LOS RESORTES DE LA CURA
La condición lúdica y la dimensión poética en el
espacio analítico
Raquel Zak de Goldstein
Buenos Aires, 1998
"¿No deberíamos buscar ya
en el niño las primeras huellas del quehacer poético? La ocupación
preferida y más intensa del niño es el juego. Acaso tendríamos
derecho a decir: todo niño que juega se comporta como un poeta, pues
se crea un mundo propio o, mejor dicho, inserta las cosas de su mundo en un
nuevo orden que le agrada. Además, sería injusto suponer que no
toma en serio ese mundo: al contrario, toma muy en serio su juego, emplea en
el grandes montos de afecto. Lo opuesto al juego no es la seriedad, sino...la
realidad efectiva."
Freud: "El creador literario y el fantaseo"
(1908 [1907]). Amorrortu edit.
“Por lo tanto, insisto en que la función
del
analista es la de despertar lo imaginario y
de posibilitar la existencia del mundo de
las ilusiones”.
Julia Kristeva, “Al comienzo Era el Amor”.
1986. Edit. Gedisa
(Los destacados son nuestros)
Me voy a ocupar de destacar las relaciones
entre la actividad lúdica, el jugar, y la creación poética,
como manifestaciones del inconsciente, del sujeto de deseo. ("Manus. M").
Entiendo que esta actividad -a conseguir y preservar- tiene que ver con la salud
posible para el humano en el mundo, lugar de la cultura, de la civilización,...lugar
de los otros. ("Malestar en ..." "Arte y salud", RZG, Porto
Alegre, sept. 98).
Sobre el tema de la cura en psicoanálisis, es que me propuse preguntarnos,
más aún, sobre algunos particulares resortes de la cura y la salud
posible; para lo cual se hace necesario ubicar y precisar más las relaciones
entre la sublimación, la sexualidad, el placer, el juego, la creación
poética, el sueño, el ensueño, el fantaseo, la imaginación,
el mundo del arte y la belleza, y "el mundo de las ilusiones", como
lo entendió J. Kristeva.
Se nos presentan varios y casi nuevos interrogantes: por ejemplo, la tópica
-como cualidad psíquica de estas manifestaciones, tópica situable
en el "encuentro identificatorio" según P. Aulagnier que contribuyen,
en sus orígenes, a la fundación del sujeto, y que encontramos,
por consiguiente, en sus fallas y/o desvíos, en la patología.
Esta perspectiva coincide con el establecimiento de un fenómeno psíquico,
la gratificación alucinatoria, que garantiza la dimensijón del
deseo apoyada en la persistencia imaginaria del vivenciar y representar, que
sostienen las primeras marcas o huellas de la experiencia de satisfacción,
en sus dimensiones semióticas y somáticas. Remito al respecto
a J. Kristeva, J. Mc D., A. Green, P. Aulagnier, que han refinado el desarrollo
de estos "tiempos constitutivos", y los mecanismos participantes.
Lo que nos queda claro, hasta aquí es la validez -para la comprensión
de la temática de la que nos estamos ocupando- de una tercera categoría
objetal, el "objeto" con el cual, podríamos decir, se sublima,
nos referimos al "objeto" con el cual se juega y se poetiza, y que
la sagacidad encarnada de observador de Winnicott, "descubre", llamándolo
objeto transicional, porrque se encuentra "entre" objetividad y mundo
interno, entre objeto objetivo y subjetivo, y por que transitando ahí,
sostiene el aparecer y desaparecer del sujeto.
Nos presenta demasiado nítidamente, como para que lo ignoremos, el diseño
y la dinámica de la Banda de Moebius.
Se define también y al mismo tiempo, una tercera dimensión de
espacio-tiempo cuya cualidad y tópica es la del sueño, en estado
de vigilia "diferente".(Amae y los dos distintos estados paralelos
de awareness), y un tercer modo de funcionamiento psíquico, que encabalgado
y en paralelo tenso, se sitúa "entre" proceso primario y proceso
secundario (Chile 95, "Entre tener-se...tener-se-entre.)
