Raquel Zak de Goldstein
1994
"Car Je est un autre". RIMBAUD.
¿Porque Lacan?,...porque, como dice Rimbaud: Yo es (soy) un otro. Lo
que funda nuestra identidad es esa imagen, ese "otro" del cual dependeremos
para siempre! Y es mérito de Lacan haber situado al sujeto -con sus implicancias
metapsicológicas- en esta perspectiva. Una topología que solo
los poetas saben referir.
Pero antes, es necesario aclarar que mi posición ante la obra de Lacan
es la de una lectora entusiasta y crítica.
No me considero lacaniana; en particular, porque el "retorno a Freud"
proclamado por Lacan, es en realidad un "retorno a Freud solo en parte",
y es en rigor, una "apertura a Lacan".
Esta apertura contiene cambios teóricos esenciales que, además,
explican o acompañan los cambios técnicos que veremos más
adelante. Nombremos algunas de sus consecuencias: la pérdida de la Stunde,
la hora analítica y la pérdida de la noción del mundo interno,
por ejemplo. En este sentido, nos parece inaceptable tanto la dilución
del concepto freudiano de mundo interno, como la pérdida de la separación
mundo interno-mundo externo.
La famosa "cinta de Moebius", un dibujo de Escher que Lacan utiliza,
es una cinta cuya disposición es tal que la cara interna se vuelve externa
y nuevamente interna. Aunque el dibujo tenga su razón de existir, puesto
que efectivamente ilustra como lo inconsciente en cierto momento se vuelve conciente
y viceversa, no atañe a lo esencial del asunto.
La "cinta o anillo de Moebius" es expresión de una experiencia
extraña y misteriosa. Lacan la utiliza para ilustrar su propia conceptualización
acerca del sistema Conciente-Inconsciente. La experiencia consiste en dar un
medio giro a una cinta de papel y pegar ambos extremos, construyendo así
un anillo. Si una hormiga comienza su recorrido partiendo desde un "punto
de borde" de la cinta, al terminarlo, llegará a un "punto de
borde" enfrentado al anterior, sin haber cruzado a través de la
cinta. Esta experiencia pone en evidencia que el anillo "sólo tiene
un borde, una única superficie" donde lo interno se transforma en
externo, y luego nuevamente en interno, y así sucesivamente, en un interminable
movimiento.
Queremos decir con esto, que, si uno acepta con Freud, el concepto de represión,
entonces lo que ilustra la cinta de Moebius no funciona más que parcialmente,
y para definir la cualidad consciente o inconsciente de un material clínico.
No alcanza a dar cuenta de la esencialidad de las cosas.
A lo que Lacan apunta con esto, es a que en un análisis concreto de cualquier
sujeto humano, lo que está consciente en un momento, se vuelve inconsciente
en otro momento y recíprocamente. Es decir que, cosas absolutamente conscientes
pueden volverse ellas mismas inconscientes en otro momento y ser el punto de
la interpretación eventual.
Con respecto a la obra de Lacan, se evidencia que, de acuerdo a los escritos
de cada autor se puede deducir hasta dónde y hasta cuándo lo han
seguido, como por ejemplo S.Leclaire, A. Green, P.Aulagnier, G.Rosolato.
S.Leclaire, en un reciente artículo publicado en el número especial
internacional, 1992, de la Rev. de Psic. de la APA, titulado, "Hablar en
primera persona", dice en su epígrafe: "En homenaje a J.Lacan
1953", aludiendo sin duda al Lacan del Discurso de Roma, producido en 1953,
para dejar en evidencia que hay más de un Lacan. No podría ser
de otro modo, y es evidente para muchos de nosotros, que encontramos además
en cierto punto de su producción un alejamiento de los carriles del psicoanálisis.
Como psicoanalistas podemos aceptar ciertas formulaciones teóricas de
Lacan-de las que nos ocuparemos a continuación-pero no todas, y sin seguirlo
en sus innovaciones técnicas, que surgieron de su teoría, las
que lo llevan finalmente, a una desviación del fundamento freudiano.
Compartimos sí con él, una de sus más famosas frases: "No
seguimos a Freud, lo acompañamos" (Seminario I, "La tópica
de lo Imaginario", pag. 186).
Lo que vamos a desarrollar a continuación girará en torno a varios
de los conceptos capitales de Lacan.
Y a partir de estas consideraciones, trataremos de poner en evidencia sus efectos
en nuestro modo de pensar el psicoanálisis, y de concebir el proceso
de la cura, y nuestra comprensión respecto de la condición del
sujeto humano.
Veamos porque sí Lacan
Leer a Lacan permite encontrarse con ciertos aportes esenciales para el psicoanálisis,
sin por ello quedar necesariamente implicados en ningún tipo de afiliación
ni de convalidación de todas sus ideas. Tampoco sería posible
considerar su obra como un todo acabado, no hay una ortodoxia lacaniana, ya
que fue esencial para él revalorizar la polisemia del lenguaje y la ambiguedad,
como modo de rescatarse de las tendencias simplificadoras y objetivantes, siempre
presentes en una doxa, (del griego: opinión, doctrina).
