“Investigación Psicoanalítica,
Observación de Bebés y
Metapsicología freudiana”
Dra. Raquel Zak de Goldstein
Lisboa, 1998
“Ahora bien, la investigación psicoanalítica que desde un período posterior se remonta hacia la infancia, y la observación contemporánea del niño mismo, se conjugan para mostrarnos otras fuentes de fluencia regular para la excitación sexual. La observación de niños tiene la desventaja de elaborar objetos que fácilmente originan malentendidos, y el psicoanálisis es dificultado por el hecho de que solo mediante grandes rodeos puede alcanzar sus objetos y sus conclusiones; no obstante, los dos métodos conjugados alcanzan un grado suficiente de certeza cognoscitiva”.
“Tres ensayos sobre una teoría sexual” Freud,1905.
En estos tiempos en los que se habla de nuevas patologías y de nuevos
abordajes técnicos para estas patologías , emerge con fuerza la
importancia de la investigación en el psicoanálisis.
Sin entrar en la discusión sobre la validez de estas “nuevas patologías
y abordajes trataré de remarcar en esta presentación la trascendencia
de un tipo de investigación –la observación directa de bebés,
hecha por psicoanalistas con su interpretación metapsicológica-
para la comprensión y profundización de los cuadros psicopatológicos
y la técnica.
Apoyada en la cita de Freud del epígrafe, el valor simbólico de
la observación del caso Juanito y del juego del carretel, señalaré
como el entramado entre la investigación-cura-descubrimiento con la obsevación
directa de bebés son armas potentes para avanzar en los caminos complejos
de la comprensión de la estructuración del sujeto.
Los psicoanalistas siempre estuvieron fascinados por lo arcaico, e intentaron
“observar” psicoanalíticamente el período preverbal,
ese continente que a veces se define como negro y a veces como enigma irresoluble....!
Para Melanie Klein la observación directa, como para muchos analistas
desde las primeras épocas, constituía un soporte para intuiciones
y teorizaciones psicoanalíticas. El deseo de poner en evidencia el contenido
involucrado en los rasgos de comportamiento, a la manera de la decodificación
de un símbolo, parte de la idea previa que le adjudica un valor simbólico
al comportamiento....
Pero, por ejemplo considerando el pensamiento de Melanie Klein, que parte de
la base de que la relación de objeto es previa a que este sea percibido,
se choca con el supuesto de una observación puramente objetiva, que parece
querer partir de cero, con respecto a la evolución de las funciones del
Yo. Complejo problema dentro de las distintas corrientes del psicoanálisis.
La Observación de Bebés pensada como Investigación psicoanalítica
y procesada metapsicológicamente, es una actividad articulada común
en los psicoanalistas, cuyo ejemplo princeps es la observación que Freud
hace del juego de su pequeño nietito, que pasó a la posteridad
como el juego del carretel. Inaugura así, un modelo propicio para la
ampliación de nuestra comprensión de ciertos fenómenos
normales y patológicos en la estructuración psíquica, modelo
marcado por algunos de los interrogantes que he adelantado, y que pretendemos
seguir desarrollando en la comunidad psicoanalítica internacional. Ese
es el enfoque que voy a sostener en esta presentación.
El descubrimiento del inconsciente, la sexualidad infantil, el Complejo de Edipo
y los conceptos correlativos, constituyeron el corpus teórico que sostiene
el edificio central del psicoanálisis. Surgieron de ese tipo tan particular
de “observación” que le permitió a Freud descubrir
el inconsciente, desarrollando una técnica de abordaje clínico
que relaciona la investigación y el tratamiento. Viene al caso recordar
aquella pregunta...
“¿Qué hacen?, Dialogan”.
“¿Qué hacen?, le pregunta
un interlocutor supuestamente desprevenido, sobre lo que pasa en un tratamiento,
y Freud le responde: Dialogan. En 1980 decíamos -con W. Baranger y N.