Este tercer modo de proceso se afianza en un tipo lógico paradógico,
al que podemos llamar "pensamiento paradojal"; no se nos escapa que
esta situación se corresponde con los tiempos lógicos y las operaciones
que Freud aborda en "La escisión del yo..." en dupla inseparable
con "El fetichismo". Tiempos determinantes para la sexuación,
ya que dando lugar a la constitución del fetiche no perverso colocan
el referente falo en "un algo" ajeno y propio, con lo cual "ese
algo" adquiere -durante este pasaje trascendente para la estructuración
psíquica- dimensión semiótica a la vez que carnal e imaginaria
en el sentido que describimos aquí.
Desde ese instante, esa posesión, posesión no-yo la llama Winnicott,
es garante y prepara el camino para la simbolización y la sublimación.
A su vez, la necesaria caída del objeto, ejerciendo las operaciones de
pérdida dque sostienen la castración estructurante, da lugar a
dos oscilaciones: alucinación-ilusión (en el ssentido de W.) y
desilusión-realidad, en el sentido del principio de realidad y del real
de la Cosa.
Ahí se hace presente la significación del jugar-poetizar para
la salud.
Los F. Y OT. son los referentes conceptuales en W., su descubridor y explorador.
Esta dimensión -que es la dimensión de la civilización
como tesoro simbólico, sostiene, como soporte, y cual tablero de ajedrez
(y Borges lo conoce bien) así como el amo de la biblioteca de "El
nombre de la Rosa"- la cuota de libertad posible, que dañada o sobreviviente,
buscamos recuperar o consolidar en la cura.
La vida y el amor poetizados curan, siempre que el estatuto del otro como alteridad,
se sostengan.
Y es la risa -era el libro prohibido) que metaforiza el instante de desengaño
ante el engaño estructurante del fetiche, la que acompaña en el
humor, la seriedad intrínseca del Juego de los juegos.
Es este el que da la bienvenida al "bienestar posible en la cultura",
pues los que pueden reir ante la caída de la máscara fetiche,
cada vez, y seguir jugando en el mundo de lo otro y de los otros, habita la
dimensión erótica del placer posible.
Considerando el tema "Fin de análisis y cura analítica"
nos formulamos algunas preguntas...ante todo: ¿creemos en un fin de análisis?...¿cómo
pensamos la cura analítica?. Precisemos algunas cuestiones que giran
en torno a nuestro tema:
1. El destino del analista en el campo de la cura.
2. El paso de la repetición, al placer de re-presentación.
3. De la ilusión fusional al juego del Fort-da.
4. Del "paraíso" narcisista inicial a la tópica "u-tópica"
de la realidad psíquica.
5. Del compromiso libidinal a la imposible destitución del ideal y de
las ideologías.
6. Curando las "heridas" y desilusiones.
7. Metapsicología del "dolor psíquico" y de las poetizaciones.
Si el fin de análisis impone el abandono de la certeza y la tolerancia
de las diferencias, lo cual no immplica ni caosn ni desestructuración,
es solo para abrir y mantener abierto el camino a la creatividad del inconciente,
o, como algunos lo quieren considerar, al poder de la imaginacijón como
fenómeno de origen (C. Castoriadis).
Pero, el precio para ambos -si bien en asimetría estable- es acceder
a una especie de tablero de ajedrez, metáfora cara al psicoanálisis,
como campo donde "se juega el juego de los juegos". Veremos un poco
más adelante, con Borges como entendemos esto.
El "Homo Ludens" (de Johan Huizinga), transita "Del Paraíso
(narcisista inicial) a la Utopía" (según Louis Rougier).
U-topía, entendida como el "no lugar" del juego, y como la
ubicación de un proyecto identificatorio; y solo se detiene, al resguardo
de un cierto grado de desalienación, (descripta por W. Baranger), posibilitada
por un otro que "no es", y que solo contiene la vigencia de el "otro
prehistórico inolvidable". Un otro que aquí, en la cura,
sí supo incidir en el campo hasta lograr poner en juego el "como
si", alternando, según Freud, como modelo, objeto, rival o auxiliar
que "cae al fin", sin destruirse ni abdicar. Este "no lugar"
es a mi entender, la tópica de un tercer tipo de proceso o principio
de funcionamiento mental, además del proceso primario y secundario, con
los que aparece encabalgado. Es el funcionamiento mental "transicional",
el pensar paradojal propio de la imaginación, propio de la creación.