El famoso Discurso de Roma ("Función y campo de la palabra y del
lenguaje en psicoanálisis", 1953) puso en primer plano, como su
título lo anuncia, al lenguaje, articulando el inconsciente con la herramienta
psicoanalítica por excelencia: la palabra. Pretendió de este modo,
en un "retorno" al Freud de la primera tópica, el de "La
interpretación de los sueños", señalar que la cualidad
del Inc. es Isomorfa a la cualidad del instrumento con que se pretende abordarlo.
Curamos con palabras, encontrando y desenterrando palabras claves.
Por otra parte, con esta recuperación, busca rescatar uno de los primeros
resultados del desfasaje de Freud con respecto a los principios epistemológicos
de su tiempo, que Freud mismo intentaba respetar, y es que el descubrimiento
del Inc. no se puede inscribir en ningún orden natural que esos principios
reclamaban, sino en el campo de la palabra y del lenguaje.
Otro efecto correlativo al primero es la aparición del concepto de pulsión.
(Trieb).
Veamos como describe Freud a la pulsión: como un "concepto fronterizo
entre lo anímico y lo somático que constituye una exigencia de
trabajo para el aparato del alma"; "Es un representante de los estímulos
que provienen del interior y alcanzan el alma", en "Pulsiones y destinos
de pulsión", (1915), y el concepto de Instink como: "conjunto
de esquemas pre-formados, congénitos, por vía filogenética
que, como unas categorías filosóficas procuran la colocación
de las impresiones vitales... Sustentaría la concepción de que
son unos precipitados de la historia humana"...
Con respecto a la pulsión, no debemos entonces confundir-y Freud nunca
lo hace-Instink con Trieb.
El concepto de Trieb es absolutamente nuevo.
"El golpe de timón"
En la herencia intelectual de Freud, y como es lógico e inevitable que
así ocurra más aún pensando en lo multifacético
de su obra, unos toman una línea, otros otras, y finalmente algunos se
olvidan de tal o cual aspecto de la obra freudiana.
Ciertos analistas prefirieron las formas claras y tajantes con las que Freud
buscaba vincular su obra con la visión epistemológica y cientificista
de su tiempo, visión principalmente originada en el siglo XIX. Otros
se ciñen a sus descubrimientos, independizándose de estas inclinaciones
de Freud.
Sabemos que Freud no deja un monumento monolítico ni mucho menos. En
su obra encontramos conceptos que pertenecen al siglo XIX, cuando él
comienza a producir, otros ya ubicables en el siglo XX y algunos aún
pensables para el siglo XXI.
Nosotros tenemos que elegir bien, para elegir lo renovador y más valedero
de su obra.
No elegimos al azar, sino según lo que pensamos que es el psicoanálisis,
y lo que puede llegar a ser en el siglo venidero. ¿Y en relación
a los continuadores de Freud, a quién elegimos? ¿A Melanie Klein,
que obviamente descubrió cosas...? ¿A J. Lacan, que al dar este
golpe de timón que estamos describiendo aclaró incuestionablemente
una serie de conceptos freudianos? ¿ A otros muchos más, que sostienen
y despliegan el descubrimiento freudiano?.
Con este golpe de timón, Lacan se propone explícitamente y ante
todo reconducirnos al campo de la clínica, a través del Freud
del chiste, de los lapsus, del síntoma, de los sueños y de la
psicopatología de la vida cotidiana. Es en este Freud, descubridor del
Inc., en el que reencontramos, con Lacan, al linguista, al psicoanalista ante
lo nuevo, el de la escucha del Inc., el que considera a los sueños como
"la vía regia", el analista sorprendido ante las manifestaciones
del Inc. Y es esta la vía que sostenemos a toda costa como la prueba
clínica por excelencia: "nuestra única certeza". Aquí
surge en Freud el concepto de "deseo", palabra que el psicoanálisis
pareció haber abandonado hasta que Lacan la vuelve a colocar en el centro
de la escena, transformando el vocabulario psicoanalítico.
Desde entonces todos hablan de deseo, entiendan o no de que se trata.
Lacan intenta hacer del psicoanálisis una disciplina homologable a otras
ciencias: filosofía, matemáticas, lógica, antropología,
etc...insistiendo en que "el árbol de la ciencia no tiene un solo
tronco".
La ruptura epistemológica que significó el descubrimiento del
Inc., señaló el esencial descentramiento del sujeto, (este es
el tercer golpe al narcisismo, al que aludía Freud junto al de Darwin
y al de Copérnico). Constituye una "revolución copernicana"
aún, o quizá por siempre, inconclusa, como lo expresa Laplanche
en un título reciente. Inacabada e inacabable, incompleta e inalcanzable,
en función del origen del sujeto. Se trata de un trabajo a renovar permanentemente,
para recuperar al sujeto y a la cultura de su tendencia al Uno, al "sujeto
socrático", (sujeto "redondo" y completo, fantasma del
anhelado paraíso y de la felicidad plena). Anhelo imposible, lo sabemos.