Goldstein-, completando aquella respuesta de Freud con algunos comentarios hoy
y aquí pertinentes, que, “Desde luego, ocurren entre ambos dialogantes
muchos fenómenos que desbordan el diálogo hablado: emociones,
sentimientos, reacciones corporales, pensamientos callados, etc, etc, muchos
de los cuales son dialogables y aspiran a ser dialogados”, y la observación
pretende “escuchar” y encontrar el sentido particular de estos fenómenos
que pueblan aquellos primeros “diálogos”. Además,
sabemos que... “Diálogo significa intersubjetividad, por divididos
que sean los sujetos que se hablan, (y, dice Freud, luego del primer grito habrá
decodificación materna)”. “Por supuesto, es factible tomar
el diálogo mismo como objeto de estudio. Se puede registrar, y analizar
las variaciones de la fonación, de la elocución, de los estilos
de los dialogantes, y sacar de ahí conclusiones interesantes. Se trata
de estudios aplicados, totalmente legítimos como tales, acerca del proceso
analítico” (“Esto nos obliga a precisar la situación
recíproca del psicoanálisis y de la psicología”...decíamos).
Acentuábamos que, ... “Cuando Freud empujado por el aluvión
de críticas malévolas que acompañó al psicoanálisis
desde su nacimiento, se interroga sobre las formas de validación de los
conocimientos analíticos, sus respuestas son sin embargo, de una claridad
extraordinaria. Basta releer “Construcciones en el análisis”
para darse cuenta que Freud busca la validación de los conocimientos
analíticos dentro del mismo diálogo analítico y del proceso
que este diálogo encamina. Los conocimientos analíticos pueden
recibir una validación indirecta: se han imaginado múltiples métodos
para hacerlo y se pueden inventar muchos más que no conocemos todavía,
pero nunca alcanzarán el valor de validación directa: el “insight”
logrado por el sujeto a través de las interpretaciones, y el andar del
proceso promovido por el “insight”.
Yo sumaría actualmente, y como aval de la propuesta de esta presentación,
la posición de Freud señalada en nuestro epígrafe.
Observación, resignificación e interpretación.
No olvidamos la trascendencia del mecanismo
de resignificación, y mucho menos la vigencia de la subjetividad del
observador. Por eso, al hablar de “la investigación de la investigación”,
como método, no perdemos de vista que la interpretación que el
observador -formado analíticamente- realice sobre el material del campo
dinámico de la Observación de lactantes, como parte de su trabajo
de investigación de la investigación, presupone un particular
acervo propio de conceptos, teorías y experiencias, que llamamos su esquema
referencial.
Por otra parte, este campo clínico de fenómenos, luego dialogables
en el proceso de elaboración e interpretación de “lo observado”,
es un campo compartido con el lenguaje parental singular, el cual no puede dejar
de influir a su vez también ideológicamente. Tampoco el observador
es “ni amnésico, ni apático”.
Está movido, como los padres, por su deseo y su memoria , y por eso sabemos
que en su interpretación va a trabajar -en la base- el propio esquema
referencial que incluye la metapsicología freudiana como “lenguaje
común”, y las teorías psicoanalíticas a las que adhiere
personalmente, y que pone en práctica, también, como decíamos,
durante la observación y su posterior conceptualización.
Por todo esto, para hablar hoy de Investigación en Psicoanálisis,
es conveniente diferenciar adecuadamente, por de pronto tres campos:
-El campo de la investigación psicoanalítica propiamente dicha;
aquello que define el psicoanalizar, según Freud lo expresa en nuestro
epígrafe.
-El campo de la investigación empírica.
-El campo de la Observación de bebés, llevada a cabo por psicoanalistas.
Estos tres campos, discriminados, ayudan a definir aquello que la observación
psicoanalítica de bebés sí puede enfocar, para buscar resultados
enriquecedores para los avances en la metapsicología de la desafiante
dialéctica constitutiva de lo intrapsíquico, a mitad de camino
entre la creación de la fantasía tal como la describe Freud en
el Manuscrito M y los efectos de lo intersubjetivo, teniendo en cuenta allí
el complejo status psicoanalítico de la realidad.