Y se sostiene entre ambos.
Este Homo ludens se detiene, -si puede llegar a la imposible necesidad de "amar
para no enfermar"-, en la dimensión tópica de "La Poética
del Espacio", y "La Poética de la Ensoñación"
habitando la específica cualidad de "realidad" que el infans
humano produce y sostiene con el "quehacer poético" de los
fenómenos transicionales en actividad, como se evidencia en nuestro epígrafe.
De esta tópica de la poética nos habla Gastón Bachelard.
A la manera de homenaje nos referimos a estos autores que re-conocemos, entre
otros grandes, en los anudamientos de la urdimbre del pensamiento psicoanalítico,
desde Freud en adelante.
Aclarémonos un poco: se trata, como muchos lo advirtieron de la manera
como J. Huizinga instala el juego entre el Homo Sapiens y el Homo Faber, articulando
la cultura con la actividad lúdica.
El juego es un fenómeno cultural.
Esta apreciación, que nadie discute, da lugar a desarrollos diversos
de poderosa influencia en el psicoanálisis general, por ejemplo los que
provienen del campo de los descubrimientos que brindó el psicoanálisis
de niños, y en especial la sorprendente intuición de D W. Winnicott
que sembró aperturas y nuevos interrogantes muy vigentes en la actualidad
clínica de las patologías graves.
Estas influencias se muestran también en sus correlatos con la noción
de imaginación, muy presente actualmente en el pensamiento de C. Castoriadis,
por ejemplo, y ya destacada en nuestro epígrafe con J. Kristeva.
El psicoanálisis es el juego más sofisticado del siglo XX, decía
Winnicott.
Esta es una apreciación que suscribimos por diversos y significativos
motivos, y nos permite aclararnos sobre la llamativa coincidencia entre lo que
para Lacan es el destino del analista en el final de análisis, y lo que
Winnicott indica como el destino natural del objeto transicional: ambos, dicen
estos autores, van -si no son "destruidos"- a habitar una dimensión
particularísima, van "al desván", que es el lugar de
los recuerdos.
Queda claro, en esta descripción, que pueden volver a ser activados para
su función, si fuera necesario.
Si esto es así, y la clínica repensada metasicológicamente
lo demuestra, entonces es posible y adecuado formularse el espacio analítico
y toda la situación como "una instalación" apropiada
para rescatar aquella condición lúdica dañada, o desviada.
Es esta condición lúdica, entendida como trabajo de la metáfora,
la que se busca activar como un resorte de la cura, y así dar lugar a
la actividad específica de lo psíquico, en estas poetizaciones.
El niño juega al fort-da, enhebrando significantes y dimensiones espacio-tiempo,
y así produce una emulsión de pulsión y representación,
en tanto ejercita el dominio de su cuerpo y de los objetos en el mundo.
Oscila, de la repetición, al placer de representación, escapando
del placer de órgano, para dar otro destino a la pulsión, en tanto
el corte de la situación analítica va curando la "ilusión
fusional", refugio tanático que resiste, sostenido en el poder de
lo negativo, ante el horror que introduce el corte. Al respecto nos es útil
recordar una llamada al pie en el texto "La organización genital
infantil" en la cual Freud logra una pieza admirable de síntesis
respecto de la dimensión del sufrimiento estructurante involucrado en
el "complejo de castración" diciendo: "Con acierto se
ha señalado que el niño adquiere la representación de un
daño narcisista por pérdida corporal, ya a raíz de la pérdida
del pecho materno luego de mamar, de la cotidiana deposición de las heces,
y aún de la separación de la madre al nacer.
Respecto de nuestro epígrafe, destacamos el término ilusión
como la condición psíquica que sostiene la aptitud para investir
imaginativamente un proyecto identificatorio con el cual el yo exista en el
mundo.
La cura, y el amor...
Las interrogaciones actuales y renovadas sobre
la existencia de algún resorte secreto que pueda activar el proceso de
la cura, y revisar los impasses, los bordes patológicos y la llamada
R.T.N. me conducen una y otra vez a rever -en cada caso, en su singularidad
y en su prehistoria- los avatares de un tercer tipo de proceso de funcionamiento
psíquico, paralelo al proceso primario y al secundario: la transicionalidad,
que, profundamente influída por el contexto primitivo fundante en el
cual se da el “descubrimiento” del alejamiento de la madre, llevada
por el deseo por otro, tiende frecuentemente a fallar. Este descubrimiento fuerza,
por amor, el trabajo simbólico al máximo..., y la producción
del mundo de las ilusiones que tiene por función sostener la vital investidura.