Nacemos en una condición ilusoria de fusión. Duele y asusta estar
tan cerca del horror de "no ser", arrastrados por la fusión,
o, impulsados por la tendencia al todo de la Desmesura, caer en los terrenos
del goce, dominio de la Pulsión de Muerte. La clínica de las modalidades
de desaparición del deseo (afanisis), son efecto del goce que está
siempre presente y presiden nuestro estado de sujetos vivientes. El asunto es
como resuelve cada uno esta situación.
Goce es lo que está más allá del placer, lo que implica
una transgresión, es lo que termina en el aniquilamiento.
Por eso se lo puede situar-con Freud-en un "Más allá del
principio del placer"; en los dominios de la pulsión de muerte,
si bien el goce sostiene hasta el fin, también un específico aspecto
libidinal.
Este aspecto libidinal específico se evidencia en la clínica de
la perversión y la patología pasional. Se ilustra por ejemplo
en una serie de films donde se puede ver claramente el paso hacia el crecendo
que desemboca en una búsqueda mortífera: "El imperio de los
sentidos", "Looking for Mr.Goodbar" y "All that Jazz".
!Cuanto tienta cerrar-de cualquier manera-esta brecha de la Spaltung fundante,
a la salida de la diada!. Ejemplo de este intento se da en la crianza y en la
vida cotidiana, cuando se intenta sustituir el deseo, efecto motor de ese desgarro
fundante, por los procedimientos de la satisfacción de la pura necesidad.
Allí surgen los destinos de este "fatal acoplamiento": pasión,
adicción, perversión, falsos selfs, etc...,tal como lo advierte
P. Aulagnier en: "Los destinos del placer" y O. Mannoni en su hermoso
texto: "La parte del juego", del libro dedicado a un Simposium sobre
la obra de Winnicott, donde denuncia este acoplamiento fatal entre necesidad
y deseo, que colapsa la subjetividad. Una de sus perspectivas clínicas
es la patología del "falso self socializado".
Entonces, ¿por qué Lacan?
Porque la organización conceptual que se desprende de su "retorno
a Freud", permite, además, - al privilegiar el concepto de "el
Otro", que da lugar a lo social - poner en evidencia ciertas coordenadas
de la cultura y de los vínculos sociales. Estas, en sus múltiples
entrecruzamientos, promueven el acoplamiento fatal del que hablamos, y la pérdida
de la organización ternaria (edípica, triangular), engendrando
los fenómenos terroríficos derivados del colapso del desear.
El gigantesco efecto de "la cultura de la imagen", y la creciente
aceleración y automatización con sus correlatos-entre otros rasgos
distintivos de la cultura del siglo,-componen ese "medio cultural"
que participa en una de las crisis mayores: la declinación de los ideales,
un efecto del borramiento de la distancia básica, que mantiene desde
los orígenes psíquicos, al par estructurante Yo Ideal-Ideal del
Yo. Este estado de cosas promueve el crecimiento patógeno del Yo Ideal,
camino del Narcisismo de muerte (A.Green).
La Angustia esquizoide (tan silenciosa como mortífera), acompaña
estos estados, que se transforman en territorios de "lo crecientemente
cuantitativo", por la pérdida de la función simbólica
organizadora de los terceros, que "desaparecen" en estas condiciones.
Pero, lejos de ser apocalípticos, también estamos concientes que
el psicoanálisis, en su gradual difusión, es ya un patrimonio
cultural. Es una presencia más y más reconocible en el discurso
de la cultura.
El giro o "golpe de timón" propuesto por Lacan, integra el
énfasis freudiano que retorna el acento al sujeto.
Pensar el psicoanálisis con Lacan, acentúa la escucha de los diversos
discursos de la cultura, ordenados y clasificados por él como "el
discurso del amo o maestro, el universitario, el discurso de la histérica,
y, el discurso del analista" como el único que suministra articulaciones
donde el deseo se pueda inscribir, "hacer historia", entrando en la
sublimación.
El discurso del analista, es de una cierta manera "progresivo", porque
va más allá de todo poder y de toda maestría...
Este ordenamiento facilita además la comprensión de las relaciones
del sujeto con las ideologías.
Queda en pie la preocupación creciente por cierta "corrosión
de la profundidad", fenómeno cultural que remite a la clínica
de la angustia, que para Lacan es con el objeto a, uno de cuyos referentes puede
ser el llamado por Winnicott: "Temor al derrumbe".
El deseo y el objeto a
En el "Proyecto de una psicología para neurólogos",
obra invalorable por ser un encabalgamiento entre neurología, economía
psíquica y los descubrimientos psicoanalíticos, Freud ubica el
"auxilio ajeno", ese "otro prehistórico inolvidable",
y el amor en relación a ese otro inolvidable, relacionándolo con
la "añoranza" ("Sehnsucht", como anhelo narcisista)
término que recorre la obra freudiana desde los comienzos, y que junto
con "das Ding", es retomado sistemáticamente por Lacan.
Añoranza y "das Ding", se constituyen en un eje alrededor del
cual gira, más adelante, la creación de la categoría de
"lo Real", (J.Lacan, "La ética del psicoanálisis"
,Pag.74). La creación de esta categoría de "lo Real",
junto a las otras dos categorías Imaginario y Simbólico constituyen
una trilogía nueva e imprescindible.