Con este enfoque podemos retomar, por ejemplo, la noción de trauma y
la teoría de la seducción inaugural para la “investigación
en base a la observación directa realizada en un proyecto psicoanalítico”
, y situarnos en la perspectiva de lo que es más propio del Psicoanálisis,
recurriendo a la noción de aplicación del método psicoanalítico,
tal como Freud lo hizo con las artes, la sociología, la antropología,
la lingüística, etc.
Pensando de este modo nuestro subtítulo, “La Investigación
Psicoanalítica, la Observación de bebés y la Metapsicología”
componen una dimensión o arco tensado por la cuerda del Inconsciente.
Dimensión que parece realimentarse recíprocamente –explícita
e implícitamente- en la producción de autores postfreudianos de
varias regiones de la comunidad psicoanalítica.
Los ejemplos abundan, los resultados son variados, y diversa es su suerte según
la cercanía metapsicológica que sostengan con el corpus freudiano,
nuestro schibbolet, nuestro “idiom” común. Esto es así,
aún si nos preocupan las preguntas sobre nuestro suelo común.
( )
Al hablar de la dialéctica de lo “intrapsíquico-intersubjetivo”,
se nos evidencia una nueva dimensión, un campo dinámico, como
una casi inefable tópica, la de esta dialéctica “a observar”
e investigar...
Entonces se reconocen en los métodos de observación como el de
E. Bick, la preocupación por las siguientes grandes cuestiones como:
¿Cómo observar esta dialéctica...apenas observable, sólo
evidenciable en la dimensión de los afectos y efectos subjetivos, que
acompañan las interacciones, discursos y cambios objetivos que se dan
entre los protagonistas, y que de todos modos pasarán por el filtro personal
durante el registro? ¿Cómo definir los parámetros que permitan
diferenciar -si se intenta- lo objetivo de lo subjetivo, en ese inefable campo
interhumano, sino por la ya reconocida dimensión de lo que llamamos contratransferencia?
Pensamos que es este el tipo de campo que se re-edita con el “observador”?
Se toman en cuenta durante la elaboración preguntas tales como: ¿Cuáles
son los fenómenos, acciones e interacciones y efectos objetivables y
seleccionados para la observación? ¿Cómo y porqué
son previamente establecidos cuáles serán los efectos que van
a ser “observados”?
¿Y cómo interpretarlos, y así subjetivarlos como dimensión
de “lo humano”, sino en función de nuestra pieza mayor: el
sentido... la noción de significación?
¿Cómo discernir de lo “observable” u “objetivo”,
la participación de lo inobservable, la significación y la subjetividad
materna y parental transitando en los estados de rêverie?; y del lado
del infans, ¿cómo dar cuenta del decurso de aquello a lo que Freud
llama “pensar representacional”, lo que funda la realidad psíquica
con la construcción de la fantasía. Se trata de aquello que D.W.
Winnicott llama “elaboración imaginativa”, una combinatoria
cuyos efectos, imprevisibles y particulares, marcan la producción personalizada
de la fantasía y del mundo interno de cada ser y las características
de ese mundo interno
¿Este todo, es discernible como producto directo de la observación,
o, es producto de nuestro particular código de interpretación,
sea psicoanalítico o de otra raigambre?
No somos ingenuos, sabemos que no existe el observar ingenuo, puro de “a
priori” teórico, de ideología.
