
¿Qué nuevas perspectivas se abren respecto de las identificaciones
patógenas, tanáticas e irreductibles... aparentemente "más
allá de la desidentificación"?
La vigencia de esta problemática y la urgencia de esta investigación
ampliada de la clínica del "otro significativo" en la posición
del analista la mente del analista , ya aparece en uno de los temas centrales
para Amsterdam 1993.
Contamos con los constantes avances en el trabajo con patologías graves
y en psicopatología infantil, con la creciente utilización teórica
del descubrimiento central de un D. W. Winnicott y sus derivaciones. En fin,
contamos con nuestra investigacion psicoanalítica dedicada a los procesos
psíquicos primitivos, en busca de lo irreductible, de la comprensión
de los fenómenos primarios.
La cura en el trabajo analítico, no es adaptación ni es maduración.
La pasión narcisista, imprescindible para la vida del sujeto y al mismo
tiempo letal, se manifiesta en la inquietud constitutiva, y se vuelve más
y más decible. Y así se abre a la creatividad.
Es el trabajo sobre las formaciones patelógicas de la estructura, y la
sexualidad arcaica e infantil ahí fijada -en esas fallas de estructura-,
absorbiendo las pulsiones.
Estas se ven imposibilitadas de buscar e investir objetos, sean los de la necesidad,
del deseo o del amor. Allí trabaja el analista, en su encuadre, como
el "otro significativo".
En ese trabajo, "puede" "pueden" relanzar la "actividad
de representar": creatividad propia del aparato psíquico, la cual
en su encuentro con las pulsiones, alumbra el desear y su malestar: la condición
de la vida humana.