En su defecto, la desmezcla pulsional predominaría, y se organiza alguna
estructura defensiva patológica, como medida de supervivencia ante aquel
dolor psíquico no procesado.
Parafraseando a Gastón Bachelard, a nuestro modo, diríamos que
la tópica de la ensoñación que sostiene el mundo de las
ilusiones es lo propio del espacio analítico que sostiene el analista
en su apuesta libidinal. Eros desea en ese lugar, que es “el lugar”,
la dimensión que como en el sueño, propicia el trabajo psíquico,
el ensoñar asimétrico de ambos, el laboratorio para la re-ligadura
de afecto y representación, afectados crónicamente. Esta es, a
mi entender la tópica de la poética, y su función para
la salud. Su rehabilitación en el espacio analítico, es una clave
técnica de la cura. Freud lo señala, en uno de sus manuscritos,
el Manuscrito M, sobre el cual estoy desplegando algunas de estas ideas referidas
a la metapsicología del "dolor psíquico" y de las "poetizaciones
inconcientes" que no sucumben a la defensa, presentes a cambio de los síntomas
mnémicos.
La poética remite a la belleza y a la estética que se enraizan
en la sexualidad, como bien lo desarrolla Freud en la Conferencia XXIII. La
función de la belleza es, producir cierta embriaguez que mitigue el dolor
propio de los motivos de malestar propio de la condición humana.
La situación analítica, el analista y la mezcla pulsional
El setting, marco o encuadre, sostiene y define
un espacio estable, en presencia de alguien designado -el analista-, que asume
un compromiso libidinal con alguien que demanda alivio para su sufrimiento,
el cual, es siempre sufrimiento de amor.
La situación analítica es el lugar específico y la condición
necesaria, para que ambos intenten, una y mil veces, "jugar", hasta
instalar el juego de los juegos, juego del deseo, juego de representaciones,
juego infinito de la creatividad de los significantes, iniciando, en esos encuentros,
lo que podríamos comparar en la situación analítica con
infinitos squiggles, que, más o menos logrados, irán poblando
el campo de la transferencia-contratransferencia, hasta que las defensas estructurales
de base esquizo-autista, cedan.
Recién entonces, la sexuación y la consiguiente caída narcisista
irán mediando lo que conocemos como castración simbólica.
El eterno desear "en juego"se irá constituyendo en el motor
del deseo de vida, y dará soporte al predominio libidinal sostenido por
el compromiso y la escucha del analista. En tanto, se ensaya el predominio del
“amar para no enfermar”, esencia de la cura, en palabras de Freud.
Jorge Luis Borges, en su poema Ajedrez logra consagrar en pocas líneas
la esencia de "ese juego de los juegos"....que sostiene la vida:
“En su grave rincón,
los jugadores rigen las lentas piezas.
El tablero los demora hasta el alba
en su severo ámbito en que se odian dos colores.
Adentro irradian mágicos rigores las formas:
Torre homérica, ligero Caballo, armada Reina,
Rey postrero, oblicuo Alfil y Peones agresores.
Cuando los jugadores se hayan ido,
cuando el tiempo los haya consumido, ciertamente,
no habrá cesado el rito.
En el Oriente se encendió esta guerra
cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra.
Como el Otro, ese juego es infinito.
Tenue Rey, sesgo Alfil, encarnizada Reina,
Torre directa y Peón ladino.
Sobre lo negro y blanco del camino buscan y libran
su batalla armada.
No saben que la mano señalada del jugador gobierna
su destino.
No saben que un rigor adamantino sujeta su albedrío
y su jornada.
También el jugador es prisionero,
de otro tablero de negras noches y de blancos días.
Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Que dios detrás de Dios la trama empieza,
de polvo y tiempo y sueño y agonías?”
“Ajedrez”, Jorge Luis Borges
(en El Hacedor, Emecé, Bs. Aires 1960).