Lacan precisa esta categoría de "lo Real" como dimensión
donde ubica "aquello" que, "siendo imposible de encontrar",
"das Ding", como categoría Kantiana, ilustra una búsqueda
estructuralmente motriz aunque infructuosa. Es claro que es "das Ding"
lo que se trata de encontrar, y tambien lo irremediablemente perdido; lo que
falta: La falta.
Conceptualiza el famoso objeto a, en relación a esta falta, la que da
lugar al deseo. El objeto a, tal como está situado, es causa del deseo.
Está "detrás" del deseo.
Es lo no representable.
El objeto a existe simultaneamente a la constitución del espacio subjetivo,
y por ende, de una exterioridad contemporánea.
El objeto a es parte de esta exterioridad, corresponde a lo Real, como lo no
representable y es señal de la angustia.
El objeto a es la "roca" de que habla Freud en "Análisis
terminable e interminable", esa reserva última e irreductible de
la líbido.
El objeto a: Es el resto de la operación subjetiva de la constitución
del sujeto.
"El incesto, la Ley y la Castración Simbólica"
Freud al referirse a la interdicción del incesto, ubica esta acción
de interdicción como esencia de la Ley Primordial.
La Ley tiene como objetivo excluir siempre el incesto fundamental, que es el
incesto del hijo/hija con la madre. Es el que Freud enfatiza, y Lacan resitúa.
Esta Ley primordial de interdicción al incesto, acciona en el nivel de
la relación Inc. con el cuerpo de la madre, en tanto este cuerpo de la
madre ocupa el lugar de la Cosa, (Ding) del "Proyecto"...,y también
en el nivel de la fusión de los dos aparatos psíquicos, en un
plano imginario narcisista.
El deseo incestuoso no puede ser satisfecho, pues conduciría a la abolición
del desear, eje alrededor del cual se estructura el aparato psíquico,
y la vida pulsional.
Lacan rescata, en esta perspectiva, el complejo de castración, que hasta
ese momento pareció quedar subsumido a lo fáctico de la "amenaza",
reubicando el concepto de castraciòn en tanto concepto nodular: la Castración
Simbólica.
Freud en "Inhibiciòn, sìntoma y angustia", (1926) dice:
"asì la angustia se presenta como una reacciòn frente a la
ausencia de .."., "en este punto se nos imponen unas analogìas
: en efecto, tambièn la angustia de castraciòn tiene por contenido
la separaciòn, respecto de un objeto estimado en grado sumo , y la angustia
màs originaria ("la angustia primordial" del nacimiento ) se
engendrò a partir de la separaciòn de la madre".
El "Ding" del "Proyecto..." es el elemento que, en la categoría
de Nebenmensch (complejo del semejante), es por su propia esencia "extranjero",
ajeno, (fremde). Este "Ding", (extranjero y hasta hostil), como primera
exterioridad es representable. Pero, contiene una parte no representable, que
serìa lo planteado por Freud en "Lo siniestro", donde se articulan
lo "familiar" con lo "ajeno" (rodeado por la aparición
de la angustia), como lo no representable.
Lacan se refiere a esto no representable, como "das Ding", lo que
en un momento ulterior de su obra se vuelve objeto a, cuando define la categoría
de lo Real. Es algo totalmente diferente; surge en la división del sujeto
psíquico, lo que Freud ubica como el "Otro Prehistórico Inolvidable".
Es lo que se tratará de volver a encontrar, pero es lo que está
inevitablemente perdido.
Volverá como Nostalgia, efecto del reencuentro de sus coordenadas de
placer, no del reencuentro del objeto, que no fue tal, para el infans.
En ese Estado de Anhelo y de espera, se sostiene esta tensión optima,
por debajo de la cual no hay ni percepción ni pulsión, especifica
Lacan.
Para Lacan la castración se define como el corte producido por un acto
que disocia el vínculo imaginario y narcisista entre la madre y el niño,
por efecto de simbolización.
La madre ubica al niño en el lugar de su Falo Imaginario, con el cual
ella maquilla su carencia. A su vez, el niño se identifica con este deseo
materno como si él mismo fuera ese falo.
El pensamiento psicoanalítico suele confundir el falo imaginario, que
es el pene que se puede cortar, con el Falo que es un significante simbólico,
alrededor del cual se organiza la sexualidad humana.
Esa es la esencia del concepto freudiano de falocentrismo, que no tiene que
ver con una designación de supremacía masculina.
Ese falo es el elemento significante que es atribuido al padre como el tercero
estructural de la situación edípica.
El objeto fálico es ante todo un objeto cuya naturaleza es ser un elemento
significante.
En Freud, en todas las situaciones en que aparece el término fálico
como atributo, es en referencia a una función simbólica.
El Falo es el significante de la diferencia de los sexos.
El sexo en el nivel individual se define -más allá de la circunstancia
biológica-, por la relación con este significante.
Ambos sexos buscan la posesión del Falo; las mujeres pretendiendo ser
el falo (como investidura narcisista de sí), y los hombres pretendiendo
tener el falo, encarnado en su pene.