Para salir de este atolladero, Freud nos allana el camino: entendemos los tiempos
de la constitución psíquica como efecto de una particular forma
de intersubjetividad, donde transita la identificación como primer modo
de ***, y esto sitúa el efecto del deseo parental ante la cría
humana como un poder que va con-formando el específico “campo dinámico”,
en el cual identificación y transferencia van componiendo ejes múltiples,
que incluyen la mente del observador que “procesa”, a la manera
de la mente del analista (M. Baranger Amsterdam 93)
La contra-transferencia se evidencia entonces como el “instrumento”
privilegiado para el desciframiento de los significados involucrados en los
fenómenos que se presentan a la observación y al vivenciar, en
“ese tan particular campo dinámico inicial, asimétrico,
regresivo y estructurante”, que consideramos como un “contexto fundante”
donde se pueden discernir -entre “observables” e “hipótesis”-
variables decisivas para nuestro corpus metapsicológico, como ser las
que iluminan las relaciones entre la noción de “nuevo acto psíquico”-concepto
central, si los hay, involucrado por Freud en “Introducción del
narcisismo”- y los desarrollos introducidos por J. Lacan en su estudio
psicoanalítico sobre el estadio del espejo, de 1949, que derivando de
la observación etológica, evidencia cada vez más sus significativas
correlaciones con los contenidos que D.W. Winnicott elabora en su artículo
de 1967, titulado “Papel de espejo de la madre y la familia en el desarrollo
del niño”
Es en el campo observacional así enfocado, donde se afirma precisamente,
la doble validez de una observación, para los psicoanalistas: por sus
posibles aportes a la comprensión de la psicogénesis dialéctica
de las así llamadas patologías tempranas, ó de “déficit”,
patologías ya suscriptas, -a mi entender- por Freud cuando se refiere
a las alteraciones tempranas del Yo, en “Análisis terminable e
interminable”, y porque hoy, se escrutan más y más estas
perspectivas, procurando creciente precisión clínica y mayor preocupación
teórica. Aquí se inscribe la búsqueda emprendida por diversos
autores que exploran “esa región más allá del placer”,
como la podríamos definir con Freud. Dimensión o región
que Green define como “lo arcaico, a posteriori”, y que Frances
Tustin enfoca buscando en el autismo neurótico, y logrando significativos
avances teóricos y técnicos. A. Green es uno de estos exploradores,
en particular con sus avances respecto de la dinámica de la pulsión
de muerte, en “El trabajo de lo negativo”; asimismo J. McDougall,
con su trabajo metapsicológico sobre la patología de los tiempos
arcaicos en las somatosis, en “Teatros del cuerpo”. Son autores
que evidencian, junto a otros autores pioneros en estas exploraciones psicoanalíticas,
la fecundidad que presenta el estudio y la consideración de este campo
pulsional de los tiempos originarios, transferencia-contratransferencia mediante,
consideración que incluye la realidad del comportamiento del objeto que
acciona el “auxilio ajeno”, en su carácter esencial como
factor antitrauma.
Este es asimismo el carácter que asume, por repetición, el campo
de la clínica psicoanalítica, en la que Freud se internó
a partir de 1920, en el “Más allá del principio del placer”,
vivenciándose ahí, en el accionar pulsional y las repeticiones
en la transferencia, las características de esas “primeras ¿relaciones?”
determinantes, moldeadas, -como lo entendemos hoy en día con autores
como Piera Aulagnier-, por las cualidades específicas y singulares, objetivas
y sobre todo subjetivas, de los tres participantes del “campo del contexto
fundante”.
Conceptos tales como apego, diada, “idiom”, madre suficientemente
buena, medio ambiente facilitador, “el otro adulto de la crianza”,
están ya implícitos en los grandes lineamientos freudianos que
aparecen en “Pulsiones y destinos de Pulsión” donde se establece
por ejemplo, la necesariedad de la asistencia real parental en la efectivización
de la dialéctica yo primitivo real-yo placer purificado-yo real definitivo.
En “Psicología de las masas y análisis del yo” Freud
sitúa al otro en cuatro estatutos, uno de los cuales lo señala
como ayudante o auxiliar. Y aún más determinante es el accionar
del otro como objeto del primer amor, la madre, que centra los fenómenos
que presiden los tiempos de “Enamoramiento e Hipnosis”. Tiempos
constitutivos que -a mi entender- articulan los primeros desarrollos freudianos
sobre el Complejo del Semejante, en el “Proyecto...”, con la dinámica
del espejo, el otro y la mirada.