(Los destacados son nuestros)
¿Porqué recurrir a él?...,
porque vemos como, en la “anatomía” del poema, se definen
aquellos ejes que marcan caminos de la cura que hemos descripto: el abandono
de las certezas acompaña la caída sistemática del uno siniestro,
y se afianza la tolerancia a las diferencias, que sostiene el juego.
Inmenso desafío de sublimación e investiduras.
En los caminos de la cura, nos encontramos con la cuestión del duelo,
y con su trabajo correlativo que, sostenido en los fenómenos y objetos
transicionales permite enfrentar los efectos de la ausencia, frustración,
desidealización, y la indispensable desalienación por desidentificación.
Pero este trabajo se complejiza poderosamente por la presencia de los efectos
del dolor psíquico y el terror al caos y las angustias psicóticas
de desintegración sómato-psíquica que acompañan
lo que Winnicott describió como derrumbe..., efectos que introdujeron
el No de la actitud negativa, repetida y resistente, que, -como una larga reacción,
terapéutica a mi entender-, se sostiene temerosamente, a la espera de
la deseada y temida reapertura, desde lo autístico, que llevaría,
vía demanda de amor, a la ilusión. Ambos deben tolerar esa larga
negativa que no es tal; en tanto, la investigación analítica ilumina
las fallas y fijaciones patológicas y los desvíos de la capacidad
transicional, con sus implicancias. En estas situaciones clínicas solemos
encontrar importantísimas evidencias de traumas e impactos de abandono,
o pérdidas y desajustes precoces encapsulados y patógenos, a la
manera de los autismos llamados neuróticos o de las estructuras borderline
y se pone de manifiesto la presencia de ciertos objetos y/o conductas patológicas
y derivados de los objetos transicionales, que, inamovibles -y a veces secretos-,
son por mucho tiempo los preferidos, a la hora de enfrentar las angustias persecutorias
y depresivas, y los complejos efectos de la sexuación.
Un ejemplo princeps de todo esto es “el caso del cordel” de DWW
donde la categoría psíquica "madre muerta" se acompaña
de la transformanción perversa del uso del cordel, que pasa a ser -en
términos de Winnicott- el falo.
Esta posibilidad de enfrentar el vivir en el mundo como sujeto sexuado, y el
“amar para no enfermar”, depende asimismo de la adquisición
de la capacidad de jugar poetizando a solas, en presencia de los otros, lo que
entrena en la eterna tarea de sostener la angustia en el objeto transicional
y sus herederos legítimos. J. Lacan lo piensa así al hablar del
objeto a en su Seminario “La Angustia”. Está condición
de posibilidad, está absolutamente determinada por la consolidación
del Yo, tanto en su dimensión imaginaria, como en sus “habilidades”
para metaforizar jugando. De esta actividad lúdica fundamental y estructurante
que describimos, cuyo eje mayor es el pensar paradojal, una condición
particular del ser humano, que representa una tercera modalidad de proceso de
funcionamiento psíquico, da testimonio un "observable" central
del pensamiento freudiano, el cual nos muestra el anudamiento que centra y sostiene
la constitución del sujeto: el juego del carretel.
Llegar a usar objetos permite esperar, y ya mas tarde permite crear las condiciones
para la realización posible de una satisfacción según los
términos en que Freud coloca esta adecuación, en “Los dos
principios del suceder psíquico”: estos complejos, sutiles e innúmeros
logros sientan las bases de la transicionalidad y se afianzan a su vez en una
condición particular del ser humano: del pensar paradojal.
Se necesita contar desde temprano, con un vigoroso proceso de investidura y
habilidades de manipulación, para afianzar “esa capacidad”
que logra, “jugando entre” esos dos principios del suceder psíquico,
-reconociendo y desconociendo paradojal y simultáneamente el principio
de realidad-, encontrar y usar, algo que se transforma en el objeto transicional;
y allí en ese estado se sostiene el infans en camino de sujeto, “se
entre-tiene” se sostiene... “se tiene entre”.
La noción de espacio en psicoanálisis incluye el concepto de ilusión
entramado con la actividad de ensoñación, y en la dimensión
de la u-topía; dinámica y tópica semejante a la del sueño.