De este modo se establece en el primer tiempo del C. de Edipo una relación
imaginaria entre "una madre que cree tener el falo y el niño que
cree serlo". Por lo tanto la acción de la castración no recae
exclusivamente sobre el niño sino sobre el vínculo madre-niño.
El agente de esta operación de corte es el padre en su función
paterna, representando la Ley de prohibición del incesto. El padre, en
su función, retornando a la madre a su lugar de mujer, le recuerda que
no puede reintegrar al hijo a su interior, y al recordar al niño que
no puede "poseer-retornar" a la madre, el padre se ubica a su vez
en el lugar de Interdictor de toda pretensión materna a "tener el
falo" y, en simultáneo, de toda pretensión del niño
a "Ser el falo" para la madre.
La función paterna, encarnando la ley simbólica, introduce al
infants en la cultura.
=En síntesis, la castración, (llamada por Lacan Castración
Simbólica) es más una acción de corte que una amenaza;
b) ejerce una acción que recae sobre el vínculo relacional, madre-infans;
c) la acción de la castración, aún cuando es asumida por
el padre, no es en realidad la acción de una persona física, sino
el efecto de la operación simbólica de la metáfora paterna,
que llamamos Función Paterna.
La acción de la castración obra por vía de la misma ley
a la cual el padre, como sujeto, está inexorablemente sometido también.
Por lo tanto, madre, padre e hijo están "sujetos" al orden
simbólico, que les asigna a cada uno un lugar en la triangularidad, un
posicionamiento definido. De este modo se impone un límite al Goce.
La castración es simbólica.
Su objeto es imaginario.
Los problemas en la teoría del Yo
Sabemos que el Yo en la teoría de Freud siempre bascula entre dos conceptos:
el Yo como centro de funciones (que se refiere al Yo que percibe, que recuerda,
y que actúa...), y un otro Yo, el Yo del narcisismo, el de las identificaciones.
Freud los aúna, pero esta junción no es muy satisfactoria.
Lacan además, nos pone en evidencia que la constitución del Yo
es correlativa a la constitución del objeto. Existe una estrecha relación
entre un proceso y otro.
Por eso el problema que plantea el concepto de narcisismo.
Surge porque Yo y objeto son estrictamente correlativos y su aparición
es simultánea.
¿Entonces?,...
Además, Lacan se preguntó ¿"como aprende el humano
a decir yo?".
Yo (JE) es un vocablo aprendido en relación a un otro referente que es
el "tú". El Yo (Je) se constituye entonces en relación
a un "tú", a "un otro".
En tanto esto va transcurriendo, el niño tiene pocas posibilidades de
hacer reconocer sus propios deseos, es más objeto -del deseo de la madre-,
que sujeto, aún.
El "otro significativo" (en función materna), intenta reconocer
los deseos propios del infans, pero el infans nada sabe de ellos, de no ser
por esta mediación cualificante, (P. Aulagnier, "La violencia de
la interpretación").
Y que nada sabe de ellos nos lo demuestra nuestra contínua experiencia
psicoanalítica con los adultos. De no ser asì, no requerirían
del análisis.
Es esto lo que el psicoanálisis nos revela, lo que esta relacionado con
aquello del orden de lo propio, del Yo (Moi).
Si el sujeto no comienza a interrogarse acerca de lo que es y de lo que no es,
nada sabrá de sí mismo.
Cura y Cultura: Lacan en relación al
Yo
No por ser en su origen un Yo imaginario producto de una "ortopedia escópica"
-que crea una ilusión de unidad, y ahuyenta la experiencia del cuerpo
fragmentado- se justifica, dice Lacan, una producción ortopédica
en la cura!...
Buscamos en la cura, que este Yo imaginario surgido ante el espejo-llevado por
la "exigencia de trabajo" que le impone la líbido-,sostenga
el proceso permanente de su consolidación. Este proceso se abría
desplegado -o, en su defecto, se hará presente en el campo del proceso
psicoanalítico- en el ejercicio prolongado, poético y creativo,
-con las caracteríaticas del espacio donde se despliegan los fenómenos
y objetos transicionales-, como soporte de la angustia ante la incertidumbre,
surgida por la experiencia de la alteridad en el Estadio del espejo. Esta angustia
es mitigada a su vez, en el juego con el "Papel de espejo de la madre y
la familia en el desarrollo del niño", (Winnicott, 1967.), que instala
la intersubjetividad en la experiencia de la dependencia primitiva por la aparición
del deseo de ese otro, madre y familia, con la consiguiente presencia de la
dimensión del inconciente y la sexualidad.
Esta es la incertidumbre que acompaña el camino de la subjetivación
en la cura, único proyecto posible para el Yo de la enunciación,
al que también podemos considerar el Yo historizador del sujeto humano
(M. y W. Baranger y J. Mom, relato oficial al Congreso Internacional de Psicoanálisis,
Montreal, 1987).
A este necesario y enmarañado camino de subjetivación, se le oponen
tenazmente, naturaleza y cultura. Porque la "naturaleza", la pulsión,
apetece la paz y la "cancelación" de la tensión.