Son claves que se reencuentran en la presentación de Lacan sobre el estadio
del espejo ya mencionado, claves ineludibles y de enormes implicancias para
la comprensión de la constitución y las características
del Yo en la psicopatología y en la vida cotidiana. La estructuración
psíquica se inicia, como lo sabemos, “a merced” y bordeando
el “estado de desamparo”, la hilflosigkeit freudiana. Es decir,
dependiendo casi absolutamente de las características psíquicas
y la habilidad del asistente que cumple con las acciones del “auxilio
ajeno”, aquel “otro” de la crianza en posición de auxiliar,
la madre suficientemente buena en la que piensa Winnicott, la cual –si
está previamente habilitada por su propio vivenciar temprano- propiciará
con su rêverie y con su “comunidad”, una breve experiencia
fundante de “ilusión” en el sentido de Winnicott. Se trata
de una condición ó fenómeno que –a mi entender- posibilita
y sostiene el pasaje desde la “gratificación alucinatoria”
y la correspondiente actividad de la omnipotencia del pensar, al despliegue
de los fenómenos transicionales, y al uso y manipuleo de los objetos
que así adquieren su carácter y valor de transicionales, y con
los cuales se inicia esta primera modalidad de “relación”.
Las secuencias que preceden y acompañan estos acontecimientos estructurantes,
son en buena parte observables.
Es el ayudante o “auxiliar” del “auxilio ajeno”, el
que es a su vez el dueño de la mirada de reconocimiento y del discurso
identificatorio. Es asimismo garante de la supervivencia psíquica, en
tanto recibe el grito del malestar y la tensión somática que clama
por el alivio y por el “otro prehistórico inolvidable”. La
madre, ahí, es quien asistiendo a la supervivencia en el lapso de la
dependencia absoluta, también transformará estos estados dolorosos,
-interpretándolos, es decir, dándoles su forma-, en mensaje para
la cultura, tal como Freud lo estableció en la temprana “Carta
52”.
En tanto este desajuste pulsional propio del vivir se sostenga en una dimensión
motriz y tolerable, gracias a la eficacia de los partícipes del campo
fundante, se afianzará el investir y el alucinar del desear, y la correlativa
y esencial capacidad de soñar, ... dormido y despierto.
Esto es también parte de “lo que observamos” con nuestra
“mente de psicoanalistas”, participando en este campo complejo y
asimétrico.
Luego de participar y registrar, interpretaremos.
Puedo recordar un entrañable ejemplo de este ejercicio de aplicación
del psicoanálisis durante la elaboración grupal del material de
observación de recién nacidos, que luego se presentó como
una “Observación psicoanalítica múltiple de bebés”,
investigación que se realizó bajo mi coordinación, y en
la que participaron un destacado grupo de colegas de la Asociación Psicoanalítica
Argentina. Esta investigación fue seleccionada, leída y discutida
en el Congreso Internacional sobre Violencia (Viena, IPAC, 1971, RZG).
P. Aulagnier, con su texto “La violencia de la interpretación”,
se transforma en una autora paradigmática para los interesados en la
observación y el trabajo metapsicológico , por su ejemplar modo
de justificar las relaciones entre la teorización del psicoanálisis
y los hallazgos en la observación de las condiciones de lo que ella llama
“estado de encuentro”. La autora remite la realidad particular de
este encuentro, a las características de un contexto fundante, cuyas
particularidades, incluso en la psicosis, participan de un cierto orden de “observables
singularmente identificables” por un investigador psicoanalista.
-¿Cómo nos sirven estas observaciones teorizadas?
Con D.W. Winnicott -gran observador, y quizás
uno de los pioneros en el ejercicio de vincular la pediatría, la observación
de bebés en una situación dada, el pensamiento psicoanalítico
y la clínica de los pacientes severamente perturbados- hemos aprendido
a recomendar a los pediatras una observación que ayude a detectar precisamente
aquellos factores que contribuyan a la prevención “posible”
de las psicosis. Pensamos en P. Aulagnier...