Esta es una cualidad particular de la tópica del “entre”,
y la clínica de la cura “hace lugar” y “da lugar”
a estos fenómenos que -como describíamos en nuestro epígrafe-
el analista habilita al despertar la imaginación, a la espera de la re-aparición
de la ilusión.
Entre la alucinación de gratificación y el encuentro con lo no
Yo rudimentario, donde la percepción ya marca los primeros elementos
mnémicos de la corteza del Ello, es donde se ubica esa presencia determinante,
el cuerpo materno como quinto objeto, descripto por W. Baranger en relación
a los objetos kleinianos. Es el continente primitivo del “otro prehistórico
inolvidable” freudiano, delineado por el erotismo de la experiencia de
satisfacción con el “pezón–pecho–leche–regazo”,
que activa las primeras huellas mnémicas marcas que acompañan
inscripciones de afectos somato-psíquicos; este encuentro singular y
determinante –concordamos con Piera Aulagnier- inaugura la escena psíquica
donde se desplegará el trabajo de la pulsión, que impone el re-presentar
interminable.
Lo emocional y el balanceo amor–odio
En esos instantes inaugurales el odio es constitutivo,
rechaza el displacer y permite consolidar el Yo de placer purificado; el suministro
del auxilio ajeno es decisivo, como dice Freud, para garantizar la eficacia
de estos tiempos estructurantes presididos por la oscilación placer–displacer.
El infans precisa contar sobre seguro, con esa apuesta libidinal parental, que
toma la forma de deseo de vida, como deseo de deseo; es un factor decisivo que
inclina hacia la mezcla pulsional, y define la calidad de esos tiempos iniciales,
según Freud. Apuesta libidinal, que es “encarnada” por parte
del analista y su encuadre en la posición de ayudante que Freud expuso
en “Psicología de las masas...”; esto asegura el “suplemento
de componentes eróticos”, y antitanáticos, porque preserva
del catastrófico “estado de desamparo”.
El analista también sostiene de ese modo -sin otro accionar que los cortes
del encuadre y la palabra que marca- el indispensable “Odio en la Contratransferencia”
que le garantiza la distancia adecuada, como madre suficientemente buena y suficientemente
mala.
Llegar a exponerse emocionalmente -en la transferencia- es para el analizando
volver a afrontar el viejo riesgo, el más temido: llegar a ser “herido
de muerte” por descongelar y desnudar su deseo de amor y reconocimiento.
Estas heridas son las primitivas afrentas narcisistas, en términos de
fallas de la respuesta al anhelo de ser entendido, equivalente a ser amado y
reconocido, y se acercan al derrumbe , en el sentido de Winnicott, y se presentan
acompañadas por las temibles cuatro modalidades que acompañan
a las angustias llamadas psicóticas: deshacerse, caer para siempre, perder
la orientación, perder el contacto con el propio cuerpo. Es exponerse
a recordar la angustia que acompañó los estados de agonía
hoy representables en la situación transferencial.
La cura se desarrolla en este contexto precisamente, donde el trabajo de re-ligadura
de las huellas ingobernables propias de esos estados pre-traumáticos,
se acompaña de historizaciones y construcciones que rescatan, como decíamos,
lo que Melanie Klein llamó recuerdos en afectos. Recordar, aquí
y ahora, con el analista en la actitud que hemos investigado, establece las
condiciones para recuperar los nexos asociativos destrozados por el trauma y
por la propia acción “protectora” de las organizaciones defensivas
patológicas accionadas ante las “frustraciones desamparadas”,
que distinguimos de las “frustraciones amparadas” en la actividad
de los fenómenos y objetos transicionales.
Lo emocional, la cura y el ensoñar
El estado de ensoñación, -estado
ni dormido ni despierto- es la cualidad fértil para el crear. Si se hace
presente, presupone una mitigación de las angustias básicas como
señalan Melanie Klein y Winnicott, y se apoya en el funcionamiento transicional.
Lo emocional, que también podemos referir a lo pasional del Ello, solo
se puede manifestar si el analista como otro, sostiene la dimensión propia
de la situación analítica donde se puede comenzar a recuperar
la capacidad de ensoñación. Recordamos a propósito,y para
concluir, el artículo de Winnicott que ilustra este estado de cosas,
con su título “Jugar a solas en presencia de ....”