Nuestro orígen psíquico, tal como lo entendemos con Lacan, presenta
ese "pequeño" y ligero desajuste inicial, esa a, causa del
deseo y de un profundo malestar. Se debe a que dependemos absolutamente y para
siempre, de un "otro significativo", que está ahí afuera,
como un alter ego, situado en una "tópica inasible".
Ese desajuste (el objeto a para Lacan), es origen de la angustia y motor del
deseo. En la vida y en la cura, es causa de argumentos, proyectos, ilusiones,
y aún ideologías y certezas.
En fin, vivimos -mejor o peor-, buscando y tolerando la imposible adecuación
entre Yo Ideal e Ideal del Yo.
El famoso texto freudiano "Malestar en la cultura" podría ampliarse
y así justificar mejor la realidad, si reconocemos el valor de los objetos,
no solo para el deseo, sino por su función de recubrimiento de lo desconocido,
siniestro. Podríamos inventar el siguiente título: "Malestar
en la cultura, Bienestar en la cultura", ya que partimos, hacia un bienestar
posible, siempre en el filo de la tendencia al goce mortífero.
La cultura en su función legisladora, hace tope al goce mortífero.
La inmensa diversidad de los objetos que ofrece la cultura, como orden simbólico,
recubren y maquillan la falta inicial; estos make-up objects, deben ser claramente
diferenciados de lo que J. Baudrillard llama "El sistema de los objetos",
1968, de función negativa.
¿Porqué Lacan?. También porque el así llamado por
Freud "nuevo acto psíquico", respecto del narcisismo, adquiere
en su obra otra perspectiva, al poner en juego a la pulsión escópica
en los orígenes de la identidad, en el plano imaginario, y respecto de
la imagen de sí. En esos tiempos del Estadio del espejo, la pulsión
escòpica, la mirada, la imagen reflejada, y el acto de "ser mirado
por el espectado", configuran un nudo de la experiencia fundante de un
yo imaginario en vías de consolidación. A la par, percibe la alteridad
y la brecha o hendidura de la falta o ausencia. Esta trilogía: Yo imaginario,
"el otro significativo" en posición de alteridad irresoluble,
y la vivencia de corte que consideramos la Spaltung radical, anudan definitivamente
al futuro sujeto en una demanda hacia ese "otro", presente en la futura
relación intersubjetiva.
El "nuevo acto psíquico", adquiere la característica
de un fenómeno dinámico y permanente, porque "nuestra identidad
depende del otro". Rimbaud dice: "car je est un autre". Lo que
funda la identidad es esa imagen especular. Y en el mismo momento, cuando alguien
ya puede decir "Yo soy", queda prisionero en una radical alteridad
porque lo que le permite decir "Yo soy", proviene de la presencia
de "un otro" exterior irrepresentable, inasible.
El Estadio del espejo
Veamos como describe Lacan el "Estadio del espejo" conceptualizado
en 1936, y retomado en 1949 con el título de "El Estadio del espejo
como formador de la función del Yo".
El Estadio del espejo se instala esencialmente sobre una experiencia de identificación
(apropiación) fundamental, en cuyo transcurso el infans efectiviza la
conquista de la imagen de su propio cuerpo.
El Estadio del espejo, concepto que extrae de Wallon, corresponde a la observación
del comportamiento del infans y a las deducciones que a partir de este principio
realiza Lacan.
Llevado por el interés lúdico en su imagen especular, el infans,
entre los seis y diez y ocho meses manifiesta un rasgo que lo distingue del
animal.
Es un hecho observable, que reconoce su imagen, y se interesa en ella. Lo esencial
en este estadio, sin embargo, no está ni en la noción de estadio
ni en esta observación.
Considerando la teoría de Bolk respecto de la prematuración del
lactante humano (que desde su origen, en el nacimiento, está fisiológicamente
inacabado), reconocemos una situación constitutiva de desamparo; este
es el eje que ubica la presencia de un estado de "discordancia intraorgánica".
De aquí parte la idea central de intervalo. Según Lacan el niño
goza cuando se reconoce en su forma especular (en el espejo) porque la forma
completa que encuentra allí se anticipa respecto a su propio logro; resulta
que la imagen que ve, que es indudablemente la suya, al mismo tiempo -y este
es el intervalo- es la de un otro, ya que él por su inmadurez fisiológica
está en un déficit respecto a ella.
Esta anticipación que le brinda la imagen respecto de sí mismo,
ejerce un efecto decisivo. Lo captura en una fascinación absoluta, y
el infans se identifica a ella. De aquí deriva Lacan la idea de la alienación
imaginaria: se trata del hecho de identificarse a esa imagen de un otro. Este
hecho es constitutivo del Yo (Moi) del hombre, que es un Yo objetivado, e incluye
a ambos Yoes: el Yo como centro de funciones y el Yo de las identificaciones.
Esto marca también que el desarrollo del ser humano, no es solo un simple
desarrollo fisiológico, lo que tampoco se constata en la psicología
animal, que presenta numerosos testimonios de la accion real y efectiva de la
imagen para la maduración.