También al profundizar en la comprensión psicoanalítica
de la familia, muchos de nosotros hemos reconocido evidencias de un accionar
patógeno, caracterizable, que -a la manera de un “doble vínculo”
idealizado y capturante- sostiene una alienación que parece indestructible,
y desafía los abordajes terapéuticos. Este tipo de vínculo,
actúa aniquilando activa y continuamente el pensar representacional,
patrimonio de la actividad psíquica del bebé, e induce en su lugar
una identificación patológica y patógena, alienante, encarnada
en la identidad. Así, atormentado por angustias “impensables”,
se inicia un movimiento que trastornando la dirección pulsional, se cierra
y sella en un circuito centrípeto, donde trabaja la negatividad. La frustración
severa de la realidad, tal como Freud lo considera en “Introducción.
del Narcisismo” por ejemplo, deja lugar, en ese tiempo fundante, al trauma
y sus consecuencias, y sabemos que en la clínica el trauma es fechable;
todo esto es en gran parte observable.
Esta visión nos amplía la perspectiva indispensable para comprender
y participar clínicamente en el encuentro y la lucha con los fenómenos
de las resistencias que -en las variedades de lo que se llama reacción
terapéutica negativa, como expresión de este trabajo de lo negativo-,
nos desafían desde siempre.
Es en la revisión sistemática que desarrollamos actualmente en
estos campos clínicos, donde buscando nuevas claves ante los impasses,
fracasos y “análisis interminables estancos”; ahí
se nos evidencia el poder que le otorga al otro el estado de necesidad propio
del desamparo en que ingresa al mundo la cría humana, que nace según
Bolk, prematurizada. Este otro, amo de la sugestión, es heredero del
“otro prehistórico inolvidable”, que no es sino el molde
o huella del Semejante.
Necesidad de cuidados y de reconocimiento amoroso que marca ahí la presencia
de lo eterno de un “nudo de servidumbre imaginaria” al que se refiere
J. Lacan.
Este efecto estructurante, derivado de la dinámica del estadio del espejo,
se constituye en dimensión eternamente eficaz, asimismo en la normalidad,
y da lugar al poder absoluto de ese “otro”; poder inaugurador, sea
para una vida suficientemente independiente, o no....
La observación de bebés, a través de la contra-transferencia,
nos permite re-conocer las vicisitudes singulares que inciden en los modos primitivos
de acción de ese poder identificatorio, donde discurso y mirada pueden
conceder identidad y deseo, o aprisionar des-conociendo.
D.W. Winnicott, y Alice Miller insisten en desenmascarar la incomensurable eficacia
de ciertas situaciones de terror y poder de doblegamiento, que actúan
sobre el yo incipiente y la conciencia inicial somatopsíquica. Este clima
puede actuar trastornando, como vimos, el trabajo de lo positivo. Eros, que
normalmente incita a la mezcla pulsional, daría lugar a desmezclas parciales
ante la necesidad de construir otros mecanismos y modelos de supervivencia.
La situación analítica nos brinda, por obra de la transferencia,
aquel poder, por medio del cual podemos realizar nuestra investigación/cura
, contando cada vez con más amplios desarrollos frutos de las teorizaciones
que surgen de estos abordajes múltiples en el territorio de “lo
arcaico”.
Historizando las “deformaciones del yo” introducidas como efectos
patólógicos de aquel terror traumático, producto de ciertas
distorsiones en las características del contexto fundante, buscaremos
desatar –desidentificando- cuanto nos sea posible, esta dimensión
de alienación patógena, originada en los tiempos en los que la
identidad surge correlativa a la alienación constitutiva.
En estos tiempos parecen predominar en el psicoanálisis ciertos “malentendidos”
que nos imponen repensar la noción de realidad para el psicoanálisis,
y asimismo la esperanza de que la observación de la crianza pueda facilitar
una profilaxis mental. Algunos de estos malentendidos llevan hacia una psicoterapia
de asesoramiento, en busca de soluciones en la realidad externa. Otros llevan
hacia extremos de kleinismo o lacanismo teorizante, donde las aventuras o desventuras
del Edipo y la pulsión, -en su dimensión intrapsíquica-,
se constituyen en la única dimensión para la comprensión
del sufrimiento de las personas.
Ante esta situación, que no es nueva, sin embargo, es bueno poner en
evidencia, una vez más, los lazos fundantes y reguladores entre el psicoanálisis
y la observación clínica, que considera la subjetividad y la intersubjetividad.
Este enfoque retoma estos lazos que siempre nutrieron los desarrollos freudianos.