El desarrollo del ser humano está puntuado, como vemos, por identificaciones
ideales, donde lo imaginario está inscripto en la dinámica constitutiva,
que a su vez rodea la angustia primordial, llamada estado de desamparo.
También la agresividad ambivalente del hombre respecto a su semejante,
se relaciona con esta posición del semejante que es a su vez otro y él
mismo, sobre la base de lo que hemos descripto como origen de esta imagen primera.
El Yo, en esta concepción no está unificado, es un desorden de
identificaciones imaginarias.
De hecho surge originariamente de una trampa imaginaria que lo sujeta al otro,
y se sabe a sí mismo integrado solo imaginariamente. Se promueve así
la constitución del Yo (Je),-así lo denomina Lacan en esta época-;
lo inicial de Lacan fue establecer una desarticulación entre el Yo y
le Je, entre el Moi y el Je, esto se origina en una dualidad intrínseca
del concepto de Freud; el Moi centro de funciones y un Moi producto de condensación
de identificaciones; lo que el interesa a Lacan es este segundo concepto del
Ego. En esta segunda visión la persona tiene que desidentificar su Moi
para liberarse, porque el Moi funciona como una coraza, una meta de la cura.
Luego, pasando al nivel del lenguaje, este Je se convierte en el sujeto de la
enunciación, el que habla de sí, diferenciable del sujeto del
inconsciente.
"Ca parle", "Ello habla", dice Lacan.
Una y otra denominación, Yo (Je) y sujeto, son utilizadas sucesivamente.
A partir del Discurso de Roma., Lacan ya no habla más del Yo (Je), sí
del Yo (Moi), porque luego pasa a llamarlo "sujeto".
Esta constitución del Yo, pone fin a la vivencia psíquica que
Lacan denominó "fantasía de cuerpo fragmentado".
Esta vivencia se refiere a un tiempo anterior al Estadio del espejo, -que se
inicia y transita entre los seis y diez y ocho meses- en que el infans solo
vivencia su cuerpo como algo disperso, (cuerpo fragmentado). Esta vivencia irrumpe
rodeada de la mayor angustia, como vestigio, tanto en los sueños como
en los procesos de desestructuración psicótica.
=Resumiendo, el "Estadio del espejo" se organiza en base a tres tiempos
fundamentales que implican la progresiva conquista de la imagen del propio cuerpo:
1) existe una confusión primera entre el cuerpo del niño y el
cuerpo del "otro" (el "otro" como la madre en función
materna, el cuerpo de la madre). En un comienzo el infans vive y habita "en
el otro"; 2) el infans descubre que "el otro" del espejo no es
un ser objetivamente real sino tan solo una imagen, y por lo tanto ya no intenta
atraparla. A partir de este momento el infans "sabe". Sabe discriminar
entre la imagen del otro, y el otro en su realidad objetiva; 3) constituye un
momento dialéctico entre los dos tiempos precedentes, dado que el infans
no solo se da cuenta de que el reflejo del espejo es una imagen, sino y sobre
todo, porque adquiere la convicción de que esta imagen es la suya propia.
Al reconocerse en esta imagen, el infans re-une los fragmentos dispersos vivenciados
de su propio cuerpo en una totalidad unificada que es "la representación
del cuerpo propio".
La imagen del cuerpo, es entonces estructurante para la identidad del sujeto,
que a través de ella logra "su identificación primordial".
En la "pre-formación del Yo (Je)", el Estadio del espejo presupone
ya una dimensión imaginaria, en el sentido de imagen, bajo la forma de
un "Yo-Ideal" según Freud.
Los tres registros
Son las categorías básicas de Lacan.
Es decir que, cada concepto psicoanalítico tiene que ver con estas categorías
fundamentales.
Veamos por ejemplo, al respecto,el concepto de superyo.
El Superyo clásico freudiano, el del complejo de edipo de los cinco años,
el de la conciencia moral, sería el aspecto simbólico.
El Superyo como figura feroz, es el aspecto imaginario; es la figura paterna
o materna castradora, devoradora, cruel y feroz; (este es el padre gozador de
la horda primitiva). Urano.
Y por último tenemos el Superyo como lo que lleva al aniquilamiento;
sería el aspecto Real del Superyo, el objeto a como Superyo que dice:
goza y revienta. Es el Superyo de la transgresión (el objeto que busca
la protagonista en Mr.Goodbar).
M.Klein, luego de Freud, se dió cuenta de que el superyo es la concretización
de la pulsión de muerte. Si bien., le faltó la diferenciación
entre lo Imaginario, (la fantasía) y el concepto de Superyo Simbólico,
e incluye algunos elementos que se refieren al objeto a.
Freud lo definió como un "puro cultivo de instinto de muerte".
Durante la operación del Estadío del espejo, este "otro"
coincide brevemente con el "alguien" de la necesidad inicial.
En esta "breve coincidencia", Freud ubica la noción de Anlehnung,
y sobre este punto surge una de las triadas fundamentales del pensamiento de
Lacan; se diferencian "Necesidad, Demanda de Amor y Deseo", cuya articulación
-que la hay-no es sencilla.
El sujeto en Lacan
Tal vez el concepto de Self se elaboró para tratar de resolver las complicaciones
teóricas que presentaba el concepto del Yo en psicoanálisis, y
sobre todo para ubicar metapsicológicamente la noción de Sujeto.
Nos encontramos en Lacan con dos sujetos: el "sujeto del inconciente"
(sujeto del enunciado), y el sujeto que habla: "sujeto de la enunciación".
No podemos escapar de este problema que nos presenta la Spaltung fundante, condición
definitivamente insoluble y distinta de las otras escisiones, y de la represión.
Y, como para complicar más las cosas, aparece en Lacan el concepto de
"refente", una rehendidura o hachazo efectuado por el lenguaje. El
sujeto que ya se parte en el Estadio del espejo, se vuelve a partir, con la
adquisición del lenguaje, es decir, queda separado esencialmente del
registro significante, que al mismo tiempo que lo define como sujeto, lo deja
definitivamente escindido.
Tenemos dos niveles de Spaltung: la del nivel narcisístico, y la del
nivel lenguajero, del "lenguaje".
Este sujeto que habla, historiador, teje su Ich. "Se" teje.
Un sujeto Borgeano, teje.
Un poetizador y semiólogo del mundo y de sí mismo en el mundo.
Nos referimos a Jorge Luis Borges.
El psicoanálisis, como empresa de subjetivación (al decir de W.
Baranger), devuelve al sujeto a su deseo, a su proyecto de vida.
Esta idea de subjetivación, nos parece estar adecuadamente sostenida
en la propuesta freudiana: "Wo ES war soll ICH werden". Se espera
que el Ich teja y se teja. Teje su trama de deseo y se entrama también
hacia afuera y con lo de afuera, entretejiéndose en lo más actual
de su mundo.
Se entrama en y con la trama del registro simbólico, que atravesándolo
como sujeto desde su fundación lo sitúa en un tercer espacio.
Analizar-historizar, es escuchar narrar historias, que son siempre historias
de amor, historias de este sujeto deseante, que así construye su subjetividad
singular.
Es además trabajar sobre las identificaciones, que a su vez-quien lo
duda-son marcas en el Yo, que provienen, como decía un paciente: de las
"heridas de guerra", heridas de amor, y heridas en el narcisismo de
"His majesty the baby".
Historizarse y desidentificarse de las primeras y poderosas identificaciones
fundantes y alienantes (que provienen del "encuentro identificatorio"
con el "otro significativo" que P. Aulagnier en "La violencia
de la interpretación" denomina "portavoz"), da sustento
a recientes teorizaciones acerca del papel de la desidentificación en
la cura. (W. Baranger, R. y N. Goldstein, "Acerca de la desidentificación",
1989).
Bienvenido Milan Kundera que poetiza en uno de sus libros, esta situación,
como "La insoportable levedad del ser".
Ante la percepción angustiosa de aquella alteridad, de aquella primera
castración-separación del cuerpo de la madre, el Yo, ante la angustia
que preside la insuficiencia en ser provocada por esta Spaltung fundante, comienza
a fantasmatizar, creando, impulsado por el sujeto del Inc. "en su decir"
del deseo infantil.
¿Qué otra cosa puede ser motor y soporte de esta "levedad
del ser", sino ese eterno anhelo del infans deseante vivo que busca en
un rasgo, a aquel alguien que solo fue "Ding"? Por eso ama y crea...
Estamos en los terrenos y en los tiempos del "Ur", tiempo mítico
tan fascinante para los analistas.
=Finalmente: ¿que es lo que estamos privilegiando a partir de la lectura
de Lacan con Freud?, ¿Qué nos aportó Lacan?.
El recentramiento de la vida del sujeto humano en el Deseo.
El rescate del Lenguaje, dimensión esencial del Sujeto Humano.
La vigencia del valor simbólico sexuante de la castración, entendida
no como amenaza solamente, sino en su acción de separación salvadora
de la díada madre-infans, que libera el deseo, y a la que se llama Castración
Simbólica.
El énfasis decisivo en el papel del padre, como "Ley del Padre",
cuyo valor simbólico estructurante, procede de su acción en la
determinación de un lugar en la constelación edípica, lo
que le otorga una dimensión simbólica. Al ser función simbólica,
puede prestarse a una operación metafórica, la que permite que
un significante aparezca en el lugar de otro significante. Este es el proceso
de la metáfora del nombre del padre, función esencial de la intervención
del padre en el complejo de Edipo. Este énfasis de Lacan en "la
función paterna" entendida como algo radicalmente diferente tanto
de la presencia real como de la ausencia, carencia o cualquier otra forma de
falla paterna, recupera al psicoanálisis de cualquier tentación
o desvío matrilineal.
Hemos recorrido un trayecto apasionante, complejo y desde luego no completo,
pero que despliega las concepciones de Lacan que demuestran ser significativas
aperturas, nuevas, enriquecedoras e imprescindibles para nuestra ciencia.
Por eso, Lacan y algunos de sus seguidores son una buena companía para
avanzar en nuestra teorización y en los desafíos de nuestra clínica
psicoanalítica actual, firmemente arraigados en lo esencial e inamovible
del descubrimiento freudiano.